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Columnistas
22/09/2016

Macrismo y totalización globalizadora

Macrismo y totalización globalizadora | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“El triunfo de Macri en las elecciones de 2015 significa el retorno al país del neoliberalismo, con la imposición totalizadora de la supremacía del mercado por sobre el Estado”, señala el director de La Tecl@ Eñe en este artículo publicado en ese portal.

Conrado Yasenza *

El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de 2015 implica algo más que la legitimación social de la derecha representada por la alianza Cambiemos. Decimos algo más porque la elección de Macri implica el retorno del neoliberalismo a la Argentina. Es el regreso de la democracia liberal de mercado que supone, aún contrariando los postulados de la posmodernidad, una síntesis totalizadora que halla su fundamento en la globalización de las economías financiero-especulativas cuyo destino es la destrucción de todo sistema de regulación estatal, ya que el axioma nodal del neoliberalismo es el ordenamiento del mercado por el mercado mismo, con el consecuente desplazamiento del Estado no a una ausencia formal sino a una fuerte presencia encargada de reprimir las tensiones y conflictos de los cuales es portadora toda historia social.

El estado neoliberal, al que un porcentaje considerable de nuestra comunidad dotó de centralidad y poder –permítanme una redundancia que se opone al predicado deleuziano del rizoma sin centro axial-, necesita de una totalización que exprese el ordenamiento de nuestra sociedad; esa totalización es el mercado en su versión orwelliana de ojo avizor, que como un cyborg pesadillezco se regenera a sí mismo, sin necesidad de ninguna otra intervención. Es la síntesis totalizante de la derecha que representa el gobierno de CEOs con Mauricio Macri como mascarón de proa.

Esta síntesis no es una particularidad de nuestro país, es el gran relato que restaura en la región –con pequeños focos de resistencia en Ecuador y Bolivia- la filosofía práctica de la globalización. El mercado es ese eje central, y el Estado se presenta como artificio del resguardo de la preciada multiculturalidad. La globalización del mercado financiero no es la reiteración esquemática de la tercera ola globalizadora que emerge luego de los años de la dictadura cívico-militar y llega hasta los años 90. Esta mercantilización del cuerpo vital de las sociedades crea nuevos términos para su representación. Un lenguaje que conjuga la técnica con la racionalidad y la eficiencia para dar paso al Estado Modernizador, que trae consigo códigos mediante los cuales el paraíso ha dejador de ser el encuentro del Dante con Helena para pasar a conformar el modo en que los fugadores seriales viven y renacen en cada offshore constituida. Un marco legal y cultural en el cual el Presidente puede mentirle a sus representados simulando una distracción, un olvido, un “ni idea”, un “esa te la debo”. La gravedad reside en ese hecho venal que condiciona la vida anímica y corporal de los pueblos. No hay simulación en los dichos y acciones del presidente; hay convencimiento y rencor, odio de clase, en cada alusión a las patas animalescas, a los palos en la rueda de todos que, en la visión presidencial, ponen quienes usan los artilugios que elestado populistaconvalida: el ausentismo, el trabajo con derechos, la huelga, la manifestación popular, la resistencia.

Detengámonos en este aspecto que Horacio González trabajó en un artículo para La Tecl@ Eñe. La resistencia es un componente esencial de la vida democrática, de su poder y ampliación. Es la dialéctica de la creación del otro resistente. Si la democracia no genera ese otro resistente, no es una democracia viva. El concepto de resistencia así entendido amplía la vida democrática. La derecha vuelve difusos los límites de los tres poderes que caracterizan el modo de organización política de la democracia. Los entremezcla, los interfiere, y es allí donde se vuelve necesaria la condición de resistencia. En la concepción represiva de la derecha el otro resistente es un desestabilizador que intenta aislar la figura presidencial de la “gente”. Así se explica cada una de las vallas colocadas desde diciembre a la fecha.

Las sociedades que Macri integra como miembro del opaco mundo de las finanzas, que se recubre con la piel de la actividad empresarial, establecen esa legislación global que permite la elusión fiscal y la fuga de capitales como un comportamiento natural para el 10 % de la población que decide el futuro del noventa restante. La peligrosa ley de la agresividad innata del yo, que los procesos regulatorios de la cultura y la evolución individual y colectiva no ha logrado contener, alimentan el anhelo egoísta y destructor del tejido social.

Decíamos que esta tercera ola globalizadora no es un espejo esquemático que nos devuelve la imagen reflejada de la temporada de dilapidación noventista del patrimonio nacional. Conserva lineamientos parciales que comparte con momentos de la historia y sus estadios. Esas parcelas son las más visibles y refieren al daño social colectivo que el conjunto de la población no logra internalizar, a pesar de la trágica culminación del ciclo en 2001 con el saldo de 39 muertos como resultado del estado de sitio decretado por una democracia cerrada y agonizante.

El negacionismo del genocidio social que produjo la dictadura cívico-militar es la cara menos visible de la derecha que Cambiemos presenta como moderna pero que extiende sus ramificaciones a los beneficios económicos que Sociedades Macri (SOCMA) obtuvo con los lugartenientes de Tánatos. El negacionismo del genocidio no puede ser nunca dialéctico ya que no existe allí la posibilidad de un equilibrio entre Eros y Tánatos, entre la vida y la muerte.

Ese equilibrio, esa posibilidad de pendan dialéctico, es el que está en riesgo. La usina del disciplinamiento social funciona las 24 horas mientras las inversiones iluminan el escenario de una mayor desigualdad con su correlato de aumento de la exclusión y la pobreza.

Un dato final: Plutarco nos alertó, y hoy los justicieros individuales son el signo de la descomposición social. Los médicos, los carniceros, los playeros de estaciones de servicio, cobran una antigua identidad que nada tiene de mito: El hombre lobo del hombre.

www.lateclaene.com



(*) Periodista y poeta. Docente en UNDAV.
29/07/2016

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