Columnistas
28/09/2016

El macrismo no encuentra su relato de gobierno

El macrismo no encuentra su relato de gobierno | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El oficialismo pretende evitar que la compleja, heterogénea y volátil coalición de voluntades ciudadanas que lo depositó en la Casa Rosada se agriete y debilite. No obstante, por el momento sólo ha recurrido a un elemental argumento: “si nos va mal puede regresar el kirchnerismo”.

Oscar Guisoni, Simón Mayer y Daniel Dagorret*

Desde que asumió el pasado 10 de diciembre el gobierno no ha logrado construir un “relato” creíble capaz de ser asumido por el electorado que pretende retener en las próximas elecciones de mediano término. Se muestra como un gestor “eficiente y neutral”, pretensión que compite con decisiones tomadas a favor sólo de un sector social. Alimenta una tensión discursiva con el kirchnerismo, aunque es más propia de una campaña electoral que del manejo de la cosa pública. Este recurso tiene claros límites cuando se lo utiliza fuera del especial clima que se genera antes de votar.

Para encontrar algunas de las razones de este fracaso comunicacional hay que ir hacia atrás. En las PASO de agosto de 2015 el Pro obtuvo un 30% de los votos. Tras ello, en las elecciones del 25 de octubre, el temor de algunos votantes a que Daniel Scioli trepara por encima del 40 % y estableciera diez puntos de diferencia con Mauricio Macri hizo que ese piso subiera y así se posibilitó el ballotage. Ello obligó al actual oficialismo a elaborar un discurso creíble y multi target: “somos el cambio” y “vamos a continuar haciendo todo lo que se ha hecho bien y cambiar lo que está mal”.

Estos dos pilares discursivos dejaron una marca indeleble en las expectativas que la gran mayoría de la sociedad depositó en Cambiemos. Quienes lo apoyaron pedían un “cambio” con respecto al kirchnerismo y ese cambio se concretó con el simple triunfo electoral. Sin embargo, esa demanda no significaba pasar de un régimen político a otro de manera radical. También contenía un núcleo de coincidencias con algunos de los logros obtenidos durante la gestión que concluía. Ello explica que muchos votantes del macrismo ahora manifiesten que “éste no era el cambio que nosotros votamos”.

El oficialismo pretende evitar que la compleja, heterogénea y volátil   coalición de voluntades ciudadanas que lo depositó en la Casa Rosada se agriete y debilite. No obstante, por el momento sólo ha recurrido a un elemental argumento: “si nos va mal puede regresar el kirchnerismo”.

Consciente de que lo que resultó eficaz en campaña no es adecuado para gobernar, el macrismo intenta elaborar un relato mínimo de gestión que se ubica en las antípodas del “Estado presente” proclamado por Cristina Fernández de Kirchner, como bien argumenta el director de Ibarómetro Ignacio Ramírez en su artículo “Anatomía de un contraste” publicado recientemente en la revista Nueva Sociedad.

Sin embargo, tampoco se puede gobernar con un discurso público que confronte las acciones reales del propio gobierno. En ese sentido, las promesas de campaña pesan como un lastre sobre la credibilidad presidencial. Es difícil conectar el lema de “pobreza cero” con los tarifazos o con la abrumadora caída de las expectativas económicas de los ciudadanos respecto a su situación personal o del país, según surge del análisis de más de diez estudios publicados por reconocidas consultoras en el último mes.

“Unir a los argentinos” o “mantener lo que se hizo bien”.

El deseo del presidente Mauricio Macri para que el carnicero de Zárate pueda “estar tranquilo” en su casa, la nueva “Campaña del Desierto, pero sin espadas” que propuso el ministro Esteban Bullrich, el “episodio ISIS” advertido por el secretario Eugenio Burzaco, la desarticulación del Procrear, la parálisis de la obra pública, el final anticipado de Fútbol Para Todos y la venta de activos del Fondo de Garantías de Anses constituyen prendas hechas con el mismo tejido. El objetivo es “unir a los argentinos” frente al miedo que provoca un “otro” al que hay que atacar, es al menos un mínimo denominador común.

Hay que decirlo, existe una fértil cantera de la que se sirve hábilmente el gobierno: el fantasma del miedo. El desempleo y la inflación configuran dos de las peores calamidades de la imaginería en cualquier sociedad occidental: la exclusión y el hambre. También, adopta una fórmula probada ampliamente en muchos países: la dupla narcotráfico/terrorismo es ideal para hacer verosímil la necesidad de estar juntos para enfrentarla.

La misma fórmula utilizada una y otra vez. La apelación al miedo es uno de los sentimientos esenciales que influye de modo decisivo en el juicio de cualquier persona. Las respuestas frente al miedo son variadas; sin embargo hay una central. El miedo reúne, amontona a ese archipiélago electoral que se escurre cada vez que el oficialismo toma decisiones en detrimento de los intereses de los sectores que lo eligieron.

Por mucho que lo intenta, Cambiemos aún resbala al conjugar un relato de gestión coherente, eficaz, sostenible en el tiempo y creíble para el público. No hace pie el mito de un líder que lucha contra las inclemencias internas (corrupción/“herencia”) y externas (narcotráfico, terrorismo) para proteger a su pueblo.

Conserva parte de ese preciado intangible de la credibilidad gracias a la pericia en la construcción de un ecosistema comunicacional donde aún encuentran nutrientes algunos de sus argumentos públicos. Medios para-oficiales, gestión eficiente de redes sociales, media training y un ejército de laboriosos profesionales de la comunicación. Sin embargo, mientras no resuelva su relato el oficialismo será un rehén de los medios, con toda la carga de inestabilidad que ello conlleva para cualquier tipo de gobierno.

*Redacción de Grupo Contextos (Especial para Vaconfirma)

ENLACE A NOTA CITADA (IGNACIO RAMIREZ)

29/07/2016

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