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En los últimos días algo pareció variar en el alineamiento automático de algunos periodistas argentinos. Hasta Jorge Lanata amaga con iniciarle juicio al presidente a raíz de las acusaciones que Milei formuló sobre él. Ya Longobardi había señalado explícitamente sus cuestionamientos al jefe de Estado. Hasta en las filiales comunicativas del muy augusto diario La Nación se filtran ciertas críticas acerca del comportamiento del mandatario.
La sospecha sensata de muchos lectores, oyentes o televidentes seguramente reside en si esas actitudes de los profesionales comportan juicios individuales o remiten a criterios de sus empresas contratantes. Y de igual modo, cunden los recelos respecto de si la autenticidad de esas manifestaciones está o no condicionada por la interrupción en el flujo de la pauta publicitaria oficial o de los famosos “sobres” que Milei acostumbra mentar.
Sería oportuno indagar si los reproches atienden a presuntos agravios personales y a cuestiones puramente formales o si también alcanzan al desempeño integral del gobierno y a las políticas que viene instrumentando, particularmente en materia económica y social.
Hace algunas semanas, el periodista y empresario Jorge Fontevecchia publicó un artículo en el que traza comparaciones entre el desempeño del periodismo político de los Estados Unidos, Brasil y la Argentina[1].
Lastimosamente, en ese cotejo nuestro país sale muy poco favorecido.
Los análisis toman en cuenta el comportamiento de la prensa frente a los gobiernos de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei.
Frente a las conductas críticas y razonables que los profesionales de la información y la interpretación sostuvieron ante las administraciones derechistas brasileña y estadounidense, las coberturas argentinas incurren en acciones sumamente cuestionables.
Así lo señala la corresponsal en Buenos Aires del diario Folha de São Paulo, Silvia Colombo, que en una columna titulada “Los medios argentinos se inclinan ante Javier Milei”, señala la actitud de nuestros grandes conglomerados mediáticos “ha resultado un tanto bochornoso”. La periodista paulista consigna que en los dos meses iniciales del libertario a cargo del Poder Ejecutivo, esas empresas “pasaron de ‘normalizar’ a Milei a exaltar descaradamente al presidente[2]”.
En la misma nota, Colombo cuenta que “la semana pasada, Milei fue entrevistado nuevamente por los mismos periodistas de televisión que siempre lo entrevistan. Tres aduladores que no hicieron ni una sola pregunta complicada. A lo largo de la semana, en sus respectivos programas, todos reprodujeron lo dicho por el presidente y reforzaron su visión y frases”. Tal la consideración que recogen algunos de los presuntos forjadores de opinión que apenas ofician de meros alcahuetes de los sectores dominantes.
Por el contrario, hace unas pocas semanas el The New York Times publicó un texto de su Comité Editorial titulado “Trump domina el Partido Republicano, y eso afecta a todos los estadounidenses”. Recogemos tres párrafos de ese escrito:
“El Partido Republicano está renunciando a todas sus responsabilidades y, en su lugar, se ha convertido en una organización cuyo objetivo es la elección de una persona a expensas de cualquier otra cosa, incluida la integridad, los principios, la política y el patriotismo”.
“Como individuo, Trump ha demostrado un desdén por la Constitución y el Estado de derecho que hace que no sea apto para ocupar la presidencia”.
“Un partido sin disenso ni debate interno, que solo existe para servir a la voluntad de un hombre, es también un partido incapaz de gobernar”.
Vale la pena destacar que no se trata de la opinión personal de un periodista, sino la posición editorial de un periódico influyente.
Fontevecchia también puntualiza la gran diferencia entre nuestro periodismo y el brasileño. Mientras los grandes medios del país vecino fueron muy críticos con Bolsonaro, “en Argentina, como sucedió con las tantas dictaduras militares en el pasado, -apunta el director de “Perfil”- el rencor de clase que generó el peronismo en sus antagonistas hizo que se terminara apoyando a cualquiera con tal de que se instrumentaran las políticas económicas con las que se coincidía. Fenómeno que al atravesar a sus audiencias arrastró la línea editorial de muchos medios”.
El periodista puntualiza que “la neodecadencia argentina debilitó los mecanismos de defensa de todos los agentes, incluidos los medios de comunicación, frente a la misma tragedia. Los medios en Estados Unidos y Brasil se defienden mejor ante el mismo flagelo de la polarización política y el ascenso de la ultraderecha”.
En otra columna, que es continuación de la anterior[3], el dueño del grupo Perfil destaca que “llama la atención la tolerancia y casi silenciosa aceptación de los medios tradicionales, y con mayor capacidad de resiliencia, a las humillaciones que Javier Milei somete a sus periodistas”.
Queda por discernir si se trata de una pura genuflexión o de convicciones sobre su propio personal que las empresas comparten con el poder político de turno.
Un amigo suele repetir que en nuestras últimas elecciones presidenciales se enfrentaban un malnacido y un loco y que él prefirió votar al primero porque resultaba más previsible, mientras que el desquiciado podía “saltar con cualquiera”.
En su segundo artículo Fontevecchia narra una anécdota parecida pero con el final invertido. Dice que se la contó el director del principal diario de San Pablo, quien se la atribuyó a un colega suyo de la Argentina. Para este directivo criollo el apoyo a Milei estaba justificado porque mientras “el hijo de puta no cambia”, con el loco quedaba “la esperanza de que con un buen psiquiatra se lo encamine”.
Si creemos en la veracidad de esta cadena de decires, deberíamos estar preocupados, porque la reflexión no sucedió entre los desvaríos de unos atorrantes sentados a la mesa de un bar, sino que provienen de un profesional con la responsabilidad de ofrecer guía serena y reflexiva al conjunto de sus lectores.
Las dos anécdotas e incluso la caracterización de los personajes protagónicos documentan descarnadamente que las expectativas de cerrar la grieta que atraviesa a la sociedad argentina están muy lejos de ser satisfechas. Y al mismo tiempo espejan el papel disvalioso y servil que -al menos hasta que la tendencia crítica incipiente detallada al comienzo de esta Aguafuerte se mantenga y profundice- viene cumpliendo una porción significativa de nuestro periodismo, consagrada a defender hasta lo indefendible.
[1] Véase “Periodismo y medios: EE.UU., Brasil y Argentina”, en https://www.perfil.com/noticias/columnistas/periodismo-y-medios-eeuu-brasil-y-argentina-por-jorge-fontevecchia.phtml
[2] Véase la nota completa en https://www1.folha.uol.com.br/colunas/sylvia-colombo/2024/02/meios-de-comunicacao-da-argentina-se-dobram-a-javier-milei.shtml
[3] Véase “Milei quiere disciplinar a periodistas”, en https://www.perfil.com/noticias/columnistas/milei-quiere-disciplinar-a-periodistas-por-jorge-fontevecchia.phtml
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