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03/12/2023

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Para salir de la equivocación

Para salir de la equivocación | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
(Ilustración: gentileza).

El filósofo Ricardo Forster dijo que “pasamos de la política como argumentación a la política como afectividad, Milei ganó en el terreno de la emocionalidad pura”. Esta nueva forma de interpelación y vinculación social ponen en crisis nuestros modos de interpretar la sociedad y construir política.

Ricardo Haye *

En diciembre de 2010 un grupo de familias ocupó tierras del Parque Indoamericano en el barrio porteño de Villa Soldatti.

El jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires era entonces Mauricio Macri, quien dispuso una feroz represión policial cuyas incidencias pudieron ser seguidas a través de las imágenes televisivas.

En ese momento Macri cavilaba acerca de la posibilidad de presentarse como candidato en las elecciones presidenciales del año siguiente. Sin embargo, desistió y prefirió ofrecerse para un segundo mandato al frente de la capital argentina.

Algunos pensamos que algo se había roto cuando vimos la furia del ataque uniformado contra esas personas que intentaban conseguir un lugar para vivir, como garantiza la Constitución argentina. Y con alguna cuota de ingenuidad supusimos que la imagen del alcalde podría sufrir algún daño.

Pero no fue así: miles de porteños ratificaron su apoyo al individuo que mejor sintonizaba con sus ideas conservadoras y de derecha. La mayoría del electorado de la ciudad de Buenos Aires viene ratificando desde hace años que esa es su opción ideológica favorita.

Esa muestra de equivocación en las ponderaciones sociales volvió a repetirse en los comicios presidenciales recientes.

Ricardo Forster, un pensador que estas Aguafuertes tienen en alta estima, dijo hace unos días que la derrota electoral del oficialismo podía imaginarse de antemano, pero que nunca se pudo anticipar su magnitud.

El filósofo considera que quizás estemos asistiendo a una profunda transformación cultural y subjetiva de las relaciones entre las personas. Y puntualizó que a su juicio “pasamos de la política como argumentación a la política como afectividad. Milei ganó en el terreno de la emocionalidad pura. En el debate que mantuvo con Sergio Massa, todos aquellos que tenemos una relación con la política que incluye la pasión y el deseo, pero también la racionalidad, estábamos convencidos de la claridad del triunfo argumentativo de Massa y la incapacidad de Milei para responder apenas nada. Por eso esa noche nos fuimos a acostar tranquilos y ese fue nuestro error. Nos equivocamos. Porque una parte mayoritaria de la sociedad argentina interpretó lo contrario a lo que habíamos leído nosotros. Ese sector leyó emocionalmente el debate. Consideró que Massa era un político avezado, lleno de jugarretas y estrategias muy hábiles propias del dirigente profesional que “se las sabe todas” y que Milei era espontaneo, sincero. Que su no saber juega en espejo con el no saber de una parte mayoritaria de la sociedad, que no se identifica con el que sabe sino con quien no sabe”.

Forster manifiesta su preocupación por la manera en que prima esta dimensión de la emocionalidad, facilitando que el mito se constituya de una manera puramente irracional.

Esta nueva forma de interpelación y vinculación social confronta con la tradición política contemporánea y determina un plano de realidades muy difíciles de precisar. Tanto que ponen en crisis nuestros modos de interpretar la sociedad y construir política.

El autor que sirve de referencia a estas notas plantea que es imprescindible interrogar los límites del propio proyecto político y agrega otra pregunta insoslayable: ¿está en condiciones una parte significativa de la sociedad de resistir la brutalidad que podría sobrevenir si la lógica del ajuste que está planteando el tándem Milei-Macri se lleva a cabo en toda su dimensión?

Lo que entra en juego es el desmembramiento de lo popular, de una clase llamada obrera que hoy tiene poco de clase y menos de obrera, con la emergencia de un cuentapropismo que no solo es económico sino moral, porque está ligado a un conjunto de valores y presuntas virtudes orientadas hacia un hiperindividualismo o autorreferencialidad, a la acción heroica de un individuo que se aventura en el terreno farragoso del intercambio mercantil en el que si triunfa es exitoso, y si no lo hace es por su propia responsabilidad.

Ricardo Forster manifiesta preocupación por la dimensión puramente emocional de la política.

 

Este cronista piensa que las reflexiones del filósofo que citamos ayudan a pensar más allá del inmediatismo y la lamentación por el daño inconmensurable que sufrirá el denominado campo nacional y popular. Un perjuicio que será mucho más grave si no se adquiere conciencia de la necesidad de constituir una oposición sólida. Porque solamente con fuerzas políticas consistentes se podrá poner un dique de contención a las políticas de desmantelamiento del Estado, endeudamiento internacional, conculcación de derechos, endiosamiento del mercado hasta límites exasperantes, flexibilización laboral y precarización del empleo, destrucción de un aparato productivo que no podrá hacer frente a la apertura indiscriminada de nuestra economía y alineamiento con las administraciones de extrema derecha que aparecen en otras naciones. Además, es desde allí que deberá comenzar la construcción de un proyecto vertebrador de energías democráticas puestas al servicio de la recuperación económica, de un estado de bienestar que no sea la versión enmascarada del capitalismo rampante, de la dinamización social, y de la suma de derechos y garantías en la ruta inaugurada a comienzos de este siglo.

Para todo eso habrá que aprender a procesar una discursividad que haga lugar a las emociones genuinas (no impostadas) y que no por ello abandone la argumentación seria, porque de lo contrario seguiremos expuestos a equivocaciones como las que nos trajeron hasta aquí.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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