La extrema derecha argentina ha revelado una aptitud notable para establecer agenda.

Las propuestas extravagantes que desde hace meses viene formulando Milei, su candidato estrella, mantienen entretenidos a los medios (tanto opositores como oficialistas; los hegemónicos y aquellos que no lo son) y tienen discutiendo sobre ellas al sector de la población que aún conserva cubiertas sus necesidades básicas.

Porque, convengamos: los debates acerca de la privatización de las calles o la eliminación del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) o del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) se encuentran a años luz de distancia de cientos de miles de personas cuyos ingresos no les garantizan una subsistencia digna; de las numerosas familias que no pueden parar la olla y ofrecer dos comidas diarias a sus hijos.

La proposición -aún más asombrosa e intolerable- de habilitar mercados para la venta de órganos o la compra de criaturas, sacude las conciencias de unos cuantos mientras resbala por la piel curtida de muchos a quienes les han hecho naturalizar por la fuerza que son sujetos subalternos e incapaces para ejercer la paternidad.

No obstante, periódicos, radios y canales de TV de distinto tipo vienen ocupándose ampliamente de manifestaciones de docentes, investigadores y realizadores fílmicos agredidos por expresiones que ponen en duda los beneficios de sus actividades.

No está mal que recojan esos testimonios y reflejen las ventajas de contar con sistemas de impulso y desarrollo de la ciencia y de la técnica o con los peligros de clausurar de plano la comunicación de matriz pública, tal como La Libertad Avanza pretende hacer con Canal 7 y Radio Nacional, entre otros medios.

Pero resulta sumamente riesgoso excluir o limitar de la representación y el análisis otras cuestiones, como la pronunciada degradación de la capacidad adquisitiva de los salarios y las amenazas que se ciernen sobre los derechos de los trabajadores.

Sería muy adecuado y pertinente inspirarse en el trabajo de artistas como Ernesto de la Cárcova que, en lugar de alardear discursiva y machaconamente acerca de “la realidad”, la reflejó vigorosamente en su óleo “Sin pan y sin trabajo” (1893-1894). Las herramientas ociosas de ese hombre impotente para abastecer a la familia y su esposa, agotada al punto de ya no poder alimentar a la criatura que desfallece en sus brazos, configuran un testimonio de tragedia y desesperación.

Hoy podemos cuestionarnos si las representaciones actuales honran el compromiso de aquella expresión desgarradora o si están consagradas a desviar la atención de la sociedad a través de bufonadas y propuestas estrafalarias.

Procurando siempre evitar las conductas paranoicas, uno no deja de interrogarse en estas horas si, detrás de los anuncios estrambóticos del aspirante despeinado y de sus revelaciones acerca de las comunicaciones que sostiene con sus mascotas perrunas muertas y -más recientemente- de su noviazgo intempestivo y muy oportuno con una humorista, no subyacen otras intenciones.

Por ejemplo las de mantener distraída a la gilada recurriendo a la estrategia del tero, que grita en un sitio distinto de aquel en donde puso los huevos.

¿Acaso intentan despistar al electorado? ¿Qué podrían estar queriendo ocultar? ¿Quizás una amputación territorial? ¿Tal vez el desmembramiento nacional? ¿A lo mejor la implementación de políticas de coloniaje? ¿O la extranjerización de nuestras reservas naturales?

A esta altura del partido, que las usinas al servicio contumaz de causas antipopulares colaboren con entusiasmo, ya no puede sorprender a nadie. Pero que medios con otra predisposición ideológica se sumen como idiotas útiles a una presunta campaña como esa, debiera ponernos en guardia.

El esclarecimiento que nuestros investigadores vienen efectuando en materias tan diversas como la salud o la tecnología satelital, por mencionar tan solo dos de ellas, debe producirse mediante discursos robustos en sensibilidad social y comprensión de la situación de grupos humanos que tienen otras prioridades.

Porque es dable suponer que las audiencias que todavía mantienen acceso a condiciones alimentarias, sanitarias y habitacionales decorosas, disponen de mayores facilidades para conservar conciencia acerca del provecho mediato de la exploración espacial o submarina. Quizás, incluso se trate de grupos humanos ya convencidos de que el discurso libertario es una barrabasada de proporciones gigantescas.

A los que esta noche le sacarán brillo al plato buscando algo que llevarse a las tripas, mientras piensan y desesperan por lo que ocurrirá mañana, primero hay que calmarles el hambre y recién después ocuparse de unos horizontes que ni siquiera alcanzan a divisar.

Probablemente sea esperar demasiado de una administración como la actual, que ha demostrado considerable impericia en el manejo comunicacional, y del propio comando electoral del oficialismo, responsable de una campaña desteñida y mucho menos que mediocre. Pero aquello que esos canales sean ineptos para resolver, bien puede y debe ser asumido por la militancia.

De lo contrario, seguiremos avanzando hacia las tinieblas.