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Columnistas
20/11/2022

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Los adversarios repulsivos no nos embellecen

Los adversarios repulsivos no nos embellecen | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El personaje de Guillermo Francella en “El encargado” no es merecedor de simpatías, pero la serie es un rotundo éxito. Es una producción atractiva para analizar conductas humanas. El problema es que algunos sectores del público erigen a ese portero en objeto de identificación y motivo de admiración.

Ricardo Haye *

¿Por qué establecemos una (módica) empatía con el personaje que encarna Guillermo Francella en «El encargado»? ¿Es solo porque ese abogado con el que confronta nos resulta aún más repugnante (impecable caracterización de Gabriel Goity)? ¿O quizás sea porque todavía continuamos celebrando la viveza criolla?

Como quiera que sea, Eliseoes una muestra viviente de cuántas bajezas el ser humano es capaz de cometer; un compendio de todas las formas en que el egoísmo y la falta absoluta de sensibilidad o consideración por los demás pueden llegar a manifestarse.

El protagonista de la serie de los guionistas y directores Mariano Cohn y Gastón Duprat es un sujeto corrupto, oportunista consumado, mentiroso compulsivo y una fuente inagotable de recursos creativos al servicio de su exclusivo provecho.

El propio Francella dice acerca de la criatura a la que le presta el cuerpo que es “manipulador y oscuro”. Pero también es un obsesivo que ha montado una sala de inteligencia en la que acumula información de todas las personas que habitan en el edificio a su cargo, y traza estrategias que invariablemente priorizan los fines por encima de los medios que le permitan alcanzarlos.

No hay acción que encare si no es en su propio beneficio, tal vez con la única excepción del favor que le hace a Beba al ponerla a resguardo de un estafador (aunque también en ese caso podemos suponer que está preservando las ventajas que obtiene de su vínculo con la anciana).

En suma, no es una figura modélica y mucho menos merecedora de nuestras simpatías. Pese a ello, la producción difundida por la plataforma Star+ viene cosechando un rotundo éxito en la Argentina y en el resto de América Latina.

A lo largo de la historia de la narrativa universal hubo una buena cantidad de relatos protagonizados por pícaros sinvergüenzas, pero este resulta bastante más peligroso que eso: si no lo es (asunto que debería definir un especialista en salud mental), orilla la condición de psicópata. Y algunos de ellos son brillantes, característica que los vuelve considerablemente más amenazadores.

El noveno círculo del infierno, en un grabado del francés Gustav Doré.

Una vieja discusión se planteaba en torno a quiénes les reservaba Dante el círculo más bajo de su Infierno. Allí debían ir a parar los autores de "crímenes de la mente" o fraudes, que resultarían más condenables incluso que los de la fuerza. Si fuera así, Eliseoya sabría cuál será su destino.

Pero altos dignatarios eclesiales ya reconocieron que el infierno es apenas una alegoría, la de Alighieri no era más que una ficción y «El encargado»cabe en la misma definición.

Como tal, la serie tiene buen pulso narrativo para conquistar y retener el interés de los espectadores. No hay conflicto alguno en reconocerle sus virtudes. En todo caso, el problema no debería plantearse con la intencionalidad de la serie o las premisas de sus autores, sino en relación con las posibilidades que se abren en la fase de recepcióndel mensaje, es decir cómo lo perciben los públicos. Sobre todo frente a quienes decidan erigir a ese portero en objeto de identificación y conviertan su figura en motivo de admiración. Porque la estereotipia con la que la serie construye algunos de sus antagonistas (particularmente el referido abogado y el maniqueo sindicalista) no alcanzan a volverlo querible. Sería deseable que todos los espectadores posean suficiente destreza lectora para comprenderlo, y esa habilidad se adquiere ante la exposición sostenida a productos nobles e inteligentes.

El desarrollo de esa competencia nos permitirá entender que ni siquiera los adversarios más repulsivos pueden embellecernos; que los peores defectos de nuestros antagonistas jamás lograrán disimular los nuestros.

Los textos audiovisuales son muy atractivos como ventanas para el estudio y análisis de las conductas humanas, pero su aporte resulta mucho más productivo cuando contribuyen a enriquecer nuestra claridad de pensamiento, permitiéndonos distinguir los límites entre realidad y ficción.

En cualquier modalidad que nos alcancen, los mejores relatos siempre serán más significativos cuando, además de gratificarnos el espíritu y generarnos fruición estética, también nos provean experiencias (incluso vicarias) que nos enaltezcan el alma.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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