Ya desde antes que la pandemia alterara nuestros modos de vida, algunos filósofos venían avisando que algunas ritualidades se están extinguiendo. Esa pérdida se encuentra asociada a la disipación del espíritu comunitario y, sobre todo, a la mengua de su componente festivo¹.

En ese contexto la radio cumplió un siglo de vida y comienza a internarse en su segunda centuria, tal vez sin que algunos hayan advertido su condición de vacuna para frenar las tendencias mencionadas.

El producto etéreo que el medio sonoro ofrece nos envuelve, nos acuna, pauta nuestra cotidianeidad, y hasta sostiene algunas de esas ritualidades que se encuentran en riesgo de desaparición.

De hecho, despertarse con la radio es un protocolo (ahora que esa palabra se ha puesto de moda), que muchos mantienen y entrar en el sueño con el receptor susurrando es también un rito que otros tantos conservan.

Incombustible, la radio ha vivido ajustándose y reajustándose al desarrollo tecnológico incesante del siglo pasado y lo que llevamos del actual, adaptándose a los cambios estructurales de la sociedad. Evolucionando para alcanzar territorios cada vez más amplios y, al mismo tiempo, desterritorializándose al punto de mutaciones cruciales de identidad. Por consiguiente, es lógico preguntarse si esa condición proteica la acompañará ahora que ha ingresado a su segunda centuria.

Sobre estas y muchas otras cuestiones debatieron durante tres días intensos, académicos y profesionales universitarios vinculados con la actividad de la comunicación sonora. Ocurrió durante las Jornadas Universitarias La Radio del Nuevo Siglo, que constituye una ceremonia anual que empecinadamente y con entusiasmo mantienen el Grupo de Docentes de Radio y la Asociación de Radios Universitarias Nacionales de la Argentina (ARUNA).

Precisamente el actual presidente de esta última organización, el jujeño Claudio Añazgo, ponía en valor esa red al establecer que, junto a la que integran las emisoras pertenecientes a Radio Nacional, componen una presencia diseminada por toda la geografía argentina y apuntando que algunas estaciones académicas están implantadas incluso donde la cadena oficial no tiene presencia.

Es probable que algunos sectores de la vida universitaria no hayan tomado conciencia aún de lo que esto significa y las posibilidades que ofrece para intensificar el contacto con segmentos sociales cuya relación con la vida académica es inexistente en la realidad y el imaginario de sus integrantes.

En momentos en que han proliferado expresiones barbáricas y supercherías anticientíficas, el mensaje de las radios académicas debe funcionar como un dique de contención a esas manifestaciones que intentan hacer retroceder el reloj de la historia.

Los participantes de este encuentro, que nació en la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional del Comahue y ya suma veintiocho años de historia, debatieron acerca del modo en que la radiodifusión universitaria puede participar benéficamente en la reconexión de una sociedad fragmentada y sus posibilidades de contribuir a superar la resaca del confinamiento y la aislación que la pandemia nos impuso.

Todo fue posible tras una laboriosa arquitectura que sirvió para edificar un encuentro auténticamente federal: alrededor de 25 universidades participaron a través de sus estudiantes, docentes, investigadores, realizadores y directivos.

El modelo organizativo, que diseminó responsabilidades en distintas orillas de la República, también merece ser tenido en cuenta a la hora de planificar reuniones similares.

Expresiones de espesor conceptual muy significativo compartieron tribuna con aportes cuestionadores que invitan a seguir reflexionando y, en medio de esa discursividad plural y variada, hubo islas deliciosas con realizaciones sonoras estudiantiles que entregaron tonadas y tonalidades representativas de diversas regiones del país. Eso permitió constatar que ni siquiera la crisis sanitaria global pudo frenar el quehacer de cátedras y talleres en los que continúa la forja de los comunicadores del mañana. Más de 60 trabajos fueron enviados desde carreras afincadas en Rosario, el Comahue, Paraná, Córdoba, Ushuaia, La Plata, General Sarmiento, Olavarría, Tucumán, Quilmes, La Matanza, Lomas de Zamora y Río Cuarto.

Amanece un tiempo desafiante, que pondrá a prueba la capacidad de este conglomerado de voluntades para fortalecer una alternativa eficaz ante la banalidad, la falta de compromiso, el desapego a la verdad y el excluyente criterio crematístico que gobierna gran parte de la producción de los medios concentrados más poderosos de la Argentina.

Foto gentileza de Jorge Arabito – Miradas del Centro).

El punto en común de todas las manifestaciones escuchadas durante estos tres días de encuentro virtual (tal como exige la época) fue el deseo ferviente de que la radiodifusión universitaria sirva para mejorar nuestro estar en el mundo. Para eso hace falta que contribuya a resolver asimetrías sociales; facilite la promoción humana, a escala individual y comunitaria; cree conciencia acerca de los riesgos enormes planteados por los cambios climáticos; eduque para que las personas tomen el control de las tecnologías y eviten ser controlados por ella; actúe como cemento social superador de grietas; confronte con la reiterada tendencia al equívoco o la falsedad periodística y haga todos los esfuerzos posibles para que nadie quede excluido o excluida del banquete de la cultura y el arte.