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Abogado laboralista y consultor de la OIT en temas referidos a libertad sindical, Meguira fue también uno de los fundadores de la CTA junto a Víctor De Gennaro, en 1991.
-¿Cuál es la situación hoy del mercado de trabajo?
El empleo privado en la argentina tuvo un crecimiento desde el 2003 al 2007, leve pero sostenido. A partir de ese año no se crean nuevos puestos de trabajo y a fines del 2015 empieza la declinación. De acuerdo al Observatorio de Derecho Social desde noviembre a junio incluido hemos perdido 137.000 puestos de trabajo. Eso implica una pérdida importante pero tampoco que no haya pasado antes. Pasó en la crisis del 2008 que provocó que el gobierno de entonces generara un subsidio a las empresas y pasó nuevamente pero, mucho más leve, en 2011. Es decir hay ciclos. Pero para mí lo más preocupante es la no creación de puestos de trabajo y que gran parte de los despidos forman parte de un plan de este gobierno para lograr una rebaja sustancial en el salario real. Si hay pérdida, o amenaza de pérdidas de puestos de trabajo, y después hay baja del salario real hay una ecuación que dice que pierden los sectores populares. Esto se manifiesta con una gran baja del consumo y también con una declinación en la producción industrial. Necesariamente vamos camino al desempleo de dos dígitos que, traducido, significa disciplinamiento social.
-Muchos comparan la situación actual con la década del 90
Ahora la clase trabajadora no es la de la década del 90, o principios del 90 cuando era posible decirle al trabajador “dejá tu trabajo y hacé tu propio emprendimiento, hacé la tuya”. Nos fue muy mal con eso y los trabajadores lo saben, quedó en el social histórico. Ahora pelean por sus puestos de trabajo y, los sindicatos que luchamos por la no pérdida de los puestos de trabajo estamos acompañados por grandes sectores de trabajadores, algo que no sucedió en la década del 90. Ahora es consciente que si pierde su trabajo pierde gran parte de su vida. A su vez las organizaciones sociales no son las mismas. Se empiezan a organizar a través del cutralcazo, del tartagazo, de las luchas en Tierras del Fuego y en el gran Buenos Aires con posterioridad. Los grupos empezaban a nacer en ese momento. Ahora están constituidos y sobrevivieron. Están mucho más preparados para dar una pelea que antes. En la década del 90 tampoco existía la CTA ni la conciencia de auto organización, que podían, si el sindicato no les daba bolilla, organizarse solos. Ahora existe. Por lo tanto yo creo que la resistencia popular al ajuste, al plan de austeridad, va a ser mucho más profunda que en la década del 90.
-¿Cómo se planta el gobierno de Mauricio Macri frente a esto?
Estamos ante estrategas, ellos saben esto. Evidentemente están probando y graduando el terreno. Lo de Hebe de Bonafini fue una prueba, prueban a la opinión pública. Lo de Milagro Sala es una prueba. Hay distintas pruebas de símbolos, ellos manejan muy bien los símbolos. Durán Barba y todo su grupo de asesores manejan muy bien la simbología popular. Y acá lo que es fuerte es el poder popular. Lo que ellos temen y quieren atacar, es el poder popular. Esta dicotomía que nos quieren meter a todos, vos sos M o vos sos K, es como decir, a usted le gusta el perro de la derecha o el perro de la izquierda. No, a mí no me gustan los perros, no tengo por qué elegir. Hay una mentalidad binaria permanente de que elijamos entre una u otra opción que se retroalimentan entre sí. Pero el campo popular va a generar otra cosa necesariamente. ¿Lo va a crear porque va a optar por una o por otra? No, lo va a crear porque las opciones políticas del campo popular nacen en la calle y en la lucha. Necesariamente esto va a generar otra cosa, va a haber otra experiencia que va a permitir canalizar en otro tipo de política.
-Lo de los tarifazos ¿También es una prueba?
Fue un avance en tiempo de confianza. Eso también está medido. El pueblo argentino es muy leal, le da a los gobernantes un tiempo de tolerancia. Desde los 80 está calculado que es de entre un año y un año y medio. Después empieza la indignación. No estoy hablando del politizado sino del laburante común, de la persona que no tiene preparación entre comillas, politizada. El tarifazo se apresuró, no se hizo un plan, producto de que saben que está ese tiempo, además del recambio en 2017.Saben que esto mismo puesto en dos años de política de ajuste puede generar cualquier cosa. No me gustan esas palabras que presagian y se repiten como levantamiento popular. Va a haber resistencia, en términos genéricos. No empecemos a definir lo que va a ser porque nos vamos a equivocar. Todos decían en el 2001 que era un fin, pero nadie del campo popular, y fue un desconcierto inclusive, lo de la rebelión. Los grupos políticos no sabían cómo hacer. Entonces, estemos atentos. Hay base de preparación para esa reacción, pero no nos apresuremos a decir cómo y cuándo va a ser porque va a tener sus tiempos de maduración. Es un ensayo lo de ellos, pero también son un ensayo los cacerolazos. Todo el mundo está ensayando. Todavía en el campo popular no se ha definido cómo es la fuerza organizada de los distintos grupos y sectores que va a oponerse en este periodo de resistencia. Hay acuerdos, hay búsqueda, surgimiento de grupos nuevos. Los que van a resistir son los que no perdieron el hábito de la calle.
-¿Cree que hubo gente que perdió el hábito de la calle?
Construyó desde lo institucional. No quiere decir que no haya construido poder, pero se basó en medidas de gobierno. La imaginación del campo popular cuando no tenés el gobierno para resistir es maravillosa porque, o resistís con tu fuerza, o te pasan por arriba. Esos mecanismos los tienen los que pelearon en los 90 o que no dejaron de pelear en la década del 2003 al 2015.
-¿Fue sorpresiva la victoria de Macri? Da la sensación que algunos quedaron como impactados
Me da toda la sensación de que estaba todo preparado para que ganara (Daniel) Sciolli. Una cuestión de menú, y de incapacidad del campo popular de no crear una opción en serio, generó la victoria de Macri. Pero hay aprendizajes. Recuerdo en la década del 90, inclusive en el 2000, que se debatía en el campo popular insurrección o elecciones, es decir, unos opinaban que la revolución era ganar el Estado y otros que ganar el Estado no servía para nada y que había que construir en lo territorial. Ya tenemos casi unanimidad, sectores impensados van a elecciones. Ahí tenemos una cosa resuelta que es el respeto a las instituciones de la democracia burguesa, y concretamente, intervenir para generar además del poder territorial, y del poder sindical, un poder electoral. A todos esos poderes hay que coordinarlos para generar y reconstruir el campo popular.
-Hace poco, desde el diario La Nación se alentó una reforma laboral ¿Hay posibilidad de que el gobierno avance con esto?
Los cambios legislativos son irritativos. Hay elementos que generan indignación popular en los trabajadores, la muerte del trabajador en su lugar de trabajo, primero. Le sigue la rebaja nominal del salario y luego la modificación de las condiciones y rebaja de las jubilaciones. El trabajador quiere mucho a los viejos. Hay una tradición del cuidado de los laburantes que se jubilaron porque el trabajador ve ahí su futuro y si queda abandonado genera mucha bronca. El gobierno quiere avanzar. Ya mandó su primer proyecto flexibilizador que es el empleo joven, una medida que ya fue rechazada en su momento. Empezó con lo más light, lo más sencillo, los jóvenes no tienen empleo, entonces, dicen, generemos condiciones. Pero es filosóficamente falsa la creencia de creer que cuánto más bajan sean las condiciones más empleo se generará. Es un principio absolutamente absurdo. En el 94 tras la firma del famoso acuerdo marco para el empleo y la productividad, se generó el periodo flexibilizador más grande de la historia. Entre 1995 y 2000 fue el periodo donde más leyes flexibilizadoras se intentaron imponer. Ahí nacieron las AFJP, las ART, la ley para la pequeña y mediana empresa, todos los proyectos flexibilizadores. Se desregularon las obras sociales sindicales. Todo pasó en ese período pero, sin embargo, no se creó un solo puesto de trabajo. Yo te lo puedo decir porque lo laburamos pero en el trabajador está en su memoria histórica, de alguna manera ya lo saben. Eso es un punto de partida. A mí lo que más me preocupa es la falta de humildad que tenemos en el campo popular para superar nuestras diferencias, es decir si permanecemos segmentados nos van a pasar por arriba. Nosotros tenemos una tendencia a ser cabeza de león pero no cola de ratón, no hay renunciamientos históricos, la historia no se construye únicamente con el heroísmo también con los renunciamientos, pero lo que pasa es que todos quieren figurar en la foto. Hay mucha más conciencia en el renunciante que en el protagonista. Y Argentina tiene muchos cuadros intermedios, tiene mucha reserva ética que, por supuesto, no es estimulada por los medios masivos de comunicación.
-Usted hace mención de la memoria histórica de los trabajadores. Entonces ¿Por qué cree que ganó Macri?
Fue una opción al cambio. Nosotros sabíamos de donde provenía, de qué familia, a qué colegio fue, pero el votante no. Una parte quiso cambiar. Yo no soy partidario de decir que el pueblo se equivocó, que compraron lo que los medios masivos de comunicación le vendieron. Todo eso existe pero el pueblo optó por el cambio. Es lo único que podemos decir. Pero ya hay una gran proporción de arrepentidos. No va a haber Estado democrático sin sociedad democrática, es decir, si la sociedad no se democratiza. Si no se pone a la población en estado deliberativo no va a haber cambio sólo va a haber nuevas figuras. Reproducir los valores populares es una de nuestras tareas. Está probado que ganando el Estado solo no pasa nada. Tenemos que construir movilización popular. Esa lógica que es tan simple, es lo que más cuesta. Se da fundamentalmente en el campo sindical, que es un campo enteramente conservador en sus métodos, no percibe los cambios. Hay otros campos más dinámicos. Las organizaciones sociales por ejemplo. Otro elemento que no es dinámico son los partidos de clases, son dogmáticos, no es que hagan una lectura genérica del marxismo leninismo, que le hagan una adaptación a esta etapa del capitalismo sino que siguen aplicando lo que era en esa etapa del capitalismo. Ahí se equivocan. El capitalismo muta y rápido.
-¿Cuál debería ser en esta etapa el rol del campo sindical?
La CGT tiene su método y es el burocrático. Nosotros somos mucho más complejos. Los dos dirigentes (Hugo) Yasky y (Pablo) Michelli fueron responsables de haber dividido la CTA como una naranja. Ellos no pueden ser los que construyan unidad. El que construye unidad es el estado deliberativo de la CTA y esto es lo que hay que hacer, poner a la CTA en estado deliberativo. Sabemos que finalmente va a concluir en una unidad pero en una unidad que modifique absolutamente todo, que adecue sus discursos cuyos principios generales creados por los fundadores en Burzaco fueron esos, pero a su vez que actualice qué pasó en estos 23 años. Hay reservas, hay cuadros para hacerlo, pero la pregunta es quién se anima a que empiece a haber deliberaciones conjuntas, bien de abajo. De ambos sectores. No se hace nada si no es deliberando, pero los dirigentes tienen un miedo a poner a los trabajadores deliberativos. Terror.
-¿Por qué?
Porque puede costarle la cabeza. Cada vez que hay deliberación vuela alguna cabeza y por eso gradúan la deliberación. Para permanecer. La pregunta es para qué quieren permanecer.
-¿Quedan desprotegidos los trabajadores con esta situación de las centrales obreras?
Si. El cenit de esa unidad, aunque sea de dirigentes, se produjo cuando supieron captar los comienzos de la indignación popular. Hubo dos movilizaciones muy importantes. Una convocada por ATE pero que fueron todos, y otra la convocada por las tres CGT y las tres CTA, el 29 de abril. No faltó nadie. En Buenos Aires se calculaban 300 mil tipos, pero al otro día se sentaron a negociar por el dinero de las obras sociales. Pero existimos.
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