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“El rufián melancólico” se abrió en el 2001, en plena crisis. Jorge Sierralta, su actual encargado dice, “el espíritu de esta librería lo infundió Yoel Novoa, un gran artista y librero, junto a Enrique Tempone que adquirió el local que antes pertenecía a una funeraria, lo que hacía que Enrique dijera irónicamente que en el barrio había descendido el número de fallecidos para aumentar el de lectores.” Por la librería pasan todo tipo de personas, desde buscadores de perlas extraviadas hasta cartoneros que le ofrecen a Jorge los más variados hallazgos entre los desechos urbanos. Para todos hay un tema de conversación que excede la transacción económica, lo que le da un plus cercano a la novelística de Roberto Arlt a la que pertenece el personaje que le da el nombre al local.
Como sucede varias veces al día, entra a la librería un conocido del barrio a ofrecer una colección completa de H.P. Lovecraft. "Tráela", le dice Jorge entusiasta, "Lovecraft se vende seguro", como si fuera el último hit. Ese tipo de transacciones son las que dan continuidad a un espacio que funciona independientemente de las transformaciones de época y los avances tecnológicos y posterga un cierre que se viene anunciando casi como inevitable.
Ademas de los libros, hay revistas de los 60, discos LP que suenan en un tocadiscos que fue la principal referencia de calidad de sonido que prevaleció por años, fotos en blanco y negro escapadas de archivos editoriales, atractivos afiches de películas olvidadas, las esculturas de Yoel Novoa, comics de los ‘80, collages variados, una caótica y aleatoria condensación de la cultura de la última mitad del siglo XX pareciera ser la principal características cuando uno se asoma al universo de “el rufián melancólico”.
“Mucha gente que pasa y entra se siente atraída porque encuentra cosas que lo llevan a otros momentos de su vida y que tienen una gran carga de emotividad” cuenta Jorge. “Acá también hay mucho de acumulación, del síndrome de Diógenes, aunque no nos aferramos a nada, todo circula”, agrega.
El anecdotario acumulado en los años de funcionamiento de la librería también es variado y podríamos decir, inagotable, porque no deja de renovarse diariamente.
"Un día vino una mujer muy agradable que me hizo un pedido muy particular; libros que ocuparan seis o siete estantes de un metro de largo con una altura específica y encuadernados en cuero sin importar de que se trataran pero que dieran un aspecto distinguido. No te imaginas lo que me costó conseguirlos. Eran para las oficinas de un importante representante de una cámara comercial del que, obviamente, no voy a revelar el nombre." Relata Jorge a modo de muestra de las situaciones que se presentan y atesora en su memoria.
"Todo se va volviendo hipermoderno, raro, sofisticado, cosmopolita, digital.
El mp3, la música digitalizada, como tantas otras cosas que se digitalizaron, cambiaron la industria tanto para bien como para mal y eso a su vez generó unos anticuerpos requeridos por el mismo mercado que hacen que muchas cosas como por ejemplo el vinilo, el viejo LP, se revitalicen pero fagocitadas, como una cáscara de algo que fue. Eso pasa también con muchos lugares que mantienen un aspecto "bohemio", pero es una fachada, no son lo mismo.
Hay lugar para lo especializado, lo gourmet, lo vintage, pero esta librería, "el rufián melancólico" no es vintage, no es "cool", es auténtica, hace veinte que no cambia" dice Sebastian Hacher, periodista con una larga trayectoria en coberturas y análisis de procesos sociales y ocasional visitante de la librería.
“La transformación no para” es el slogan bajo el cual el gobierno de Rodríguez Larreta está cambiando la fisonomía y las características de amplias zonas de la ciudad y constituye su plataforma como candidato presidencial. La campaña de Rodríguez Larreta solo en publicidad, de acuerdo a lo publicado por el diario "Tiempo Argentino"cuesta al menos $12 millones por día, sin hablar de las obras en sí que involucran alrededor de cien manzanas de la ciudad.
San Telmo está destinado irreversiblemente a convertirse en un polo de atracción turística y gastronómica, y "El rufián melancólico" es un especie de última trinchera que evoca un mundo que se va.
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