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15/07/2019

“Grieta”, “guerra”, “cepo”, “dinero K” y más inventos de Clarín

“Grieta”, “guerra”, “cepo”, “dinero K” y más inventos de Clarín | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Mediante alianzas con distintos gobiernos y/o por imposición de facto, el conglomerado mediático consiguió una imponente acumulación económica y política. Ese poderío es un factor de tamaña influencia social como para ponerle “nombre”, denominaciones, términos, palabras, a la realidad que vive el país.

Miguel Croceri

A la disputa de poder por la democratización de la comunicación durante el gobierno de Cristina Kirchner, casi todos los sectores políticos, periodísticos y los enunciadores públicos en general, la llamaron “guerra”. La metáfora, de por sí, lleva implícita la introducción de una imagen semántica de violencia en los discursos políticos -y de la violencia más extrema que haya inventado el ser humano, que es la guerra- y por ello su utilización misma podría ser discutible.

Pero además el uso de ese término, y fundamentalmente su naturalización e incorporación al repertorio lingüístico más habitual para referirse a aquel tema, es una diáfana y rotunda muestra del poder y la influencia que tiene sobre el conjunto de la sociedad el conglomerado empresarial mediático que gira con el nombre de “Grupo Clarín”.

(La expresión “periodismo de guerra” fue reconocida por el hoy fallecido periodista Julio Blanck, quien fuera uno de los jerarcas de la redacción del diario que da nombre a la cadena mediática, y también uno de los ejecutores televisivos de la estrategia editorial y política de la empresa. Sus declaraciones las hizo en 2016 durante una entrevista con el medio digital informativo “La Izquierda Diario”. El tramo específico consta en un video de 4 minutos publicado por Infobae el año pasado, cuando Blanck murió, y reproducido por la plataforma digital de noticias, publicidad y entretenimiento MSN. Posteo del 07/09/18).

Fue la conducción de ese conglomerado empresarial la que, precisamente, introdujo la expresión “guerra contra Clarín” para connotar cómo interpretaban ellos -y, más todavía, cómo quería que la sociedad interpretara- el hecho que un gobierno elegido por el voto ciudadano quisiera entrometerse en su imponente acumulación económica y de poder, desplegada gracias a alianzas políticas de la empresa con distintos gobiernos y/o imposición de facto en cuatro momentos diferentes.

El primero fue cuando se asoció con la dictadura y con los propietarios del diario “La Nación” para quedarse con la empresa monopólica de la fabricación de papel, “Papel Prensa”, en 1977 -unas dos décadas antes de que existiera Internet, y por lo tanto cuando manejar la producción y distribución de ese insumo era dominar al conjunto del periodismo gráfico del país-, y mientras miembros de la familia Gravier, que era propietaria de la fábrica, estaba prisioneros en los lugares de encierro y exterminio del régimen genocida.

Otra instancia clave ocurrió en 1989, en los primeros meses del gobierno de Carlos Menem, cuando el conglomerado mediático recién en formación -sobre la base del poderío acumulado con el diario fundado en 1945- y ya dirigido por Héctor Magnetto, se quedó con Canal Trece y Radio Mitre en el reparto del botín de emisoras televisivas y radiales que perpetró el menemismo al privatizar los medios de comunicación estatales existentes.

Un tercer periodo determinante para la consumación de la expansión de la cadena Clarín tuvo lugar cuando, como lo dice sencillamente Víctor Hugo Morales, “se robaron el fútbol”. Mediante extorsiones a empresas pequeñas o medianas de distribución de televisión por cable en las provincias, a las cuales les negaban los derechos de trasmitir los partidos y en cambio solo podían hacerlo los canales locales propios o de sus asociados, el cártel se fue apropiando uno tras otro de los sistemas de televisión paga en todo el territorio nacional hasta acumular en cierto momento más de 240 empresas.

(Ese número fue confirmado oficialmente durante el gobierno kirchnerista, y su localización geográfica está precisada en una información que publicó en 2013 la agencia pública de noticias Télam. Nota del 24/09/13).

El cuarto momento de consolidación del poderío del cártel Clarín tuvo un hito apenas asumió el gobierno de Mauricio Macri. En la semana de la Navidad de 2015, en medio del jolgorio de las Fiestas, fue perpetrada una de las maniobras determinantes para constituir los pilares del régimen de derecha que está azotando a nuestra Patria.

En un hecho de una violencia jurídica sin antecedentes, ya que anteriormente solo las dictaduras derogaban leyes de la Nación por decreto, el nuevo presidente lo hizo: mediante feroces decretazos, derogó de facto las cláusulas antimonopólicas de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (comunmente llamada “ley de medios”), e hizo lo mismo con la ley de telecomunicaciones “Argentina Digital”.

Al mismo tiempo, eliminó brutalmente a los órganos públicos de control legalmente constituidos -entre otros, la Autoridad de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) y Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y la Comunicación, (Aftic)-, echó con la Policía a sus legítimas autoridades, y sentó las bases para que el Grupo Clarín afianzara sus posiciones dominantes en el mercado y luego siguiera su expansión sin límites con la compra de Telecom.

Palabras para nombrar la realidad

De aquellos polvos, estos lodos.

El inmenso entramado empresarial conseguido en distintas “eras geológicas” de su accionar inescrupuloso y antidemocrático, convirtió al cártel Clarín no solo en el conglomerado que maneja la comunicación audiovisual -además de muchas áreas de la industria del entretenimiento-, sino que ese poderío es un factor de tamaña influencia social como para ponerle “nombre”, denominaciones, palabras, a la realidad que vive el país.

El caso más emblemático es el término “grieta”. Hoy lo pronuncia y, más que pronunciarlo, a partir de él “piensa” y debate el complejo cuadro político, económica y social de la Nación, prácticamente todo el espectro de sectores. Incluido el kirchnerismo, espacio contra el cual fue inventado ese término en el sentido en que hoy se lo usa en el discurso político argentino.

La palabra fue dispersada hasta los rincones más inconscientes del imaginario social luego de que empezara a mencionarla desde las pantallas televisivas del Grupo Clarín -Canal Trece y TN- el periodista, showman y empresario de negocios turbios Jorge Lanata.

Le siguieron decenas, luego centenares y finalmente miles de enunciadores públicos que terminaron por naturalizar una expresión que, en el fondo, carga con un contrabando político-ideológico bastante sencillo y rústico: el kirchnerismo es tan pero tan “malo” y perverso que vino a dividir a los argentinos y a provocar una “grieta” en la sociedad, las familias, los grupos de amigos, los ámbitos de trabajo y todos los vínculos donde antes se vivía en paz y estábamos todos felices.

Ese es (aunque pudiera sintetizarse de diferentes maneras) el significado de lo que quiso decir el poder de Clarín-Magnetto a través sus ejecutores que aparecen en televisión, radio y medios de cualquier soporte, y en la actualidad, por imperio de la evolución de las tecnologías, fundamentalmente también en redes y plataformas de la comunicación digital.

Eso es lo que quiso decir y logró que, prácticamente, todos y todas le hicieran caso. Es patético el modo en que hasta calificados/as dirigentes kirchneristas han aceptado ese contrabando semántico y describen asuntos de la política alrededor del eje conceptual de la “grieta”. Y sin miedo al ridículo, algunos/as crearon un neologismo y utilizan el verbo “desengrietar”.

Algo similar ocurre con la palabra “cepo”. A fines de 2011, cuando el gobierno de Cristina Kirchner tomó medidas para afrontar la escasez de dólares que necesita para crecer y desarrollarse un país que no emite esa moneda sino la propia, el Grupo Clarín encontró rápidamente la forma de inducir a la población para que tomara a esas decisiones como un ataque contra su libertad.

Los controles del mercado cambiario existen en una gran cantidad de países del mundo (quizás en una abrumadora mayoría, aunque ese dato debiera someterse a comprobación), y son instrumentos de política económica propios de la intervención del Estado en la economía.

En Argentina, si la oposición ganara las elecciones presidenciales se reimplantarán inmediatamente, porque es una herramienta imprescindible para frenar la fuga de capitales y la sangría de recursos que el capitalismo financiero está perpetrando en perjuicio del conjunto de la sociedad.

Pero no se trata de ningún “cepo”. Son regulaciones para la compra y venta de moneda extranjera para orientar recursos financieros que, como todos los recursos económicos, son finitos -no porque sean “chiquititos” sino porque tienen fin, son limitados, se agotan, no son interminables, poseen la característica de la finitud-, y por lo tanto se debe administrar su distribución.

Cómo la sociedad se piensa a sí misma

Un caso emblemático más sobre el poder del cártel Clarín para imponerle al conjunto de la sociedad cómo debe pensar y nombrar a los asuntos de la realidad, es la expresión propagandística disfrazada de información judicial “ruta del dinero K”.

Por supuesto que son muy pocas las personas en todo el país que tienen alguna noción de lo que eso significa. En cambio, son millones y millones las que desde principios de esta década, y también a partir de montajes realizados en espectáculos televisivos de acción psicológica sobre la opinión pública encabezados por el showman Jorge Lanata en los canales de la cadena Clarín, han percibido inconscientemente esa expresión, y sobre todo han incorporado su significado político estigmatizante.

Y aunque parezca mentira, no existe nada en los expedientes judiciales que se denomine “ruta del dinero K”. Se trata de causas -frecuentemente manejadas, aunque con excepciones, por jueces y fiscales ultra-antikichneristas- donde supuestamente se investigan maniobras de lavado de dinero en las que estarían involucradas más de 20 personas, entre ellas el empresario Lázaro Báez.

De paso: ni siquiera la brutal ofensiva de un aparato judicial corrompido logró hasta el momento comprobar vinculación de Cristina Kirchner con hechos delictivos. En marzo de este año se dictó su “falta de mérito”, lo cual significa que no existen elementos que ameriten continuar investigándola por ese motivo. La noticia incluso la publicó el propio diario Clarín (Nota del 23/03/19).

Pero una noticia perdida durante un día en alguno de los medios de la cadena, es una gota en el océano al lado de las miles y miles de veces que durante años se propagó al infinito esa consigna panfletaria de agitación político-ideológica: “ruta del dinero K”.

“Grieta”, “cepo”, “ruta del dinero K”, “guerra contra Clarín”, son algunas de las expresiones incorporadas al discurso político argentino de esta segunda década del siglo XXI, por decisión de una cadena mediática que tiene semejante acumulación de poder comunicacional y político como para inventar y lograr que se generalicen las palabras con las cuales la sociedad se piensa a sí misma, a sus conflictos, a la política, a la economía, a su historia, a su cultura y educación, y en general al conjunto de la vida colectiva.

El Grupo Clarín no es solo negocios y política, o simplemente una banda más de empresarios sin escrúpulos que, como la lógica más básica del capitalismo lo indica, aumentan siempre vorazmente su rentabilidad y reproducen hacia el infinito la acumulación de capital. Supera largamente esa dinámica, que de por sí le otorga un poderío enorme.

(Aviso a las/los lectoras/es: el final de este artículo recupera consideraciones publicadas hace dos años en Va Con Firma, en un texto de este mismo autor titulado “El poder del Grupo Clarín es mucho más que las tapas del diario”. Nota del 19/06/17).

Hoy, el poder de Clarín se asemeja a un leviatán. Está en todas partes. Es una cadena de medios que trasmite las 24 horas de todos los días de la vida. Maneja los sistemas de distribución de televisión paga en las principales ciudades del país, en muchas de ellas de manera monopólica y excluyente. Lo cual significa que decide cuáles canales de televisión pueden ver y cuáles no sus audiencias cautivas.

Sus radios AM y FM, con llegada a todo el territorio nacional igual que su canal TN de 24 horas supuestamente de “noticias”, más la edición digital del diario y de cualquiera de sus medios, actualizadas en todo momento y fuente de información para usuarios/visitantes digitales pero además para otros medios que adoptan y multiplican su mensaje, tienen una potencia arrasadora para constituir estado de ánimo y creencias de la población.

El discurso político del cártel Clarín (y los demás contenidos también, pero estas observaciones apuntan unicamente a esa temática) conecta no solo -y no tanto- con las percepciones racionales de los públicos, sino fundamentalmente con los gustos, la emotividad, los sentimientos, los deseos y todas las zonas más inconscientes de la subjetividad de las personas.

Por ello, tiene hasta el poder de determinar las palabras con las cuales se nombra a múltiples realidades que las argentinos y argentinos vivimos todos los días.

29/07/2016

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