Nunca antes, excepto durante la dictadura cívico-militar de 1976-1983, la investigación científica y tecnólogica ha sufrido tanto desprecio por parte del gobierno nacional como la acontecido desde que se instaló el actual oficialismo, a finales del año 2015.
Un reciente documento emitido por las autoridades del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), que reúne en su plantel de investigadores alrededor de 10.500 integrantes del más alto nivel académico, da cuenta de la aguda crisis que lo afecta. El directorio de esa institución estatal, compuesto por académicos designados por el Presidente y por representantes del cuerpo de investigadores elegidos democráticamente por sus pares, acaban de emitir una declaración pública con fuertes reclamos.
El pronunciamiento del directorio exige “… la recuperación de salarios y estipendios dignos y acordes a las tareas del personal del organismo, trabajadores o becarios…”. Explican que el eje de este reclamo está fundamentado en que “numerosos salarios están por debajo de la línea de pobreza
determinada por el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos)”.
El pedido está avalado por datos analizados por una fundación privada Cifra, preparado con datos del presupuesto de la Nación. En el estudio se consigna la pérdida promedio de poder adquisitivo del personal científico y administrativo del Conicet desde el año 2016.
Entre fines del 2015 y la actualidad, dicha perdida alcanza nada menos que al 37,6 % de los haberes, mientras que las erogaciones en Ciencia y Técnica del gobierno nacional cayeron en valores anuales desde el 1,5 % del PBI (Producto Bruto Interno) en el gobierno cuatrienal de Cristina Fernandez, a solo el 1,1 % en el año 2019, durante el último ciclo anual del gobierno de Mauricio Macri.
Este descenso supuso una reducción presupuestaria año tras año desde el 2016. Si se toma al 2015 con un valor 100, los datos indican que bajó a 92 en 2016, 90 en 2017, 75 en 2018 y 62 en 2019.
Es decir que ha sido una política de achicamiento ininterrumpida desde que asumió el Ing. Macri como presidente de la Nación, y es un signo evidente del absoluto desprecio de este gobierno por la presencia necesaria que la ciencia argentina debe hacer pasa afirmar el desarrollo integral del país.
Esta realidad contrasta con la experiencia de los gobiernos anteriores al actual. Así, entre el año 2007 al 2015 los aportes estatales a la función Ciencia y Técnica del gobierno nacional subió un 53% entre el 2007 - primer gobierno de Cristina Fernandez- y el 2015, cuando abandonó la Presidencia.
Lo que sucede con el Conicet se repite sistemáticamente en los otros organismos del Estado nacional dedicados a la imprescindible tarea de acrecentar el conocimiento científico en la
Argentina. Citamos los casos del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), la Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales, organismo encargado de la construcción de satélites espaciales) y el Instituto Nacional del Agua, que vieron caer sus respectivos presupuestos
entre el 2015 y 2019 en un 57,5%, 45,1% y 46,4 % respectivamente.
Este agudo retroceso implica un desconocimiento imperdonable del rol del Estado que es primordial para el bienestar actual y futuro de la población argentina. No se le puede pedir al equipo gobernante actual una rectificación de una política que ya lleva cuatro años de fuerte deterioro. Es una conducta inscripta en la matriz de su pensamiento ideológico.
Pero como dice el comunicado del Conicet, “ la recuperación de salarios” -o sea volver a la situación anterior de alza permanente de ingresos de los integrantes del organismo de investigaciones- es un insoslayable objetivo a alcanzar. Es imperioso retomar el ingreso de nuevas generaciones de jóvenes egresados al Conicet, que se había estipulado como política de Estado y que debía ser de 1000 postulantes anuales cuando ahora es de solo 150.
Es preciso recuperar el hoy abandonado programa “Raíces”. que repatrió a 1.100 científicos argentinos dispersos en todo el mundo. Al mismo tiempo, será necesario impulsar
nuevos ingresos de becarios doctorales (que se triplicaron entre 2003 y 2012) y otorgar financiamiento adecuado a los investigadores para sus estudios cuyos montos hoy están reducidos a menos de la mitad de los valores del año 2015.
Es preciso, en suma, reimplantar en toda su dimensión el Plan 2020 de promoción estatal de la Ciencia que se dejo de aplicar en el año 2016. Ello solo será posible con otro proyecto de país y con una conducción nacional que recupere un modelo de desarrollo con inclusión, equidad social y pleno respaldo a la ciencia argentina.
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