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Al macrismo no le asusta la verdad que lo incrimina porque se sabe impune. Vino a imponer su verdad y no se detendrá hasta que lo logre así precipite al país al más escandaloso fracaso. Hay una determinación antidemocrática de no oír a nadie que no sea de su palo, por más que la discusión parlamentaria que forzosamente debe soportar, lleve a la oposición a conformarse con obtener migajas a sus requerimientos.
Su acción más concreta se limita a destruir las políticas inclusivas del kirchnerismo que de a poco se hacen añicos. Los logros de la destrucción, de alto costo político y económico, son festejados como pasos positivos de su acción de gobierno, sin tener en cuenta cuánta población queda desprotegida o cuánta soberanía se obsequia graciosamente.
La ostentación de la honestidad ha quedado en ridículo cuando es el propio presidente y su gabinete los que están involucrados en hechos de corrupción que se autocalifican con solo mencionarlos, como la fijación de la cotización del dólar a futuro o las empresas lavadoras de activos de los Panamá papers. La respuesta a la denuncia, es la excusa mendaz apoyada en una sociedad que simula indiferencia mientras suma masa crítica para el escarmiento.
Van prescindiendo de a poco de todos los símbolos o emblemas del poder político en la Argentina: Un presidente que no jura por la Patria al asumir es un presidente “desnacionalizado” desde el vamos. Un presidente que hace sentar a un perro en el sillón presidencial esboza una burla a la formalidad habitual de la autoridad de su propio cargo. Un presidente que devuelve el bastón de mando que alude al poder del mandatario desprecia la norma que lo instituyó históricamente. En suma, se maneja con un sentido de propiedad de los símbolos que no corresponde. Los símbolos pertenecen, habría que recordarle, al acerbo y tradición de la Nación.
Esta desaprensión se vincula con una actitud negligente hacia lo nacional que permite además deducir en qué filosofía se fundamentarán sus políticas.
Ignora todo aquello que lo liga a la continuidad histórica del país que administra. No esboza un solo gesto que le dé identidad con las raíces de su pueblo si descartamos su fanatismo por Boca Juniors. A esa banalidad se limita su respeto por la Argentina.
Atacar con la verdad al macrismo en función de sus más que evidentes desaciertos es intentar rematar a los tiros a un robot invulnerable. No habrá manera de hacerle daño. Compone con el Poder Judicial y los medios de prensa hegemónicos algo muy parecido a una asociación ilícita por acción u omisión. La prensa inventa operaciones y difama a quienes considera que debe eliminar. El Poder Judicial con vocación oficialista e ideología reaccionaria apunta a los díscolos para terminar de rematarlos en la consideración moral de la población.
Lo que se avizora para el futuro es una Argentina deseosa de declinar su autonomía en política exterior a favor del Imperio norteamericano, lo que traerá aparejado la inscripción del país en la Alianza comercial del Pacifico que dará el golpe de gracia a nuestra industria nacional y se llevará nuestros recursos naturales.
Que mucho de esto aún esté en ciernes y juegue nada más que como amenaza no significa que las medidas no vayan a producirse, porque es imposible no ver en todo lo que hasta ahora ha producido el macrismo un “retorno al coloniaje” como vaticinaba Arturo Jauretche después de la caída de Perón en 1955.
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