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Columnistas
05/07/2016

Exterior

La conmoción en la Unión Europea, del brexit al conflictin

La conmoción en la Unión Europea, del brexit al conflictin | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Muchos británicos han tomado conciencia de las repercusiones de la salida del Reino Unido de la Unión una vez conocido un resultado, que no se esperaba, y ahora empiezan a dimensionar que es lo que puede suceder.

Europa vive horas intensas y una de las noticias que la ha convulsionado es el reciente referéndum que el conservador David Cameron, primer ministro británico, le propuso a su pueblo. Quedarse en la Unión Europea o salir de ella. Los pronósticos previos, los mismos que tantas veces se equivocan, le daban una ventaja clara a la permanencia y no parecían poner en juego la presencia del Reino Unido en esa Europa que tantas veces a liderado y con la que también ha disputado a lo largo de la historia.

No obstante, las urnas le han dado la victoria a la salida, el “leave” superó al “remain” y con ello la insularidad británica, aún con el eurotúnel, volverá a ser realidad. Muchos británicos han tomado conciencia de las posibles repercusiones una vez conocido un resultado que no se esperaba y ahora empiezan a dimensionar que es lo que puede suceder.

Está claro que Cameron se equivocó, que no tuvo la fortuna de hace dos años cuando enfrentó el referéndum por la independencia de Escocia, y que no midió el sentir colectivo de querer permanecer con los beneficios económicos de la Unión pero no con las cargas que los problemas actuales de Europa le trae, en particular los referidos a la inmigración en auge y la contención social que demanda. Al primer ministro le costó el cargo, a Europa no sabemos aún qué.

El 52% que sostuvo la salida vio caer la moneda británica a mínimos históricos, a valores de 1985, y empezó a entender que esto traerá consecuencias. Los ministros de la Unión, producido el terremoto alientan la salida rápida, temiendo que la incertidumbre y la desconfianza, el cáncer cíclico del capitalismo, los devore. Aunque institucionalmente el plazo para salir es de dos años, nunca se puso en práctica y no es lo mismo que salga Grecia, a que se vaya uno de los países más importante. La segunda economía del continente y una enorme potencia militar está saliendo del proyecto común en forma inesperada y con resultados imprevisibles.

Es cierto que una vez pasado el temporal encontraran condiciones que suavicen la ruptura, pero algunos peligros siguen intactos. El golpe asestado al principal y más exitoso artilugio supranacional vigente, no solo conspira contra él, sino que tiene un efecto disgregador hacia abajo. No por nada hoy Escocia que, junto con Irlanda del Norte, votó mayoritariamente por quedarse en la Unión se replantea su presencia en el Reino Unido. En este marco, y casi en forma anecdótica, Gibraltar, la punta de la península ibérica, votó abrumadoramente por quedarse en la Unión. Quizás sea la oportunidad española de recuperar su viejo territorio.

Pero el problema principal, más allá de las cuestiones económicas, es cuanto pueda alentar el “brexit” el resurgir de los nacionalismos en un continente que ha pasado prácticamente toda su historia en disputas entre reinos y países soberanos. Que los Le Pen en Francia se alegren de esta votación o que Donald Trump la aplauda no debe provocarnos sino escalofríos. La felicidad de estos últimos siempre será la tristeza de sus naciones en el corto o mediano plazo. Y esto lo único que puede provocar son conflictos.

El reverdecer de los nacionalismos viene aumentado en el viejo continente en la última década, de la mano de la crisis económica, de la propia crisis del Euro, del predominio alemán y del problema inmigratorio. La salida de Grecia, el “grexit”, que finalmente no se produjo, hubiese sido distinto de haberse concretado. Hubiese supuesto la salida de un país menor con posibilidades de generar una onda expansiva, eso sí, en los países periféricos de la Unión, pero no tiene la dimensión de lo que acaba de ser votado.

Estamos en un mundo atravesado en demasía por los conflictos nacionales, con tendencias bélicas claras, e incluso reeditando viejos enfrentamientos, como los que vemos en estos días entre la OTAN y Rusia. Los viejos nacionalismos son siempre promotores de competencia y conflicto. Por eso para aquellos tan a afectos a los neologismos, el “brexit” puede traer el “conflictin”, el ingreso de nuevos enfrentamientos y si esto ocurre en Europa, el teatro de operaciones de las rivalidades que se generen se trasladará, en parte, a los márgenes de las fronteras del viejo continente, como tantas veces en la historia ha ocurrido. 

29/07/2016

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