-?
Que ser defensor de la política como herramienta de transformación social, de justicia distributiva y de ascenso social sea sinónimo de kirchnerista, es una cuestión lógica, en la cual, resulta necesario catalogar a un sector determinado de la sociedad que considera esas ideas y esos valores como esenciales para el desarrollo de un Estado.
No fue, al menos en la mayoría de los casos, que a través del kirchnerismo la gente se volvió progresista. Fue a la inversa.
Y es lógico que se lo llame kirchnerismo. En la historia reciente fue el gobierno que más se acercó en la acción, a las políticas que acompañan la transformación social. Y los “ismos”, en un país tan presidencialista como el nuestro, son puestos sobre la persona que ocupa el cargo más alto de la política nacional.
Hubo un proceso de gobierno que llevó adelante las ideas, los valores, y los principios de un país pensado por un conjunto mayoritario de la sociedad argentina. No nació con Kirchner, pero si se llevó adelante durante su gobierno y se profundizó durante los dos posteriores de Cristina Fernández. Eso es kirchnerismo.
No es otra cosa que el progresismo de siempre, amplio, plural y democrático puesto en la acción.
Pero los “ismos” sin cabeza, utilizan muy bien la dialéctica, manipulan y tergiversan profesionalmente.
Hoy, se está intentando -logrando- convertir al "ismo" que acompañó ese proceso y que sostiene esas políticas en sinónimo de corrupción. Entonces un kirchnerista se transforma en cómplice, en inmoral, en un sujeto político repudiable y despreciable.
Es repudiable, despreciable e inmoral la corrupción, se dé en el lugar que se dé. Es repudiable dentro del progresismo, es repudiable dentro del liberalismo, es repudiable en cualquier gobierno, en cualquier empresa, en cualquier familia.
El caso de José López, fue celebrado por el sector de la Argentina que hoy gobierna el país como una victoria electoral. Sin lugar a dudas, lo viven como una victoria similar a la electoral.
Se retrotrajo la Argentina al 22 de noviembre del año pasado. Donde el sector derrotado quedó sin reacción, estupefacto, inmóvil. Pero el 22 de noviembre se perdió el gobierno y hoy se pretende que se pierda el poder de decir, el poder de opinar.
Es lógica la celebración del gobierno. Sus medidas económicas y políticas, hasta ahora, no hacen más que darle la espalda a la sociedad, dañan las economías regionales, destruyen las pymes y perjudican a los sectores más vulnerables. Produjeron una enorme transferencia de riqueza desde los sectores populares a los más acomodados.
En el momento en que el gobierno actual debe empezar a dar respuestas, a rendir cuentas, en el tiempo en que llega el profético segundo semestre, se habla de otra cosa. Es lógico que López sea festejado.
Los “ismos” sin cabeza están ahora con una nueva operación. Retomando lo anterior, el éxito no será la prisión de López, no será la prisión de Sala, no será el procesamiento de De Vido, no será la lupa sobre Hebe, no será Cristina Fernández nuevamente en Comodoro Py. El éxito que pretenden es transformar en cómplices, inmorales, repudiables y despreciables a todos los que tienen una visión diferente de país, a todos los demócratas, a todos los progresistas, a todos los kirchneristas.
Creer en la política como herramienta de transformación social, será por extensión, inmoral y repudiable. Ese es su éxito. Y eso es un problema.
Un problema en el que se combate al progresismo, ya no con ideas, no con argumentos, no con convicciones. Se lo hace desde el desprestigio, intentando deslegitimarlo y anularlo con herramientas típicas de rasgos totalitarios.
Todo se vuelve anómalo. Los que pretendían hoy poder decir, opinar y criticar al gobierno ven amenazada su libertad. Eso es un grave problema.
Va con firma | 2016 | Todos los derechos reservados
Director: Héctor Mauriño |
Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite