Columnistas
25/01/2017

Hoy igual que antes de ayer

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Recordar la historia nacional reciente deja perplejidad y bronca por el retorno a los mismos discursos embaucadores que una y otra vez en distintos momentos implantaron el neoliberalismo.

Osvaldo Pellin

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En situación de crisis las sociedades echan mano a todos sus recursos. Durante la gran depresión no se le ocurrió a nadie descalificar las medidas de expansión de la economía llevada a cabo por los gobiernos capitalistas a partir de las inversiones del Estado.

Cumplida esa etapa donde la prioridad estaba puesta en salvar la institucionalidad frente al caos y la miseria generalizada, a partir de la participación en la segunda guerra mundial, los EEUU, primus inter pares del sistema, la expansión tiene lugar a partir del desarrollo de la industria bélica.

A la vuelta de la Guerra y luego de asistir a la muerte de 50 millones de personas y la detonación de dos bombas atómicas, el sistema se abuena y la expansión se da en la reconstrucción de los países afectados por aquella y por la necesidad de que la sociedad europea recobre su vitalidad concediéndose la creación del llamado “Welfare” o estado de Bienestar. Reconocimiento de los derechos sociales pero también como excusa competitiva de sistemas en confrontación con la URSS, a uno y otro lado de la Cortina de Hierro.

Llegando a promediar los años ‘60 del siglo pasado, los grandes conglomerados económicos advierten una declinación de las tasas de ganancias de sus empresas y adoptan, para remediarlo, las recomendaciones del grupo económico de Chicago que hoy fuera bautizado como neoliberalismo.

El país de prueba fue en ese entonces el Chile apoyado en la dictadura de Pinochet.

Pero fue el mundo occidental, con pocas o ninguna excepción, el que adoptó las nuevas teorías económicas a partir de la asunción al poder de los líderes conservadores Reagan y Thatcher. En nuestro país la mimetización era inevitable a partir de su estructura dependiente y la crisis política vivida por la caída del peronismo.

A esos fines, en 1976 se instala una dictadura cívica militar sangrienta y quien aparece como ministro de Economía del régimen es Martínez de Hoz, quien en numerosas intervenciones describe, con mesiánica precisión, las medidas que ubicarán al país en el neoliberalismo. Y así lo explicaba en una de sus tantas concurrencias a conferencias nacionales o internacionales sobre Economía: “Se trata de rechazar una economía cerrada y de autarquía. Se trata de no tener la pretensión de producir de todo en el país (anuncio de la actual desindustrialización). La apertura económica (liberación de importaciones) permite no solamente la concurrencia sino una más grande especialización para devenir eficientes y aprovechar las ventajas de la moderna división internacional del trabajo (la globalización tiene un solo director de esa división: el imperialismo, que es quien diseña las funcionalidades de cada región o dicho de otro modo, cuánta autonomía le será admitida a cada parte)”

El plan cobraba un perfil más acabado si advertimos el propósito de reestructurar el capitalismo argentino. El modelo de desarrollo ya no se basaría en el mercado interno sino en la reorientación de la regulación estatal en función de los intereses agrarios y financieros y la reconversión de la industria en pocas ramas estratégicas.

Obvias analogías con las vivencias de hoy (cambian algunos nombres pero el libreto es idéntico) que los intelectuales de la década del ‘80 ya delineaban con nitidez los alcances del Plan económico de la dictadura de entonces: “…el neoliberalismo se realiza necesariamente en un Estado fuertemente autoritario y despótico (lo actual tiene otras formas, parecidas pero distintas: destruyen el Estado de Derecho). Lo esencial será más allá de la pretendida liquidación del estatismo y la libertad económica, la sumisión de la lógica del Estado a la del capital privado”.

Aunque según la acertada frase de Saint-Exupéry“lo esencial es invisible a los ojos”, las semejanzas con nuestro presente, habiendo pasado ya más de 40 años de instalada la dictadura y aquel nefasto plan que terminó en una guerra perdida, han de ser tan ostensibles como evidentes.

Tener memoria de la historia nacional reciente deja perplejidad y bronca por el retorno a los mismos discursos embaucadores que una y otra vez en distintos momentos implantaron el neoliberalismo.

Resulta tedioso releer las apreciaciones críticas de quienes denunciaban el genocidio social de aquella época que con escasas variantes se repite en esta época de Macri.

Ahora con el agravante de haber demostrado que la heterodoxia tiene mucho para proponer en teoría y práctica para que las cosas sean diferentes para nuestro pueblo, como lo demostraran los doce años de gobierno K.

Y esa experiencia será inolvidable para una parte de la sociedad argentina como lo fue el primer peronismo, por más que las intenciones de borrar de la memoria a líderes y los beneficios de la justicia social se prodiguen, según el régimen conservador que proponga la difamación y el olvido del pasado como perversa política cultural. 

29/07/2016

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