En materia de relaciones internacionales hay una nítida línea histórica que entronca simétricamente la naturaleza centralista, oligárquica y antinacional de la gestión de Mauricio Macri con el gobierno unitario de Bernardino Rivadavia y de su funesto ministro Manuel García. El Comunicado Conjunto firmado con el Reino Unido de Gran Bretaña en setiembre último ratifica esta comparación. La forma en que el gobierno nacional está manejando esta relación bilateral remite a viejas etapas de la historia argentina donde la voraz burguesía local, que sigue actuando como gerente de intereses transnacionales, no ha dudado en sacrificar hombres y territorios a cambio de sostener sus exorbitantes privilegios: hoy son las Islas Malvinas, los archipiélagos y sus mares circundantes los que están siendo objeto de un vergonzoso y cómplice despojo.
Con el desafío de sacar credenciales de estadista y de “reinsertar la argentina en el mundo”, un eufemismo para encubrir su alianza con las estructuras hegemónicas del poder global, el nuevo mandatario argentino salió al mundo a seducir países “serios”, de severas tradiciones imperiales anglosajonas y amantes del libre comercio: atraer inversiones fue la consigna.
Los ingleses, siempre interesados en acoger a muy convenientes y dóciles amigos, recibieron entusiastas las buenas nuevas que llegaban de Argentina. El diario londinense The Economist, “órgano europeo de la aristocracia financiera” como lo definiera Marx, resalta que “Macri buscará reparar las relaciones con Estados Unidos y Europa, que Fernández desairó a favor de la amistad con regímenes autoritarios como los de Rusia, Irán y China".
También Theresa May, la conservadora Primera Ministra del Reino Unido, remite de inmediato una carta al presidente argentino en la que sin mucha sutileza, lo invita a ingresar en una fase política más productiva y tras cartón, le pide “progresar hacia nuevas conexiones aéreas entre las Islas Falkland y terceros países en la región y la remoción de las medidas de restricción de los hidrocarburos”.
Sin embargo, paradójicamente, estas groseras pretensiones británicas encontraron un aliado incondicional en el propio gobierno argentino el cual, el día 13 de septiembre, sorprendió con un Comunicado Conjunto, donde convalida sin objeciones, este nuevo estatuto del coloniaje, que pone en crisis una larga política de Estado construida en esa materia.
Este nuevo Acuerdo entre Argentina y el Reino Unido contempla, entre otros desventajosos asuntos:
● Explotación de hidrocarburos: Inglaterra pide “remover” la leyes 26.659 y 26.915 que impiden y penalizan a quienes exploten hidrocarburos ilegalmente en la Plataforma Continental Argentina. Si bien para la canciller Susana Malcorra este no es “el tema dominante” según lo declaró a The Financial Times, sí lo es para los británicos quienes se han apropiado también de un nuevo yacimiento gasífero y petrolero ubicado en la zona en litigio con Argentina. Según reveló el presidente de la empresa petrolera Rockhopper Exploration Plcn, Pierre Jean-Marie Henri Jungels, se trata de “…un yacimiento de petróleo de clase mundial", con un potencial “de 1.000 millones de barriles”.
● Renuncia a la soberanía: subordinado a dudosos intereses comerciales, el Acuerdo, expresamente omite incluir el legítimo reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas que viene sosteniendo nuestro país en consonancia con la resolución 2065/65 de la ONU y la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional. En un verdadero y alarmante retroceso diplomático, se aplicará la fórmula del paraguas de los acuerdos de Madrid, del 19 de octubre de 1989, aceptándose complacientemente el enclave colonial británico sobre suelo argentino.
● Relación entre las Fuerzas Armadas: el gobierno de Cambiemos acuerda fortalecer la relación entre las dos Fuerzas Armadas sin objetar la base militar británica en el territorio argentino como tampoco protestar por los ejercicios militares que se realizan en las Islas Malvinas con material misilístico, contraviniendo la Resolución de la ONU 41/11 que declara Zona de Paz al Atlántico Sur
● Solidaridad con los isleños: para hacer aún más confortable y rica la vida de los isleños británicos que ocupan Malvinas, que ya tienen el séptimo ingreso PBI per cápita del mundo, se les facilita graciosamente la depredación de recursos naturales argentinos como la pesca, y se les concede nuevos beneficios en materia de navegación y comercio, como así también novedosas becas de estudio y atención sanitaria de alta complejidad en nuestro país.
● Vuelos: para fomentar el turismo hacia el archipiélago, se habilitarán nuevas conexiones aéreas con terceros países y dos con escalas en el nuestro. Mientras los argentinos, extranjeros en su propia tierra, deberán seguir presentando rigurosamente su pasaporte.
Mauricio Macri es parte de un linaje subordinado cultural e ideológicamente. Así como a principios del siglo XIX, Rivadavia y García instigados por los británicos, traicionaron el sueño liberador de Artigas, contribuyendo conscientemente a desmembrar la Banda Oriental a pesar de la aplastante derrota que el Ejército argentino le propinó a las fuerzas imperiales brasileras en la batalla de Ituzaingó. Hoy también la alianza Cambiemos abandona el legítimo reclamo de soberanía sobre Malvinas, el reconocimiento a los ex combatientes y la protección de los recursos naturales sin ningún tipo de beneficio para Argentina, escamoteando inconstitucionalmente la intervención del Congreso de la Nación en el acuerdo.
Quizá la tarjeta de salutación oficial de fin de año enviada por la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, que contiene un mapa de la República Argentina pero sin Malvinas ni la Antártida Argentina, no sea un simple error de diseño sino una proyección y un espejo que refleja a la perfección el verdadero pensamiento macrista con respecto a la “Cuestión Malvinas”.
Nuestro continente no sólo está edificado sobre simetrías y anacronismos sino también, corroborando la ley de Marx, se confirma que la historia ocurre dos veces, “(…) la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”. Pero también hoy, como muchas veces en la vida de los argentinos, la tragedia otra vez se asoma amenazante detrás de la farsa.
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