-?
 
 
 
Columnistas
30/12/2016

2016, el año del blindaje

2016, el año del blindaje | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En esta nota de La Tecl@ Eñe, el autor recorre un año de columnas políticas en Clarín y La Nación, organizadas para defender y reivindicar al gobierno nacional y denigrar a sus adversarios.

Hugo Muleiro *

Un blindaje compacto al gobierno de Macri, casi sin flaquezas y con contradicciones leves, marcó la trayectoria de los columnistas políticos principales de Clarín y La Nación durante 2016. Emplearon, en una mayoría abrumadora de notas, con sus opiniones, versiones, interpretaciones, diagnósticos y vaticinios, la ya gastada fórmula de las peores películas del cine estadounidense: la división de todos los actores de la realidad en buenos y malos.  

La tarea fue, en ciertos momentos o períodos, bastante ingrata: obligó a mil piruetas discursivas, a manipulaciones groseras de datos y hechos y al recurso de la desmemoria repentina, en caso de anuncios y pronósticos totalmente desmentidos por los acontecimientos pero cuyo planteo sirvió a estrategias oficialistas del momento. Un ejemplo de esta última práctica es muy fresco: todos sabemos ya que el 19 y 20 de diciembre transcurrieron sin que unos dirigentes kirchneristas facciosos, guiados por el único interés de causarle daño a Vidal y a Macri y, con ellos, a la patria misma, no anduvieron por calles del conurbano, coludidos con policías mafiosos, narcotraficantes y “bandas de pibes chorros” azuzando a las poblaciones a saquear y quemar cuanto encontraran a su paso. Anuncio fraudulento, tecleado más de una vez por “plumas” selectas del periodismo argentino contemporáneo, como Joaquín Morales Solá y Julio Blanck. 

La recorrida a lo largo del año puede resultar abundante en matices, es cierto, pero termina siendo fatigosa, sobre todo porque en la montaña de datos falsos, descripciones y diagnósticos hechos con el único propósito de apuntalar a la élite que tomó el poder político no es posible hallar análisis hechos con esmero, con una dosis de profundidad e inventiva, aunque fuere para honrar la ideología que se porta y el proyecto al que se sirve. El lugar común es el discurso berreta, el verbo y el adjetivo previsible. Pareciera que esta tropa que se echa al hombro este periodismo de guerra estuviera mal remunerada, además de que no le teme al ridículo, como cuando afirmó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es objeto de manipulación del kirchnerismo, o que el papa Francisco está haciendo votos por el triunfo del macrismo en 2017, porque cualquier otra posibilidad equivale al caos, la desdicha ya irreversible para la patria desgarrada. Y ya se sabe que un Santo Padre no es presa de tales deseos demoníacos, aunque sea el mismo que unas columnas atrás había sido nombrado como mandamás universal del populismo.

 El accionar gubernamental fue defendido con tenacidad: en los primeros meses del año, aplausos y más aplausos para la devaluación, el pago a los fondos buitre, el “sinceramiento” de la economía. En los últimos, visto el desastre económico, con recesión, endeudamiento y una inflación superior a la atribuida a la “maldita herencia”, los “logros” pasaron a ser políticos: un presidente que conduce, un sistema democrático de gran funcionamiento y, sí, algunas cosillas que mejorar, mientras llegará el momento -oh casualidad, en plena campaña electoral- de los anhelados castigos judiciales por la “corrupción k”, que como se sabe es la única que debe ser publicada y sancionada. No así con las empresas y cuentas en guaridas fiscales, la autoadjudicación de obras multimillonarias, los fondos sucios del Pro a cargo de Gabriela Michetti o los pagos cuantiosos a periodistas amigos, como los que realiza Hernán Lombardi, temas casi nunca mencionados.

 Para Kirschbaum, Van der Kooy, Blanck, Roa y otros de Clarín, para Morales Solá, Fernández Díaz, Pagni y otros de La Nación, la patria dio a luz en 2016 a nuevos héroes nacionales: número uno para el senador Miguel Pichetto, objeto de elogios sin límite ni pudor. Él, con Juan Manuel Urtubey y Diego Bossio como escoltas, y con otros peronistas buenos, le dieron gobernabilidad al país y vigor renovado a las “instituciones”, a veces incluso a despecho de cierta torpeza de los legisladores macristas.

 Alrededor del núcleo salvador de la patria, en un segundo anillo más grisáceo, fueron ubicadas otras figuras que hicieron tanto como Pichetto para apuntalar al gobierno de Macri y sus políticas destinadas expresamente a profundizar la desigualdad. Allí quedó Sergio Massa. Nadie se atreve al despropósito de marcarlo como enemigo de la élite gobernante, pero siempre es rodeado de un halo de sospechas: pareciera que su proyecto personal de poder es una molestia mayúscula, o al menos así es presentado. Más de una vez estos columnistas lo descalifican a Massa con tal desmesura (y toques de desprecio, como llamarlo “ventajita”), que queda espacio para preguntarse si la sobreactuación no está destinada a ubicarlo en el lugar del “gran opositor” en 2017 y hasta en 2019, cuando en verdad es una de las cartas de continuidad del mismo proyecto político y económico.

 También entraron al mundo de los buenos, cuyo contorno es continuamente definido por los columnistas de Clarín yLa Nación, los capos de la CGT, funcionales al gobierno al ignorar por completo el deterioro del poder adquisitivo del salario y la ola de despidos que comenzó,  prácticamente, el 11 de diciembre de 2015. Complicidad que se explica, y esto sí es dicho con llamativa honestidad, en el giro de fondos del gobierno nacional a “las obras sociales”, o a donde sea que hayan ido a parar.

 Y así, el esquema va repitiéndose: el mejor juez es Bonadío, porque es quien más hostiliza a Cristina Fernández de Kirchner. En cambio, quien no lo hace en los mismos términos y ritmos, es malo, cómplice, “tortuga”, y se las verá con juicios políticos, con procesos disciplinarios en el Consejo de la Magistratura y con el Diablo el día que ingrese al infierno. Y si los neogordos de la CGT son razonables y responsables, los otros, los que hacen paros y marchas, como los de ATE y CTA, son “facciones” que disputan unas migajas de poder sindical.

 Con tanto que explicar, les queda poco espacio para los errores oficiales: “desprolijidad” es la palabra más usada, por ejemplo, para el estropicio armado por el ministro Aranguren con las tarifas, cuyo aumento se llevó puesto un buen número de comercios, empresas pequeñas y empleos, datos jamás incluidos por estos ilustres comentaristas. Y, sí, un tono mucho más duro, presente de enero a diciembre, para reprocharle al gobierno que no haya reprimido las manifestaciones de protesta. Reprochan amargamente el “olvido” del protocolo de Patricia Bullrich, dicen que el gobierno es “blando” y, en suma, expresan honda decepción porque, claro, no es para eso que lo llevaron a Macri a la jefatura de Estado.

Una sonrisa, que se viene el Año Nuevo

 Y aquí, estimados lectores, como intento de contribución a la alegría y a las risotadas que todos nos merecemos en días de fiestas decembrinas, va una lista mínima de algunas afirmaciones que hay que tomarse con buen talante para que el efecto no sea el contrario, una crisis angustiosa. Afirmaciones que, ojalá, no queden anotadas en la historia del periodismo argentino.

 Sergio Rubín, Clarín, febrero: es cierto, Francisco le daba más tiempo a Cristina que a Macri, pero era para charlas “contenedoras”, ella era la que hablaba, y hablaba de ella, el pobre Papa no hacía más que escuchar.

 Morales Solá, La Nación, abril: los que se oponen a las empresas y cuentas “offshore” lo hacen por “demagogia o populismo”, ya que es una “práctica común” de empresarios, más en un país de “reglas cambiantes”. Fernández Díaz, en el mismo diario: “Hay empresarios honestos que abren esas firmas”.

 Morales Solá, La Nación, abril: Macri es “un presidente que se juega a todo o nada”. Desde 1983 no hubo ninguno “tan convencido de sus verdades”.

 Fernández Díaz, La Nación, mayo: el gobierno “K” impuso un “falso confort”. “Repartió heroína y volvió adicto a su pueblo”, que ahora sufre “un breve síndrome de abstinencia”.

 Van der Kooy, Clarín, junio: Hay kirchneristas que definen a José López como traidor porque buscan una coartada para negar que “la corrupción fue un plan sistemático”, y hacer eso es “igual que negar el plan sistemático represivo de la dictadura”.

 Santoro, en Clarín, julio: en la causa Hotesur, los abogados kirchneristas se llevan los documentos del juzgado y borran las firmas de Cristina Fernández de Kirchner “con liquid paper”.

 Morales Solá, La Nación, julio: Si no fuera por la “desprolijidad” con las tarifas, Macri resultaría “jefe de un gobierno aburrido”, por falta de problemas importantes.

Lanata, Clarín, agosto: Daniel Scioli estuvo en un acto con Fernández de Kirchner y tenía la “sonrisa despareja”, porque le tiene miedo.

 Fernández Díaz, La Nación, agosto: hubo una “Intifada destituyente” en Mar del Plata, dicho por la supuesta piedra arrojada a un auto de la comitiva presidencial.

 Blanck, Clarín, agosto: “conjura” contra la gobernadora Vidal, en La Matanza, le envían “mensajes macabros”.

 Morales Solá, La Nación, agosto: En La Matanza, “cuándo no”, se “planifican atentados de muerte contra la gobernadora y su ministro de Seguridad”.

 Blanck, Clarín, septiembre: hay “recuperación incipiente de la economía y el consumo”, mientras baja la inflación.

 Kirschbaum,Clarín, septiembre: “Improvisación” en el tema Malvinas, una “picardía”, nada más, del presidente, al nombrar el tema soberanía.

 Mariano Obarrio,La Nación, octubre: El gobierno descubrió que hay “descontento social por la parálisis de las causas judiciales” contra los kirchneristas, y por eso “redobló la ofensiva contra los jueces federales”.

 Lanata, Clarín, octubre: Los maestros argentinos son “patéticos”, no quieren aprender y una vez al año cada uno de ellos se lleva “un diez automático”. Durante “la década”, los alumnos eran aprobados “por sugerencia oficial”.

 Morales Solá,La Nación, octubre: comisarios narcos y los dirigentes kirchneristas ya preparan el caos para diciembre.

Morales Solá, La Nación, noviembre: nadie quiere caos en el Gran Buenos Aires, solo Ferraressi, de Avellaneda, y Festa, de Moreno, “kirchneristas acérrimos” que están haciendo el armado.

 Kirchsbaum, en Clarín, noviembre: La inflación está “tenaz”, sí, “por lo que sea”. Y “obliga” a tomar deuda.

 Van der Kooy, Clarín, noviembre: Pichetto hizo “una aproximación ingrata al conflicto” sobre la inmigración, que “disparó reacciones casi histéricas”.

 Roa,Clarín, diciembre: Daniel Scioli en Punta Cana “encima con una rubia llamativa a la que dobla en edad”.

Blanck, Clarín, diciembre: el Papa está preocupado por el endeudamiento, el déficit y porque Macri pierda en 2017, no porque esté de acuerdo con él sino porque no hay alternativas. Es que Francisco piensa que si pierde Macri habrá “inestabilidad”.

 Morales Solá,La Nación, diciembre: El “cristinismo” conserva influencias en organismos internacionales. El secretario general Luis Almagro, al reclamar por Milagro Sala en su “torpe pronunciamiento”, “le devuelve” a Cristina Fernández de Kirchner el voto para su elección. Y la Comisión Interamericana, que también reclama por Sala, es independiente pero “depende de la OEA” y el jefe de la OEA es Almagro.

 Blanck, en Clarín, diciembre: Policías y peronistas hicieron reuniones en Tres de Febrero para usar “bandas de pibes chorros” para imponer el caos en el Conurbano antes de Navidad.



(*) Escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina (Comuna)
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]