Columnistas
12/12/2016

Palabras que hacen daño

Palabras que hacen daño | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“Poco importa la verdad, y la consecuencia es el desencadenamiento de la estigmatización social” de los sectores más vulnerables, afirma el autor. Señala la puesta en escena de “una ofensiva discursiva” para “desmontar” los avances sociales logrados antes de la llegada de Mauricio Macri a la presidencia.

Sacha Pujó *

Desde los inicios de 2016 los argentinos hemos sido testigos de una multiplicación de declaraciones racistas, clasistas y discriminatorias por parte de políticos, grandes empresarios y personajes de la televisión. Dicho fenómeno no es una casualidad, sino que está vinculado a un cambio en las relaciones de fuerzas políticas que se traducen en lo económico y también en lo discursivo, simbólico y todo lo que compone a la dimensión cultural.

En un congreso de la cúpula empresarial, Enrique Pescarmona, dueño de IMPSA uno de los grandes grupos económicos, manifestó que "Las chicas de 14 años se preñan y tienen un bebé para que les den unos mangos con la Asignación Universal Por Hijo”. Asimismo se despachó contra los trabajadores y los pobres por una supuesta falta de capacidad y de productividad.

Más allá de la falsedad y el desprecio de estos prejuicios, que la realidad desmiente teniendo en cuenta que en promedio las familias que reciben AUH tienen dos hijos por hogar, el efecto es la construcción de realidad que producen estas palabras luego amplificadas por los medios.

Poco importa la verdad, y la consecuencia es el desencadenamiento de la estigmatización social de esos sectores. Tampoco importa que en realidad la AUH tuviese por el contrario muchos efectos beneficiosos tales como el aumento de la escolaridad y la salud, así como la activación del mercado interno.

En el mismo sentido el senador Miguel Pichetto se expresó contra los inmigrantes cuando cuestionó la "cultura igualitaria" del país. "¿Cuánta miseria puede aguantar Argentina recibiendo inmigrantes pobres?", se preguntó. "La Argentina tiene que controlar. Hay una migración muy compleja y no hay ningún tipo de reciprocidad”. Estas afirmaciones son similares a las que en su momento declaró el actual presidente Macri cuando culpó a la “inmigración descontrolada" por las tomas de tierras de diciembre de 2010.

Se puede reconocer la génesis de este discurso en la década del 90 en el marco de la mundialización del capital, la flexibilidad laboral y el aumento de las corrientes migratorias, y en la Argentina en particular con la aplicación ortodoxa del recetario de políticas recomendado por el Consenso de Washington, que incluyó la apertura comercial, la desregulación económica y una serie privatizaciones que trajeron aparejada una fuerte desocupación.

Nos podemos también remontar a la construcción de la Nación argentina en el marco de la instalación de la antinomia civilización y barbarie, que tan bien deconstruyó críticamente Arturo Jauretche, donde la civilización provenía de Europa y se despreciaba la cultura nacional, originaria y el país real. Esa antinomia fue retomada por el ministro de Educación Esteban Bullrich en un acto en Choele Choel, provincia de Río Negro, donde mencionó que “esta es la nueva campaña del desierto”. Una triste analogía con la campaña que terminó con el genocidio de las poblaciones originarias y la expropiación de sus tierras. Ese pensamiento apela a la palabra desierto porque no considera la existencia de la población que allí reside.

En el mismo sentido y como muestra de aquello la mediática Pamela David manifestó su agrado por la familia presidencial por ser blanca, pura y hermosa. Se construyó así un imaginario colectivo de representaciones sociales que penetró fuerte en la subjetividad. Esto permitió y aún permite la construcción de chivos expiatorios como el caso de los inmigrantes “culpables de la falta de trabajo”, tanto que la UOCRA en los años 90 hizo una campaña pública en ese sentido denunciando a los “trabajadores ilegales que nos roban el pan y la fuente de trabajo”.

Las declaraciones mencionadas más arriba transparentan un sentido común construido y socializado que permanece en la conciencia de la sociedad y que en situaciones de crisis económica y ruptura de lazos sociales tiende a aparecer.  No son declaraciones inocentes ya que son puestas en la conversación social a través de personajes con capacidad de instalación de opinión pública, o lo que en términos de Pierre Bourdieu se denomina capital simbólico que es la capacidad para definir y clasificar el mundo, “hacer cosas con palabras”. Dichas afirmaciones son hechas adrede para direccionar la opinión pública e imponer una verdad alrededor de una visión del mundo.

Este discurso apunta a cuestionar y desmontar el conjunto de políticas de inclusión social dirigido a los sectores más castigados que garantizó durante la última década un nivel mínimo de dignidad. En el marco de una situación provocada de crisis económica y social en combinación con un cambio cultural, el  programa de disciplinamiento de los trabajadores con fuerte redistribución regresiva del ingreso es más factible de aplicar.

La condición de ciudadanía adquiere así en este contexto su carácter histórico, como un "proceso instituido” dado que los derechos son conquistas obtenidas a través de una lucha que debe renovarse permanentemente (Wacquant, 2013).

Con la detención de Milagro Sala el gobierno lleva adelante un experimento disciplinador en el estado jujeño. Sin embargo pareciera ser que ya no se puede sostener la detención ilegal por la fuerte presión internacional para que Sala sea liberada. Esta luchadora concentra todos los prejuicios estigmatizantes del poder político, económico, judicial y mediático por ser luchadora, mujer, negra y haberse atrevido a enfrentar a los poderes y dignificar a los pobres. En este sentido, ella es un obstáculo del modelo económico.

El programa de reformas para desmontar el armazón de políticas públicas hacia los sectores más desprotegidos necesita de una ofensiva a nivel discursivo, además de la instalación de los discursos de la meritocracia y el esfuerzo individual. Así pretenden generar el consenso para llevarlo adelante. Sin embargo, emerge un conflicto con la ciudadanía que durante el proceso de los 12 años anteriores al actual gobierno ha adquirido conciencia de cuáles son sus derechos.



(*) Magister en Políticas Públicas -FLACSO-
Lic. en Sociología -UBA-

29/07/2016

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