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21/04/2024

Observaciones a contramano

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Si "volvemos" en el 2027, no ha de ser para hacer lo que ya hicimos, sino para que la ecuación gobernar-acrecer consenso sea el norte que guíe nuestros pasos.

Juan Chaneton *

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El Estado es una herramienta del capital para ordenar a la sociedad; pero de lo que se trata, es de que sea una herramienta de la sociedad para ordenarse a sí misma.

Pero si "volvemos" en el 2027, no ha de ser para hacer lo que ya hicimos, sino para que la ecuación gobernar-acrecer consenso sea el norte que guíe nuestros pasos. Esto es, que cada acción de gobierno sirva para que la base popular que lo ungió se consolide todos los días en su apoyo. Sin embargo, para que esto ocurra, hay que gambetear la estupidez de creer que a la derecha le molesta la "sana alegría" que se despliega en las movilizaciones del Frente de Todos, que no de "todes", pues curtiendo ese modito "inclusivo" nos votaron sólo "les amigues".

Infobae es un virus malicioso en el software de la prensa argentina. Y expresa la media de lo que es esa prensa en cuanto a envenenar conciencias mintiendo a medias o del todo todos los días. Alberto Fernández fue un presidente muy atento a lo que decía La Nación y, sobre todo y ante todo Clarín. A una tapa de "Héctor" le temía más que al Diablo. Pero también respetaba mucho al inefable trío: Infobae, Haddad, Tel Aviv.

De lo mal que leyó Alberto Fernández la realidad de su país y la de su propio “pueblo peronista” da cuenta el hecho de que a Milei le toleran barbaridades lindantes con el suicidio y la autoflagelación, en cambio al  ex presidente no le dejaron pasar ni una. Él creyó que su buen pueblo iba a tener en cuenta, la sequía, Ucrania y la pandemia como atenuantes para no exigirle tanto, pero igual  lo mataron mal, mucho más cuando él mismo hizo tonterías de principiante que luego pagó cash y por encima de la inflación. Empero, hay que decir que, en el caso de la pandemia, no la manejó mal.

Pues esa pandemia irrumpió como epifanía y nadie enfrenta una epifanía con un plan, precisamente porque el concepto de epifanía neutraliza de antemano la posibilidad de tener un plan para enfrentarla.

 A Milei, en cambio, y si el pueblo sigue así, le soportará hasta la violación de sus hijas púberes si de repente cree, ese pueblo,  que  eso sirve para achicar el “déficit fiscal”.

En los días que corren, he comprobado que, en la coyuntura, Pagni está a la izquierda de Roberto Navarro. Pagni metaforiza con elegancia el aserto de que Milei es un lunático desquiciado que en mala hora (o en hora neutra) vino a dar a una poltrona institucional que es para gente honorable. Dice todo eso sin mencionar ni una sola vez al destinatario de sus diatribas. Talento del artista, que le dicen. Es apropiado, en este sentido, leer la nota “Poder, emociones y salud mental”, publicada en La Nación del 18/4/24. Navarro, en cambio, nos advierte que si nos acostumbramos a querer voltear a un presidente cuando no nos gusta, ello nos perjudicará, en fin, a todos.

Un exceso democratista de un alguien con más buenos deseos que claridad de miras.

Hablar claro no depende de hacerse gárgaras de bicarbonato todas las mañanas. Tampoco de tomar seguido sopa de quínoa, como asegura hacer Evo Morales, que si habla claro es porque su ideología se lo permite. Él no se confunde acerca de quiénes son los amigos y quiénes los enemigos.

En la Argentina de Milei, el negocio es ser adorni o senadori. En ambos casos, te pensionan con más de cinco millones de pesos por mes.

A la mano alzada se la lleva el viento, y los senadores de la nación se escondieron en ese procedimiento ruin, el jueves pasado, para no quedar pegados al aumento de sus sueldos, los de la casta y los otros. Pues no fue sólo Bruno Olivera, el mileísta por San Juan, el que incurrió en obscenidades. Es fácil para los libertarios: meten la llave en el auto  y le dan contacto. Es lo que hizo Bruno Olivera. Luego, van al recinto a perder la votación y  sabiendo que la perderán,  pero sabiendo también que el  proyecto va a pasar con el voto de los no libertarios. Y, al cabo de una intensa jornada legislativa, viene el  tercer tiempo, como en el rugby, donde todos se rebuznan con todos y festejan que, a parir de ahora, van a cobrar cuatro millones como sueldo mensual más otros dos  palos por mes (desarraigo y otras cuestiones) y sin necesidad de ir a pedirle nada a San Expedito a la iglesia de Balvanera, como hace la gente honrada, o la gilada, según otros modos de expresión. Y lo desopilante, si no fuera que, a esta hora exactamente, hay mucho dolor en la calle, son los argumentos de algunos progres de utilería para justificar la obscenidad que los beneficia con el hambre de los otros: Adorni cobra tres veces más, dijo Lousteau; esto no se votó en secreto, dijo Juliana Di Tulio; Mayans no dijo nada, sólo levantó la diestra. Milei sabía que se iba a votar eso que había iniciado Olivera con conocimiento y venia  presidencial. Sólo que ahora se hace el dolobu, algo que  siempre le salió fácil. Y dice más de lo mismo: no es una derrota mía; es una victoria, porque quedaron en evidencia (¡¡¡…!!!).

Francamente, podrían haber aprovechado la volada para hacer política; elemental política. Si los senadores que reportan a Cristina hubieran votado en contra; si los peronistas hubieran votado en contra; hoy habrían  recogido los frutos de la coherencia con la vista puesta en el futuro inmediato. Así, en cambio, todo seguirá igual.

Liberal y liberalismo son expresiones que albergan en su intimidad un nudo semántico que es urgente desatar, y para eso están las batallas ideológicas: aparentemente, esos fonemas identificables con la inicial "L", evocan el valor libertad, pero en la realidad de los hechos significan lo opuesto, pues conducen al privilegio y  al uso y goce de los derechos sólo a favor de los que  se aprovecharon de  la vida en sociedad para  amasar una fortuna personal. Quienes se reclaman parte de ese pensamiento incurren en la característica aquella que Herbert Marcuse llamó “el hombre unidimensional”, es decir, conciben al ser humano como si éste existiera en un presente incausado en el cual  el lucro y el lujo fuera lo único relevante. Se trataría, así, de un ser humano unidimensionalmente económico. Pero, de ese modo, omiten que semejante "hombre", de naturaleza exclusivamente económica, no existe más que en su imaginación o debido a algún interés incómodo de confesar. Pues quien se aboca a los negocios, le vaya mal o bien, es alguien que vive en una sociedad de la cual él no es, en exclusiva, su autor: circula por autopistas que no construyó, y se desplaza en aeronaves o en barcos que tampoco son obra suya, para decirlo sin abundar en más ejemplos. El ethos rudimentario y simplista aflora, así, como seña de identidad más específica de estos “austríacos”. Por eso, es raro que pretendan que se los considere una “escuela”. Todo bien con eso de dedicarse a amasar fortunas; pero todo mal cuando se pretende que sean sólo para tales amantes de las fortunas, el aire puro, la universidad  o la medicación  oportuna y pronta para el dengue o el HIV. Como se ve -espero que se vea- no es una cuestión de índole moral  -como siempre dijo el cristianismo y creyó el peronismo-; es una consecuencia lógica de la ley del valor y de la racionalidad productiva. En la riqueza amasada por un privado, hay factores productivos que exigen su remuneración porque son parte de la humana masa total de  "trabajo abstracto" sobre la que se asienta la sociedad en la que vive ese privado.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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