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En todo el mundo normalmente se llama “patriotas” a quienes tuvieron conductas heroicas en luchas colectivas, y más aún si perdieron la vida por ello. En nuestro país, en la historia reciente tuvieron esa condición miles y miles de militantes populares, entre ellos/as integrantes de organizaciones revolucionarias, que en los años ‘70 fueron víctimas de la dictadura genocida. Igualmente, los soldados que cayeron muertos en la guerra de Malvinas o que allí combatieron y sobrevivieron.
Lejos de aquel heroísmo y sacrificio, también hay patriotas cívicos/as que prestan grandes servicios a la Nación cuando, por caso, desempeñan cargos públicos. Se parecen más a las personas comunes del pueblo y no necesariamente arriesgan su vida, pero hicieron y/o hacen mucho por el bien común de la sociedad.
Uno de ellos/as es Axel Kicillof, quien acaba de asumir su segundo mandato como gobernador de la provincia de Buenos Aires, tras ganar la reelección con el 45 % de los votos en la votación del 22 de octubre pasado (coincidente con la primera vuelta de los comicios de presidenciales).
Casi nadie lo recuerda al menos públicamente, pero mucho antes de sus funciones actuales Kicillof ha servido a la Patria en momentos económicos y políticos extremadamente difíciles. Momentos en los que había que tener una absoluta integridad ética, enorme convicción ideológica, profundo compromiso con un proyecto político y con su liderazgo, y además un extraordinario conocimiento técnico y mucho coraje personal.
Todo eso lo demostró en (casi) la última década y media el dirigente que en la nueva etapa política de Argentina debe conducir por otros cuatro años el distrito provincial más grande y poblado del país, y por lo tanto el más complicado y difícil para gobernar. El desafío presenta absolutas incógnitas.
En la provincia de Buenos Aires se exacerban los conflictos sociales y económicos, los crímenes y otros delitos que destruyen la tranquilidad de las personas, y múltiples problemáticas derivadas de su extensión territorial más la densidad demográfica de las ciudades y localidades que rodean a la capital federal -el llamado “Conurbano bonaerense”-, las cuales pertenecen a la jurisdicción provincial.
Es un territorio y una sociedad que partir de ahora deberá gobernar en condiciones jamás vividas por ninguno de sus antecesores, en cuanto a la extorsión financiera y política que, particularmente contra su gobierno pero en general contra todas las provincias, comenzó a ejecutar el gobierno de Javier Milei.
El lugar común de los comentarios políticos destaca que cuando ganó la gobernación por primera vez en 2019, lo ayudó fuertemente haber hecho campaña en un sencillo automóvil modelo Clio, es decir un modo austero, llano y directo de conseguir adhesión electoral. Mucho ayudaron también su carisma, sus rasgos estéticos y su capacidad de comunicación afectiva.
El simbolismo del vehículo es muy encomiable porque -más allá de que haya sido exitoso por el resultado electoral- demostró la importancia de militar políticamente en el territorio e interactuando con las bases sociales, y no solo en oficinas y lugares confortables, cenáculos de poder, medios de comunicación, redes digitales, etc. y generalmente siguiendo criterios de marketing político.
Esos han sido atributos valiosos para ganar la elección. Condición necesaria pero no suficiente para gobernar en favor de los intereses generales de la ciudadanía. Para esto último, son más importantes su militancia coherente y su sentido del deber patriótico cuando así lo exigieron las circunstancias de la función pública.
Contra los fondos buitre
Durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner, Kicillof demostró su conducta y virtudes por ejemplo (aunque no unicamente) cuando tuvo que ir a negociar con las mafias de la usura financiera internacional conocidas como “fondos buitre”, y nada menos que en un juzgado de Nueva York que era, por decirlo con una metáfora deportiva, un árbitro que jugaba para el equipo contrario.
Ocurrió en 2014. En la mesa de negociación estaba un representante legal del imperio, el abogado Daniel Pollack, quien era “mediador” (ese término para su función real sería gracioso si no fuera tan grave por los daños sociales que provoca el accionar de un personaje semejante). Había sido designado por el veterano Thomas Griesa, luego fallecido. Este último fungía como “juez” y su verdadero rol era convalidar jurídicamente el saqueo de los usureros contra nuestro país y contra muchos otros del mundo.
Allí estaban, además, los propios cabecillas de las bandas mafiosas legalizadas (los jerarcas de los fondos buitre), y en condiciones de completa inferioridad un pequeño equipo de funcionarios del gobierno argentino encargados para la tarea por la entonces presidenta Fernández de Kirchner.
El grupo que tuvo la altísima responsabilidad de defender los intereses de nuestra Nación lo encabezaba Kicillof, y lo integraban ademásla entonces procuradora del Tesoro, Angelina Abbona (la jefa de los abogados del Estado, cargo que en el gobierno de Alberto Fernández ocuparía Carlos Zannini); el subprocurador del Tesoro, Javier Pargament; el secretario de Finanzas, Pablo Lopez (desde 2019 ministro de Finanzas del gabinete kicillofista en la provincia de Buenos Aires), y el secretario de Legal y Administrativa del ministerio de Economía, Federico Thea (quien luego sería secretario general de la Gobernación y hoy es presidente del Tribunal de Cuentas bonaerense).
(La negociación tenía interés como caso emblemático a nivel mundial, y así lo reflejaban plataformas periodísticas internacionales. Puede apreciarse un ejemplo de ello en la crónica publicada en ese tiempo por el sitio web de la televisión pública alemana DW, Deutsche Welle, edición en castellano. Nota del 30/07/2014).
Con la cancha inclinada en contra de nuestro país, los fondos buitre no aceptaron la oferta, que era recibir lo mismo que se les había pagado a los demás acreedores. Más del 92% de ellos habían acordado -en las negociaciones de 2005 y 2010, conducidas respectivamente por los ministros Roberto Lavagna y Amado Boudou- una quita del capital, menores tasas y mayores plazos para cobrar sus acreencias sobre Argentina, luego de que en diciembre de 2001 el país quebrara y entrara en cesación de pagos.
Aquella vez los buitres no aceptaron. Entonces el gobierno de Cristina Kirchner sancionó la ley de Pago Soberano, por la cual se depositaban en un fondo especial lo que correspondía pagarles a los buitres en igualdad de condiciones que a los demás acreedores, y así fue hasta que llegó Mauricio Macri al gobierno.
En sus primeros meses el macrismo pagó lo que los usureros exigían, para lo cual empezó a pedir nuevos préstamos y de ese modo reinició la espiral devastadora, arrasando con los logros del desendeudamiento que había conseguido el kirchnerismo.
Así empezó, en los inicios de 2016, la catástrofe que tendría su pico máximo en la vuelta del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2018, con la toma de deuda por 45.000 millones de dólares que hoy asfixia al país
Luego Macri se fue, pero la deuda impagable quedó como el mayor obstáculo que debió afrontar la gestión de Alberto Fernández. La Nación en su conjunto sigue siendo víctima de un endeudamiento asfixiante, aunque el flamante gobierno de Milei -y la cadena de medios y poderes empresariales que lo respaldan- ni siquiera mencionen al FMI y a los acreedores extranjeros.
Recuperación de Aerolíneas y de YPF
Hace prácticamente quince años, antes de ser primero viceministro de Economía (su superior era Hernán Lorenzino) y posteriormente ministro, el actual gobernador de Buenos Aires fue designado por el gobierno de Cristina como responsable de las finanzas de Aerolíneas Argentinas cuando esta empresa fue recuperada para el país en 2009, luego de que capitalistas españoles la saquearan y llevaran a la quiebra.
En esa ocasión la presidenta de la Nación nombró como titular de la compañía de aviación a Mariano Recalde (hoy senador nacional de Unión por la Patria), y este a su vez designó a Kicillof, quien por ese tiempo era profesor e investigador en temas económicos en la Universidad de Buenos Aires (UBA), y además dirigente del sindicato docente de esa institución educativa. (Estos antecedentes pueden recuperarse en un artículo del portal La Política Online, nota del 24/07/2009).
Ya en el año 2012, en otra circunstancia que también exigía voluntad patriótica, convicción militante, lealtad política y conocimientos específicos, Kicillof integró el corajudo y reducido grupo de funcionarios que el 16 de abril entró a las oficinas centrales de la petrolera entonces llamada “Repsol-YFP”, avadados por un decreto presidencial que disponía la intervención de la empresa, la cual también había sido previamente saqueada por empresarios de España.
En esos mismos instantes, la jefa del Estado anunciaba por cadena nacional que re-nacionalizaba YPF, y que para ello enviaba un proyecto de ley al Congreso. Como interventor fue designado el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. Secundado por Kicillof, quien todavía era secretario de Política Económica (con rango de viceministro), ambos tomaron el control de la compañía junto con el subsecretario de Coordinación y Control de Gestión del ministerio de Planificación, Roberto Baratta. (Información del portal “Letra P”, nota del 16/04/2012).
Apenas instalados en la sede de la firma, los responsables de la intervención organizaron una reunión con los gobernadores de provincias petroleras, como Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Mendoza, La Pampa y Salta. (Entre los participantes estaba el neuquino Jorge Sapag, tal como destacara la crónica del diarioLa Nación. Nota del 26/04/2012).
Antagonista de Milei
La recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentinas, así como la confrontación ante las mafias financieras trasnacionales de los fondos buitre, y especialmente la recuperación para el país de los fondos jubilatorios y el conjunto del sistema previsional -en 2008, por iniciativa del entonces director ejecutivo de Anses, Amado Boudou, según contó reiteradas veces Cristina- fueron actos de defensa del interés nacional y de reafirmación de la soberanía económica argentina solo comparables con el nacionalismo ejercido durante los gobiernos de Juan Domingo Perón a mediados del siglo XX.
Aquel equipo negociador contra los fondos buitre estaba compuesto por funcionarios que tuvieron un comportamiento patriótico. Lo mismo que quienes pusieron el cuerpo, el coraje personal, el conocimiento técnico y la convicción para hacerse cargo de la intervención en YPF, que era propiedad de capitalistas extranjeros y hoy es una empresa pública argentina (sociedad anónima mixta, con mayoría accionaria del Estado).
De esa estirpe militante proviene Axel Kicillof. Además, durante sus cuatro años como gobernador exhibió una capacidad de gestión y liderazgo político que le valieron su reelección aun cuando el conjunto del peronismo fue derrotado categóricamente a nivel nacional.
Hoy enfrenta un futuro político completamente incierto. Argentina está recién asomando al desastre del gobierno de Milei. El nuevo jefe del Estado argentino encabeza una ofensiva devastadora contra el conjunto de la población, y por lo tanto con perspectivas aterradoras para sobrellevar la gobernabilidad en cualquier provincia.
Kicillof inició su segundo mandato con dos discursos, uno atrás del otro -primero en la sede de la Legislatura donde se realizó el acto institucional y luego en la plaza políticamente más simbólica de La Plata, capital de la provincia-, que lo reafirman en un lugar expectante como potencial antagonista del presidente de extrema derecha.
El posicionamiento político-ideológico que adoptó puede resumirse en dos expresiones suyas finamente elaboradas. Por un lado, como contraposición al “¡Viva la libertad, carajo!” que caracteriza al mensaje de Milei, lanzó la exclamación “¡Viva la justicia social, carajo!” en el final de su discurso en la plaza. Una frase que quizás sea meme, remera y eje conceptual de un eventual proceso de acumulación de fuerzas.
El otro enunciado resonante expuso un argumento contrario a la consigna propagandística del flamante gobierno nacional y las cadenas mediáticas dominantes que lo respaldan, según la cual “No hay plata”. El gobernador replicó: “Sí que hay plata, el problema es que la tienen sectores concentrados”. (Reporte del diario La Capital, de Mar del Plata. Nota del 11/12/23).
En la Argentina de estos días nadie sabe lo que puede ocurrir la semana próxima. Menos aún en el mediano y largo plazo. El futuro político de Kicillof está lleno de incógnitas, como lo está -de una manera dramática y angustiante- la vida cotidiana de la gran mayoría de las familias.
Mientras tanto, él exhibe una trayectoria destacada, su presente victorioso en términos electorales recientes y cierto carisma apropiado para conquistar voluntades masivas, en un momento histórico donde el peronismo, el kirchnerismo y otras identidades políticas democráticas y populares están pensando en un nuevo liderazgo político hacia el porvenir.
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