No hubo peronismo

Algunos intelectuales plantean que es muy difícil caracterizar al peronismo, entenderlo. Un viejo amigo, sindicalista él, alguna vez me dijo contestando a mis preguntas de estudiante ávido de conocimiento para definir mi filiación política durante el advenimiento del sistema democrático: “Las tres banderas, las veinte verdades, la doctrina… eso sólo no es el peronismo. Tampoco lo es cantar la marchita ni dar la vida por nadie. Peronismo es el trabajo con salario digno, con aguinaldo, con los aportes, la obra social para la familia, la casa propia, el autito, las vacaciones, poder mandar a las y los chicos a la escuela, a la universidad. Es vivir en una Comunidad Organizada, donde nadie se sienta más que nadie, porque no lo es. Eso es “peronismo” concluyó enérgicamente. Él se llamaba Rubén Luongo, secretario general de una filial bonaerense del Sindicato de Luz y Fuerza. Me persuadió y me afilié al PJ.

Desde hace cuarenta años a esta parte pasaron muchas cosas en la vida política de nuestro país, pero sigo convencido que el Peronismo es lo mejor para nuestras vidas. Las experiencias se han ido transmitiendo de generación en generación. Las peronistas y las antiperonistas. Existe un peronómetro para los gobiernos que se dicen ser peronistas. Su fidelidad peronista se mide de acuerdo a la cantidad de fuentes de trabajo que se crean con salario digno; se mide por el acceso que se tenga a la vivienda propia, a las vacaciones pagas, a la salud y a la educación. Por supuesto que hay muchos más elementos para tener en cuenta en todas las áreas de políticas públicas, pero es relativamente sencillo darse cuenta, sin haber leído ningún libro de Perón, cuál gobierno es peronista y cuál no. Claramente los gobiernos de Carlos Menem y de Alberto Fernández quedan con muy baja medición peronista. El primero, por hacer todo lo contrario y el segundo por no hacer. Me atrevería a afirmar que lo único que hizo el Presidente saliente, fue llevar a la derrota al peronismo y/o kirchnerismo (para mi es lo mismo). El odio inoculado por el antiperonismo contra Cristina, ahora gracias al pésimo gobierno del Presidente que niega los resultados nefastos de su gestión, parecería estar justificado, sumando broncas de propios también. Me incluyo.

El neocolonialismo del antiperonismo

Del otro lado, se encuentra el victorioso espacio político de las últimas elecciones, con una juventud avejentada por adherir a ideas de centenares de años. Se lo ha caracterizado políticamente de varias formas: derecha, ultra derecha, fascismo, conservadurismo, liberalismo, aunque ellos y ellas (ellas menos) se autoperciben libertarios/as. Todas las acepciones, incluyendo la autoperceptiva, son visiones europeístas. No son ni fascistas ni neofascistas. Del fascismo sólo toman la forma (y fondo) autoritaria, ni la social ni la política ni la económica, ya que no son corporativistas ni estatistas ni nacionalistas. Tampoco son liberales, porque no dejan ejercer la libertad política, solo la económica; ni son conservadores, porque van por un cambio estructural profundo que beneficiarán a una elite cada vez más reducida y más rica. Son algo más viejo que el liberalismo y el fascismo. Son neocolonialistas, con todo lo que ello implica: el desprecio por lo autóctono; ejercer el control y la violencia ante cualquier intento de liberación del sistema opresor; instaurar políticas económicas depredadoras de los recursos nacionales, en beneficio del capital financiero, internacional, principalmente norteamericano. Si pudieran instaurar un sistema esclavista lo harían, como lo hicieron con el Pueblo Mapuche, casi 100 años después de que la Asamblea del año XIII hubiese abolido la esclavitud.

Eso que cuesta definir, fue votado por el 54 % de la sociedad. No me animaría a decir que poco más de la mitad de nuestra sociedad es neocolonialista ni neofascista. Lo cierto es que hay una tendencia clara hacia la legitimación de la violencia simbólica y no tan simbólica. Quedó plasmado en las elecciones de las PASO y en las generales. Entre alternativas dialogistas y violentas, se eligió siempre las violentas. Entre las alternativas de Rodríguez Larreta, que proponía el diálogo y de esa manera terminar con la grieta y Bullrich, que también proponía terminar con la grieta, pero en este caso exterminando a la otra parte -el kirchnerismo-, eligió a esta última. En las elecciones generales la mayoría de los antiperonistas optaron también por la opción más violenta: Milei. Este candidato no sólo proponía exterminar al Kirchnerismo sino que andaba paseando con una motosierra para simbolizar el ajuste, que inevitablemente dejará a miles de trabajadores/as en la calle.

La licuadora de ideologías

En la provincia del Neuquén, después de 6 décadas con algunos intervalos dictatoriales pero con funcionarios del Partido provincial en ellos, el MPN deja de conducir los destinos del Estado petrolero pero habiéndole pasado a Rolando Figueroa la licuadora de ideologías. Fueron centrifugados progresistas, conservadores, peronistas, antiperonistas, liberales, socialistas con la premisa de “Neuquinizate”, perdiendo la ideología, la pertenencia política y sus sueños, si alguna vez los tuvieron. Sin ser un adivino podría anticipar que se repetirá la misma historia… algo así como “a ideologías revueltas, ganancia de poderosos”. Como decía Don Arturo Jauretche “se cambiará de collar, pero no se dejará de ser perro”.

Todo se puede revertir

Un futuro no tan incierto pareciera asomarse en nuestro país. Para quienes tenemos algunos cuántos almanaques, nos vuelve el recuerdo del gobierno menemista, ahora recargado de macrismo y embebido en la última dictadura. La peor alquimia. Nada bueno puede salir de eso, aunque todo se puede revertir con la lucha.