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03/12/2023

Resistencia popular: volver a empezar

Resistencia popular: volver a empezar | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Noticias publicadas durante los sucesos de 1996.

Argentina sufrió el modelo capitalista salvaje -llamado “neoliberal”- tres veces en los últimos 50 años: durante la dictadura, en la década de Menem y De la Rúa, y después con Macri. Siempre hubo oposición y lucha desde las bases de la sociedad, aunque eso no garantice un triunfo político seguro.

Miguel Croceri

El antagonismo, los conflictos, los intereses contrapuestos, las pujas por defender derechos (de unos/as) o privilegios (de otros/as), las disputas de poder para ocupar espacios de influencia y desde allí sostener ciertas posiciones, etc., son propios de la vida en sociedad y por lo tanto son permanentes. Nunca se resuelven definitivamente. Solo se encauzan de determinada manera durante cierto tiempo hasta que otros procesos posteriores, en el corto, mediano o largo plazo, vuelven a modificarlos.

Ocurre algo similar con las resistencias populares contra sistemas opresores, situaciones injustas, estados de necesidad insoportables o decisiones de gobiernos u otros poderes (ya sean poderes democráticos o corporativos) que perjudiquen a sectores significativos de la base social.

Es decir que dichas resistencias son parte de los antagonismos y disputas de poder, y por lo tanto también son permanentes, nunca concluyen del todo y pueden cambiar tiempo después.

No obstante, múltiples razones -perceptibles o no- de la dinámica colectiva influyen para que durante momentos relativamente prolongados del devenir de una Nación, el nivel de conflictividad política o social explícito y manifiesto no tenga una fuerza o vitalidad significativas.

Argentina llega al aniversario número 40 de la etapa institucional iniciada el 10 de diciembre de 1983, con un escenario político jamás imaginado en aquellos albores democráticos e incluso poco o nada probable hasta las elecciones primarias de agosto pasado -cuando Javier Milei fue el candidato más votado-, y aún considerado por muchos/as como imposible o muy difícil hasta que se supo el resultado del balotaje presidencial.

Durante la última dictadura (1976-1983), el terrorismo de Estado fue un plan de violencia destinado a frenar los avances históricos de los años ‘60 y ‘70, destruir a las organizaciones revolucionarias en particular y derrotar a las fuerzas populares en general, para poder implantar el modelo de sociedad capitalista salvaje que a partir de entonces en los ambientes politizados fue llamado “neoliberal” (por tratarse de una nueva versión del liberalismo económico, entendido como la doctrina que sustentó la expansión capitalista en el mundo fundamentalmente desde el siglo XVIII, hasta la quiebra de sus estructuras básicas en 1929 y su posterior reconstitución con fuerte apoyo de los Estados). El cerebro y ejecutor fue José Alfredo Martínez de Hoz, un oligarca que fungió como ministro de Economía durante cinco años (1976-1981).

Hace cuatro décadas, al terminar el régimen genocida, las dirigencias, militancias, comunicadores/as, intelectuales, etc. comprometidos/as con las causas de la libertad y la justicia social, daban por sentado que las mayorías populares siempre defenderían mediante el voto sus propios intereses, y que solo la violencia de las dictaduras podría someter a la voluntad mayoritaria del pueblo.

Esas creencias empezaron a derrumbarse a fines de los años ‘80, en el último tramo del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando los poderes financieros -y empresariales en general- perpetraron un “golpe de mercado” que, sin necesidad de desalojar mediante la fuerza militar/criminal a un gobierno elegido por el voto ciudadano, imponía sus intereses mediante la violencia económica y establecía un modelo de sociedad más injusto e inhumano que el anterior.

(Julio Ramos, un empresario periodístico servil a la dictadura que por otra parte enfrentó al Grupo Clarín debido a intereses económicos, en 1989 publicó un título revelador en el diario que él fundara para propagandizar al régimen genocida y que dirigió durante largo tiempo. Allí decía: “El país entró en la era de los golpes de mercado en lugar de los antiguos golpes de Estado que hacían {los} militares”. Ese mismo medio, ya con otros propietarios y un perfil ideológico y editorial distintos, lo recordó en un breve texto hace ocho años. Publicado en Ámbito, nota del 08/07/2015). 

Golpes económicos, protestas sociales

El golpismo económico de casi tres décadas y media atrás, derivó en una hiperinflación a finales del alfonsinismo y otra en los inicios del gobierno de Carlos Menem. Este último, a su vez, aprovechó el estado de devastación productiva del país y de desintegración de la conciencia ideológica y moral de la sociedad, para entregar el poder real de la Nación a los grandes capitalistas locales y extranjeros y a la dominación de Estados Unidos.

Lo hizo junto al ministro-ejecutor Domingo Cavallo, mediante la privatización de las empresas públicas y el sistema jubilatorio, y en general de la destrucción del poder económico del Estado, así como a través de la adquisición de una deuda externa impagable (en particular basada en el esquema denominado “Plan Brady”, que tomaba su nombre del funcionario estadounidense que planificó esa forma de saqueo), y asimismo con una política exterior humillante para la dignidad del país.

Se produjo de ese modo el largo periodo de destrucción masiva del empleo, la producción, el salario y la soberanía nacional que duraría más de 10 años. La retórica peronista, para ocultar las responsabilidades de su propia dirigencia en lo ocurrido, denomina eufemísticamente a esa etapa bajo un concepto temporal: “los ’90”. Como si se hubiera tratado de un problema del almanaque (del paso del tiempo).

Este segundo proceso “neoliberal” continuó dos años más, durante el gobierno de Fernando De la Rúa, hasta que colapsó en diciembre de 2001.

A lo largo de una década de tremendas adversidades para la calidad de vida del pueblo y para la estructura productiva argentina, hubo innumerables (literalmente) expresiones de oposición, lucha y resistencia de los sectores perjudicados por el modelo económico y social. Aunque eso no garantiza un triunfo político seguro.

Las acciones sectoriales fueron infinitas y por momentos heroicas. De comunidades que producían rebeliones en distintas regiones o provincias; del sindicalismo combativo; del movimiento de derechos humanos; de movilizaciones con poca articulación orgánica en barrios, ciudades o provincias enteras; de diversas fuerzas políticas del campo popular; del empresariado pequeño y mediano; del cooperativismo; de expresiones de la cultura y la comunicación; de múltiples organizaciones de la sociedad civil, etc.; y en los últimos años de la década con el surgimiento del movimiento de desocupados/as que pasaría a ser llamado de las “organizaciones sociales” o de los “piqueteros”.

Sin embargo, ese inmenso proceso de protagonismo popular nunca llegó a conformar una alternativa política y electoral con aptitud para recuperar al menos una parte del poder institucional.

Por el contrario, en la primera mitad de la década de los ‘90 el justicialismo/menemismo ganó siempre las elecciones legislativas, en 1994 triunfó en la votación de convencionales que reformarían la Constitución Nacional, y en 1995 Menem venció ampliamente y obtuvo su reelección.

Finalizado el segundo mandato del entonces presidente, la victoria de De la Rúa en 1999 significó la prolongación de la devastación de Argentina, hasta la quiebra financiera del país -ridículamente llamada con la palabra inglesa “default”, que quiere decir no pagar las deudas- y el estallido social cuando terminaba el primer año del nuevo siglo.

Luego del gobierno de transición encabezado por Eduardo Duhalde durante casi un año y medio (desde el 2 de enero de 2002 hasta el 25 de mayo de 2003), comenzó la etapa de reconstrucción nacional liderada por Néstor Kirchner (2003-2007). Su obra como gobernante y como líder político emergente sentaría las bases para los dos mandatos de Cristina (2007-2011 y 2011-2015), en los cuales se vivió la mayor época de desarrollo del país y de prosperidad para las clases populares y capas medias desde el justicialismo fundacional de Juan Domingo Perón y Evita (1946-1955) hasta hoy.

Tercera y cuarta vez

La derrota peronista en 2015 dio lugar a la instauración del régimen de derecha que encabezó Mauricio Macri, el primer presidente conservador -es decir representante de las clases sociales privilegiadas y de los intereses extranjeros dominantes- elegido por el voto ciudadano en un siglo de vigencia del sufragio universal (aunque solo masculino desde 1916, y recién a partir de 1952 reconocido como derecho de todas las personas).

En el cuatrienio macrista el país volvió a sufrir la implementación de políticas neoliberales, por tercera vez desde el último cuarto del siglo XX en adelante. Y de forma similar a la larga década Menem-De la Rúa, la oposición desde las bases sociales perjudicadas por el modelo económico y social fue vastísima y potente.

Sin embargo, las acciones colectivas solo pudieron convertirse en una alternativa político-electoral exitosa cuando Cristina Kirchner propuso la conformación de una coalición amplia, encabezada por el peronismo, que se denominaría Frente de Todos y llevaría a Alberto Fernández a la presidencia de la Nación.

La etapa finaliza con un veredicto en las urnas que exime de mayores comentarios. A criterio de este columnista, como lo expresara en Va Con Firma una semana antes del balotaje, el triunfo de Milei significaría “la caída de nuestra Patria en un abismo de caos, devastación y violencia”, esta vez “no por imposición de un régimen dictatorial sino por la decisión electoral de una parte de la ciudadanía”. (Nota del 12/11/23). Pero cualquier vaticinio conlleva posibles errores y el futuro nadie lo conoce todavía.

En tanto, y también llevando implícita la posibilidad de equivocarse, el prestigioso analista de la economía y la política Alfredo Zaiat consideró al día siguiente de la elección que "con Milei comenzará el cuarto ciclo neoliberal de los últimos 50 años".

"Otra vez la sopa del industricidio y la destrucción de empleos", advirtió el artículo desde su título, para luego ampliar que "con la consigna repetida de la libertad", el futuro gobierno "inaugurará otro período de desarticulación del tejido socioproductivo, evaluación que surge de sus propios principios económicos, iguales a los de Martínez de Hoz, Memem-Cavallo y Macri. Cada una de estas experiencias ha terminado con costos elevadísimos para la mayoría de la población". (Publicado en Página 12, nota del 20/11/23). 

Si así fuera, como todo hace prever, la resistencia del pueblo deberá volver a empezar. Adaptada a las condiciones actuales, dentro de las cuales se incluye la perspectiva de que el régimen de la derecha más la ultraderecha -aliadas-, resuelva crear bandas violentas que enfrenten en las calles a las personas que participen de protestas. Tal eventualidad -por ahora solo se trata de eso- surge de la instigación lanzada por Macri apenas concluyó la elección. (Tema analizado en Va Con Firma hace una semana, nota del 26/11/23). 

En el presente y en lo inmediato, la economía argentina sufre nuevos y aterradores aumentos de precios. Se trata de otro "golpe de mercado" que hace crecer la rentabilidad de poderosos empresarios locales y extranjeros, mientras provoca sufrimientos todavía peores a la gran mayoría de las familias.

Pero esta vez fomentado por un gobierno que acaba de ganar la elección presidencial. Sin necesidad de los golpes de Estado que durante tanto tiempo azotaron a nuestra Patria.

29/07/2016

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