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Las personas
creen que son libres cuando
les permiten
dar rienda suelta a sus deseos.
José Rodrigues Dos Santos
A Karina "Rasputín" Milei, como al legendario monje de los atributos espectaculares, no la eligió nadie. Como aquél, ella hace y deshace, detrás del cortinado, como si la hubieran elegido. ¡Enhorabuena...! Todo sea por "la democracia".
Los que parece que no están pero no sólo están sino que imponen su "expertisse" al novatismo en acto del sello LLA, andan avisando preventivamente al pueblo y al peronismo que ¡ojo con resistir!, lo cual significa, entre otras cosas, que se ven venir que este gobierno nace trémulo y propenso a sufrir una temprana desestabilización, y sobre una base electoral más volátil que el concepto de lealtad para Florencio Randazzo.
Por el lado de la derrota, se percibe desazón y desconcierto: perder contra una banda de lúmpenes, no es lo mismo que perder contra, por ejemplo, la UCR, partido serio y organizado y territorialmente extendido, al que más de un siglo lo contempla, para decirlo en términos de Napoleón cuando arengaba a sus tropas en Egipto. Sin embargo, la derrota no va en desmedro de Massa, que, en modo estadista, hizo el milagro de ponerse al hombro un país desquiciado por decisiones gubernamentales que nos postraron de entrada ante acreedores fraudulentos a los que se podía y se debía enfrentar de modo distinto a pagarles hasta el último céntimo de lo que, sin mucho aplomo y con cola de paja, reclamaban. Oportunidad perdida. Eso fue.
Ahora estamos aquí. Y que un extraño muñeco de los que han empezado a pulular por mentideros y camarines, diga que "con tus impuestos se paga un gasoducto que a vos no te sirve para nada", es casi un delito, o debería serlo. Eso no es una opinión. Eso es trabajar para la competencia. Eso es intervenir a favor del enemigo en una batalla cultural que se libra en la Argentina desde hace mucho tiempo y a costa del sacrificio de sus trabajadores y de sus burgueses creadores de riqueza. El que dijo eso se llama Guillermo Ferraro y pintaba, cuando expelió ese aliento rancio, como futuro "ministro de infraestructura" del hombre que ama a sus perros. Se trata de un síntoma. Este espécimen y el inefable “Toto” Caputo en Economía, un hombre ducho en la timba pero nulo en cuanto a concebir un programa macro para un proyecto de país, es la prueba de que la Argentina ha optado por consolidar el modelo agrario, primario, pobrista, injusto y desigual, vendedor de productos baratos, subordinado a la hegemonía estadounidense y con destino de villa miseria.
Se trata de una de las tantas anomalías "democráticas" que nos deparará el futuro, lo cual abona y sostiene, en sólidos pilares de granítica razón, el aserto de que la democracia no debería servir para que cualquiera se haga cargo del país apelando a las efusiones emocionales de una turba malherida y con toda razón resentida desde hace demasiado tiempo.
Nos podría haber ido mejor, pero ahora estamos frente a un dilema existencial: resistir o morir. Habrá que resistir el embate, en estas riberas del Plata, de unos émulos locales de los "orangistas" y calvinistas neerlandeses del siglo XVII que, en su momento y en aquellas tierras bajas, lincharon a los hermanos De Witt -a los muy liberales hermanos De Witt- sin que, por la gracia de Dios Todopoderoso, pudieran hacer lo mismo (que era lo que deseaban con pío fervor religioso) con Baruch Spinoza, delegado del Maligno en aquellas riberas, las del Amstel, cuyas turbias aguas besan, siempre presurosas, las barrosas costaneras de Amsterdam. Pero acá, entre nosotros, el ultimi barbarorum, esto es, el más bárbaro de los bárbaros, es el que manipula a la plebe a distancia, el que maneja los hilos que dan una apariencia de vida al pasmado golem al que llevan a caminar descalzo por las brasas mientras los que aprovechan la volada miran desde lejos y desde afuera, palpitando cómo le va al tunante de marras para, según sea, celebrarlo o declararlo vencido y desechable.
Privar a las minorías de la paz y sumirlas en la intranquilidad, será uno de los efectos que tendrá el extravío colectivo de los argentinos. Será el menor, no obstante. El objetivo de fondo es la restauración del menemismo, para decirlo en una especie de síntesis. Y podría haber más daño colateral. Al extravío colectivo le servirá, quizá, de combustible, cuando la estafa devenga indeseada realidad, el hecho de que el nuevo Presidente está identificándose con el judaísmo más allá de lo prudente, por lo cual la plebe, tarde o temprano, podría conectar un eventual doloroso fracaso del flautista de Hamelin devenido presidente, con “los judíos” y, de pura frustración, también podría, esa plebe defraudada, hacerlo en modo pogromo antisemita, por lo cual sería muy atinado que la parte religiosa de la comunidad empiece, desde ya, a decirle a la sociedad NO EN MI NOMBRE cada vez que Milei exhiba por televisión su devoción a la Torá o al jassidismo mientras se ensaña con el débil y hambrea al pobre con medidas de gobierno. Cualquier epifanía, hasta la más lúgubre, puede corporizarse cuando el extravío deviene pertinaz dato de la realidad. Y siempre atentos a que la masa sólo actúa por iniciativa propia en la calle y cuando ve sangre. Pero no llega a la barbarie por espontáneo impulso de una voluntad libre. Antes, ha habido, en las sombras, individuo o colectivo que ha manipulado sus pasiones.
Restaurado el menemismo, quién hubiera dicho. Milei resultó ser el Alberto de Macri. Pareciera que "propuesta republicana" hubiera ganado la elección. Con una salvedad: Alberto gobernaba; mal y vacilando todo el tiempo, pero lo hacía. Milei lo hará mal y sin gobernar. Y con este resultado, en realidad, viene por la revancha el menemismo. ¡Extraña circularidadad la del tiempo en este rocambolesco país! Sólo los peronistas son capaces de estas taumatúrgicas realizaciones. Y la culpa, reiteramos, no es del “Toto” Caputo, ni de Milei, ni de Macri. La culpa es de los que no comprenden la dimensión histórica de su propia actividad social y, por ende, reducen la política al caro deseo de sonreír junto a las olas del Caribe o las Baleares después de haber ganado una elección. Pues era una batalla cultural también, la que se libraba en la Argentina, y para eso había (hay) que saber que hubo una época en que el liberalismo era un beneficio para todos y, por ende, patrimonio de la humanidad. Y había (hay) que saber que si se quiere plantar cara al enemigo en el marco de la globalización capitalista y dentro de la competencia política llamada "democrática", entonces habrá que valerse de conceptos que el liberalismo acuñó y conquistó no para siempre pero sí para librar con éxito su guerra contra la barbarie feudal, vebigracia: lo público y lo privado y la vigencia de la legitimidad teórica de tal diferenciación que, dicho sea de paso, es la que estatuye el art. 19 de nuestra constitución vigente.
Luego, este dogma liberal por antonomasia: no sólo hay, entre la libertad de pensamiento y la libertad económica, una relación estrecha, sino que, más allá, es impensable la primera sin la segunda.
Cuando aprendamos a refutar estos dictámenes que, en este clima de época, siempre vienen con pretensión apodíctica, habremos dado un paso en la dirección correcta y echado cimientos sólidos para triunfar, definitivamente, sobre los que reducen la vida humana al mercado y el negocio.
Y si no se quiere ser liberal ni neoliberal, entonces ahí están Cuba y Venezuela como modelos alternativos. Pero se trata de modelos ya demonizados en exceso por la democracia mediática, y el medio pelo progre les teme. Habría una “tercera vía”, pero se trata de un capitalismo antihegemónico sostenido en la ayuda económica china y militar rusa. Pero para eso hay que apoyarse en unas fuerzas armadas locales que, incluso en sus nuevas generaciones "post terrorismo de Estado", siguen siendo obtusas en cuanto a formación política y cultural. Confunden multipolaridad y antihegemonía con comunismo. Salvo a Milani, estas generales les comprenden a casi todos los militares.
A estos laberintos nos han conducido quienes han conducido la política nacional en las últimas décadas.
Un rol de reparto en la construcción de la catástrofe les cupo a otros, bizarros de tan torpes. Como la batalla que, por ahora, se ha perdido es, además de política, cultural, algo habrán hecho para perderla esos satisfechos que reían, durante la fiesta, distraídos en honrar, con el pañuelo verde atado a la verija, a un sedicente "lenguaje inclusivo" cuya práctica es una forma de la petulancia vanguardista, pues pretende que un grupo ilustrado de una comunidad sea imitado, en su forma de hablar, por los millones de personas que componen esa comunidad. En eso andaban mientras todo se caía.
Eso sí, pensar y comunicarnos alguna idea acerca de cómo jugar una partida cuyo éxito era crucial para el pueblo y para la patria argentina y que ellos, en tanto “comunicadores” que libraban una batalla cultural, tenían la obligación de ofrecer, devino, al cabo, última tarea de rey, oh imposible...!, como dice Minos en Los Reyes, de Cortázar.
Pese a tantos y repetidos cacareos, nadie ha sabido, aquí, defender la IVE, histórica conquista, que ahora será derogada... Y vencen los bárbaros, los oscurantistas vencen... Los que violan el cuerpo humano en nombre del espíritu santo, los que abominan de la libertad, los que dicen creer en ese walking dead al que llaman "trinidad", los afiliados a la idolatría y la superstición de hiperdulía y quieren obligar a parir mientras niegan el derecho de no hacerlo. Nadie puede ser obligado a abortar, porque la Constitución lo impide. Pero ellos sí se arrogan el poder de impedir que alguien decida sobre su cuerpo. Son los predikantencalvinistas lo que nos ha traído la defección de unos y otros. Y sepamos que en la base de todos estos dictámenes, se halla este otro: sólo es verdaderamente creyente, el que cree con la razón.
Y se empieza a insinuar un peligro adicional y tal vez peor que todo lo ocurrido. Lo que se empieza a insinuar es la tirada de toalla de unos "intelectuales" orgánicos de la Argentina "nacional y popular" que dan por perdido el contencioso cultural contra un liberalismo al cual nunca supieron ni mojarle la oreja, y del que abominaron siempre en falsete y en modo superficial, pero nunca con fundamentos anclados en otro lugar más que en la estentórea efusión emocional, pero raras veces en un racionalismo fecundo, que esa debería ser la herramienta de todo intelectual que sea o aspire a ser orgánico de las clases trabajadoras de este país. De modo que si el liberalismo le ganó la batalla cultural al peronismo, qué hacer?... ¿hasta dónde debemos practicar las verdades...? Pues lo cierto es que, desde el fondo inmemorial de los tiempos históricos de este país, los peronistas hacían opciones ideológicas que causaban extrañeza: entre el Chacho Peñaloza y Baruch Spinoza preferían al primero, porque era "criollo", y el segundo era "extranjero", y encima... judío...! Esas taras ideológicas algún papel juegan, siempre, en las debilidades que exhiben los actores políticos en el campo de batalla. No se trató sólo de un comicio. Es el colofón de una débâclede dimensión histórica.
Pero parece que hubieran perdido una elección más, y no se les ocurre ir en pos de las causas primeras del hundimiento, es decir, no se les ocurre remontarse en la historia para conocer el pasado y de ese modo, auscultar un poco qué les deparará el futuro y cómo podrían alzarse, alguna vez, con una victoria que hoy deviene esquiva pero que no ha dejado de ser asequible. Pero si se vuelve a ganar, hay que ganar para industrializar, de lo contrario, todo habrá sido, de nuevo, vana ilusión, por no decir nueva estafa. La ecuación no es tan compleja, y hasta Milei la entiende y por eso irrumpe: con la industrialización se neutraliza a la oligarquía agraria partidaria del atraso y se empodera a la clase obrera de una vez y para siempre.
Y lo que viene, en cambio, es gente que enseña a los suyos (que son una parte sustantiva del pueblo argentino) que dinero es igual a inteligencia. Y ese dictamen cala en cabezas que ya, previamente, confunden derroche con prosperidad, de modo tal que allí donde el derroche no es bien visto, creen que no hay calidad de vida.
Un ofuscado de esta especie es, por caso, el feriante al aire libre, que estuvo esperando que ganara Milei para poder, al otro día, cambiar el cartón que dice "mate-calabaza $ 1000, por otro que él desea que diga mate-calabaza u$s 1000. Es el soberano que nunca se equivoca y que tampoco sabe que a Milei, no lo han traído para que sume incertidumbre a la "macro" mediante un bobo cambio de moneda, sino para que dé vía libre a los negocios: Vaca Muerta, Litio, Petróleo, Gas, Arsat, 5G, Agua, todo para ellos, para los "caputo boys" que le han copado el gabinete a un atolondrado que cuando trata de pensar le duele la cabeza.
Y ya que algunos nuestros suponen que lo que ha pasado es que el peronismo ha perdido una elección más, no se entiende por qué se hacen los distraídos con los ancianos amigos que se vacunaron alegremente por izquierda, es decir, cuando no había vacunas para otros ancianos que terminaron muertos. Si era una elección más, algo habrá tenido que ver la vacunación vip en el descrédito de la orgánica política perdidosa. Igualmente, y ya que lo único que ocurrió fue que se perdió una elección más, no se entiende tampoco por qué no mencionan la festichola del Presidente en Olivos como una eventual -aunque relativa si se quiere- causa de la derrota. El soberano, en "democracia", decide sus opciones en base a consideraciones "políticas" como éstas, de modo que las vacunas y el "cumple" de la primera dama, algo habrán tenido que ver en el hecho de que Macri les haya ganado una elección valiéndose de Milei.
Resistir es lo que viene, y para resistir se puede depositar en Juan Grabois una esperanza parecida a algo plausible. Es inteligente, formado, no se rinde y por ahora tiene con qué no tener miedo. Recientemente, ha aludido a unas falencias que él no atribuye al "peronismo" sino al gobierno que sufrimos en los últimos años y, tal vez, a los "jóvenes" de La Cámpora. Dijo, en charla con los trabajadores, que hay muchos que últimamente se han llenado la boca con los valores del movimiento nacional, con la soberanía, con la justicia social y con la independencia nacional, así como con los derechos de las mujeres, de la juventud y los estudiantes, pero han hecho muy poco para defenderlos.También repara Grabois en que Milei es un hombre confundido y vulnerable que está rodeado de gente que no lo es y que sabe perfectamente lo que quiere. Y ese es el peligro, colegimos.
Ya vendrán caras extrañas, pero no tanto, a clamar al cielo y a TN por "la pesada herencia" que deja el gobierno anterior. Ahora tendrán que gobernar, con un exiguo capital parlamentario y procurando que el rancho no se prenda fuego, y ya se la están viendo difícil. Comienza a haber despidos en la construcción; es un efecto inmediato del anuncio de que se clausura la obra pública. Otro cuasidelito, como el de renunciar al gasoducto o entregar Malvinas.
Y hay, entonces, que hacérsela difícil a unos negociantes que no vienen a gobernar con la inocencia de los que recién se hacen cargo, sino a imponer, a balazo limpio, un modelo de negocios al que pretenden hacer pasar como proyecto de país. Ya son conocidos. No hay que darles la tregua de que disfrutan los "nuevos"; porque no son nuevos y vienen con odio. El 11 de diciembre es la fecha de largada. Se debería largar la resistencia popular. Con líderes a los que así pueda llamarse sin rubores ni dudas, y con, al fin, un proyecto de país industrial y soberano para decidir quiénes son sus amigos y quiénes sus jurados enemigos.
La "motosierra" insinúa empezar su miserable actividad, no recortándole pagos al FMI sino negándoles el aguinaldo a los trabajadores, lo cual, leguleyamente hablando, no debería ser posible, porque las leyes 20.744 y 20.041, que lo establecen como obligatorio, son de orden público, es decir, tienen una jerarquía diferente a cualquier otra normativa que no tenga por fin garantizar el normal y armónico funcionamiento de la sociedad, en paz y libertad, que eso es el orden público, desde Ulpiano hasta Kelsen. Pero todo esto es juridicidad, es decir, ley. Y la derecha, cuando tiene un objetivo político, sabe que todo debe subordinarse a la política y que las normas jurídicas son pour la galerie. Podrán hacer sus tropelías por decreto y andá a tacharlo de inconstitucional, a ver cómo te va... La ley, en este país, sólo es sagrada para ciertes amigues.
Dicho lo cual debo agregar que a mí esta democracia no me gusta ni cuando gana una elección el candidato que yo voté. Ello así, por cuanto esta democracia considera legítima opinión lo que es, lisa y llanamente, traición a la patria: esa calamidad llamada Diana Mondino ha dicho que "los derechos de los isleños serán respetados". Pero el ocupante de un territorio ajeno nunca tiene derechos y no puede adquirir autodeterminación por el transcurso del tiempo. Se trata de un principio de derecho internacional público del cual unos desgraciados vienen a hacer befa. Y por ese camino se compromete la existencia misma de la nación y del pueblo como entidades con identidad y personería propias. Resistir eso es legítima defensa. Y esta democracia funciona con el poder judicial como herramienta de persecución de rivales políticos. El 28 de noviembre, la justicia revocó un sobreseimiento y confirmó otro. Revocó contra Cristina Fernández y confirmó a favor de Macri. Así funciona la "justicia". De yapa, y como perdía las elecciones en Boca, el hombre también logró que una jueza amiga suspendiera esos comicios en el club.
El párrafo aparte de lo que está aconteciendo en Boca se escribe solo. Pareciera que la lucha de clases se viste de azul y oro. Tengo para mí que los habitantes de Acasusso-San Isidro han sido, más bien, socios del Jockey Club que de Boca. En tanto los de Isla Maciel y alrededores, lo han sido siempre -fifty-fifty con San Telmo y Dock Sud- del cuadrito de mi amor, para decirlo en términos de Julio Elías Mussimessi, aquel arquerito cantor. Por ende, la gente bien es minoría en el padrón boquense y gana la gentuza de Riquelme. Lo mejor, entonces, si así son las cosas, es embarrar la cancha y conseguir que una jueza amiga suspenda las elecciones. Macri lo hizo.
La "justicia" es de ellos. Y nosotros tendríamos ya que saber si lo que queremos es una justicia "independiente" o una que sea funcional a un proyecto de país justo y soberano. La "independencia" de ellos es un curro disfrazado y, por ende, pura hipocresía.
Se proponen derogar la dignidad nacional junto con la IVE y le obsequirán nada menos que ARSAT al multimillonario Carlos Slim, previa cometa para la máxima autoridad que pone el gancho. Menem lo hizo.
Por lo demás, esta democracia se sustenta centralmente en "el campo"; y los dueños de la tierra y de los alimentos que da la tierra sólo quieren que, junto a ellos, haya bancos, no industrias; junto a los militares, han sido, siempre, enemigos jurados de un perfil industrial para la Argentina.
Entre tanto, algunos leen, a estas desangeladas horas, lo que acaba de ocurrir en la Argentina. Se trata de analistas de la política nacional -con residencia local o en una especie de Europa de segunda según los catálogos de la UE- que dicen creer que Milei ganó porque “empatizó” con los golpeados por la crisis, ya que el mismo Milei -dicen- suscitaba la percepción de ser, a su modo, un vulnerado por la vida y maltratado por la "casta", y así -humillado y ofendido- es como se sentiría el votante que sufre la crisis. Al votar a Milei habrían creído votar por un igual o, al menos, por un parecido a ellos.
Pero esto es una construcción ideológicamente interesada, es decir, no es verdad. Pues Milei no ganó, en primer lugar, con los votos de las víctimas del bullying social. Ganó con el voto de gente que nunca se bañó on agua fría, que es esa gente que integra el 23 % de adherentes a Juntos por el Cambio, sin cuyo aporte, Milei hubiera quedado por debajo de lo que es su caudal electoral propio: el 30 % del padrón nacional. Bajo el prisma de la falsa conciencia (la ideología siempre es falsa conciencia) los conspicuos de la derecha construyen un relato que busca poner en valor un triunfo electoral porque, si sólo fuera el resultado del odio visceral al kirchnerismo (como lo es), carecería de toda épica y quedaría expuesto como mera y antidemocrática patología social.
No hay que esperarlos. Porque durante la espera ellos no estarán abocados a construir lo mejor para nuestra patria y para nuestros hijos; estarán -negociantes insomnes- concentrados en maximizar sus negocios, aunque digan lo contrario.
Hay que resistir con todo. Y la resistencia tiene que ser no violenta y con la Constitución en la mano. También lo dijo Grabois. Suscribimos.
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