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Puede ocurrir un viernes por la noche en medio de un concierto de tres músicos en un boliche entre anarquista y alternativo, libertario de verdad, en todo caso, no como los otros que van a gobernar pronto. Una de las intérpretes canta unos poemas que musicalizó y los presenta como para que no haya olvido (Alegría roja, por Lara Muñoz: https://www.youtube.com/watch?v=8bgiinPZ4Fo). Se producen entonces cruces en el espacio y en el tiempo: un pequeño libro con flores rojas en la tapa en algún lugar de la biblioteca; su autora, una artista -actriz, directora de teatro, poeta, titiritera- y militante desaparecida hace cuarenta y siete años; sus poemas, guardados por familiares y amigos rescatados de la clandestinidad por una editorial de esta ciudad que pretende el anonimato que el pueblo confiere a lo que ama.
Los poemas tienen un hilo conductor en sus protagonistas: hay ángeles, esos mensajeros de la divinidad que combaten en la arcaica batalla entre el bien y el mal. Quizá no por casualidad, Ángela fue el nombre que eligió la autora del libro para desarrollar su militancia entre Neuquén y Cutral Co en 1975 hasta que la gestión de Remus Tetu la obligó a renunciar a su empleo en la universidad y tuvo que retornar a su Bahía Blanca natal. Allí, Mónica Morán se integró al grupo de teatro independiente Alianza, y el 13 de junio de 1976, durante un ensayo, irrumpieron en la sala hombres de civil armados que la llevaron al centro clandestino de detención La Escuelita. Diez días después fue asesinada en un supuesto enfrentamiento.
Parece que los poemas concentran todas las artes y la militancia de Mónica Morán. Utiliza un tono narrativo que integra objetos cotidianos y situaciones comunes. Se trata de textos casi teatrales, sencillos, con imágenes propias de la literatura para chicos que, como hace María Elena Walsh, encubren lo importante, lo trascendente, lo fundamental puestos en tensión por el absurdo y lo ridículo. Por ejemplo, “Jamás esclavos”, un título que refiere inmediatamente a la consignas elegida por una de las organizaciones armadas de la década de 1970, cambia el tono desde el primer verso, sin perder la profundidad del mensaje: “pobrecito en su tarea/tan inútil/tan de adorno/ángel velador elevado/en la mesita de mármol/.../que en la mañana de ayer/voluntariamente/de la mesita de mármol/de la señora dolores/se cayó”.
No es, pues, una poesía “seria” ni solemne; es profunda y divertida, matizada con diminutivos diseminados a lo largo de las páginas (viejitas, angelina, dientecitos, pobrecitos, grititos) que solamente apelan a la ternura, nunca a la descalificación. Es lo mismo que los objetos que menciona, entre inútiles y ordinarios por cotidianos (osos de peluche, collar de nomeolvides).
Con ese mismo tono de cuento para niños habla de los riesgos de la militancia popular: “¿por qué no hubo desfile de ángeles para tu entierro?/¿por qué no hubo flores ni himnos?/.../¿por qué no lloraron cien mil?/estabas muy cerca mío y sentía/que te ibas en silencio/se congelaban de a poco tus queridas alas/ay, mi ángel/cómo te olvidaron/qué solos nos sentimos en tu despedida” en “La muerte del ángel”.
El absurdo le sirve a la poeta para marcar utopías: en “Ángeles de la luna” dice que “mucho antes que los astronautas/ya conocían y plantaban zanahorias y banderas/los ángeles en la luna/.../mucho antes que los astronautas/vivieron y murieron/los ángeles en la luna/y mucho, mucho antes/se aburrieron y marcharon con sus banderas/zanahorias y cantos/a buscar otras lunas que fueran menos frías/y más lejanas”. Son poemas de la esperanza que combate, como en el caso de “Ángela sola llorando la guerra de los injustos” (cuando pensaba en esas largas batallas/de cine mil días/que nunca acababan/.../cuando ya se habían agotado las lágrimas/y sólo le quedaba el recuerdo de las alas/que tanto había amado); o en “Prohibido sembrar naranjos”, donde explica que se terminaron los ángeles convencionales (“idiotas con rulos dorados”) y entonces “también ángel-dos/de tanto mirar a los hombres/comprendió que ya había terminado/la historia de los ángeles/y comenzaba un tiempo de naranjas”.
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Nota de Ángela Urondo Raboy sobre Mónica Morán
Dolores, bufandas y recuerdos (libro de Mónica Morán)
Aparición de Mueca de alegría roja en Neuquén
Mónica Morán: Mueca de alegría roja, Neuquén, Ediciones Precarias, proemia de Sol Arrieta, 2021.
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