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19/11/2023

Los desafíos del nuevo presidente argentino: navegar en un mundo trastornado

Los desafíos del nuevo presidente argentino: navegar en un mundo trastornado | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La Argentina con su ingreso a los BRICS tiene la enorme posibilidad de fortalecer sus vínculos con sus principales socios comerciales, de participar en el diseño de un nuevo orden mundial multipolar y también el riesgo de empantanarse en una ambigüedad.

Gustavo Crisafulli *

El 10 de diciembre asumirá el décimo segundo presidente argentino desde la recuperación de la democracia en 1983.

Los desafíos internos que deberá afrontar son de una magnitud enorme, al igual que los externos; y en su fina y compleja articulación se jugará una buena parte del éxito del gobierno y de la reconstrucción de la economía y la sociedad.

Los gobiernos democráticos navegaron con suerte dispar los últimos cuarenta años de hegemonía neoliberal y dominio estadounidense de la escena internacional.

Los resultados fueron más o menos los mismos que en el resto del mundo: concentración de la producción y el comercio en un puñado de empresas multinacionales, dominio del capital financiero, privatizaciones, incremento exponencial de la desigualdad de ingresos y aumento de la pobreza.

Los dos gobiernos de Carlos Menem (1989-99) fueron el cenit de esas políticas y los tres de Néstor y Cristina Kirchner (2003-15) constituyeron un desandar esa senda destructiva, favorecidos por la coyuntura económica internacional y el clima político en Sudamérica, mientras los vientos fueron favorables.

El presidente que el pueblo elegirá el 19 de noviembre verá un mundo profundamente diferente al de Menem y los Kirchner.

Vivimos lo que el historiador estadounidense Adam Tooze llamó, en 2022,la policrisis, recuperando un concepto acuñado por Edgard Morin en 1993.

El siglo XXI está solapando la crisis climática, la económica y la política en una matriz inédita de retroalimentación mutua.

Los fenómenos climáticos extremos golpean cada vez con mayor fuerza las actividades humanas y sus infraestructuras. La histórica sequía que puso otra vez a la economía argentina ante el abismo de la “restricción externa” no es un hecho aislado ni ocasional. Fue simplemente la expresión más visible de lo que vendrá

El mundo se encamina hacia un aumento de la temperatura de 2.6 grados C salvo que se tomen medidas urgentes. La Agencia Internacional de Energía (AIE) señala que la demanda de combustibles fósiles debería caer más del 25% para 2030 y un 80% para el 2050.

La Cumbre del Clima en Dubai, la COP28, del 30 de noviembre al 12 de diciembre próximos, tal vez sea la última carta para frenar la crisis climática. Acelerar la transición energética, reducir las emisiones, financiar la remediación de los desastres ambientales y poner fecha de fin a los combustibles fósiles son los temas de agenda.

En ese horizonte complejo se juega Vaca Muerta, donde tantos ponen tantas fichas.

La crisis económica internacional con el aumento de la inflación, empujada por los precios de la energía y los alimentos, la recesión en el Occidente industrializado y la suba de los tipos de interés atentan contra la reducción de la pobreza y la creación de empleos de calidad.

La locomotora alemana se ha detenido, arrastrando a Europa a una recesión que agudiza los conflictos laborales y sociales.

China, la principal economía industrial del mundo, está sufriendo la caída de su dinamismo, producto de la crisis del sector inmobiliario, las sanciones estadounidenses y las crisis financieras en el Sur Global.

Se estima que la economía china crecerá en torno al 4 % en los próximos años. Si bien bastante arriba del 1% esperado para Occidente, pone en riesgo el empleo en el país e impactará a las economías de sus proveedores externos de energía, alimentos e insumos.

Aunque la economía estadounidense luce más saludable, a partir de las medidas proteccionistas y los enormes subsidios del gobierno de Biden a las industrias de punta, la deuda alcanzó los 33 mil billones de dólares, el 134% de su PBI.

El 10 de noviembre, la calificadora de riesgo Moodys anunció que bajará la calificación de la deuda estadounidense (sumándose a Fitch que lo hizo en agosto) produciendo un temblor en el mundo financiero y los tenedores de Bonos del Tesoro.

Este escenario hacia una nueva Gran Recesión es agudizado por la crisis política internacional. La guerra en Ucrania y el genocidio en Palestina han tensado las relaciones internacionales y pulverizado los organismos de gobernanza global creados tras la II Guerra Mundial.

Las políticas de sanciones económicas y financieras a Rusia y la guerra tecnológica contra China han alterado el comercio internacional y señalan el comienzo de una nueva era de militarismo en las relaciones internacionales.

La Argentina con su ingreso a los BRICS tiene la enorme posibilidad de fortalecer sus vínculos con sus principales socios comerciales, de participar en el diseño de un nuevo orden mundial multipolar y también el riesgo de empantanarse en una ambigüedad producto de nuestra vieja dependencia con el Imperio y sus adláteres locales.

La policrisis no tuvo presencia en la campaña electoral ni en los espectáculos de varieté pomposamente llamados “debates presidenciales” pero nos acompañará en los años por venir y signará buena parte de nuestra suerte.

Se requieren políticas imaginativas, identificación clara de las prioridades nacionales, diplomacia afinada y convicción en el camino de la soberanía y las alianzas estratégicas.

Claramente una corte de lunáticos, terraplanistas, neonazis, conservadores oportunistas, antiperonistas y nostálgicos de Videla y Massera, sólo nos garantizaría una explosión económica y social en su cruzada por volver las agujas del reloj a un pasado que nunca existió.

La buena Fortuna acompañe al Pueblo Soberano.



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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