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Columnistas
19/11/2023

De “libertarios”, socialistas libertarios” y otras yerbas

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Los nuevos “libertarios” de la Argentina son, a la vez, pro-capitalistas, neoliberales, y ponen al mercado como la institución la fundamental.

Humberto Zambon

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Hoy se realizan las elecciones definitivas en nuestro país y uno de los candidatos se autodefine como “libertario”. Es buenos saber lo que esta denominación significa.

En la historia contemporánea varias personas y movimientos se han auto-asignado el nombre de “libertarios”, por ser partidarios de la libertad como valor supremo, pero diferían en función de lo que entendían por “libertad”.

El precursor de los libertarios fue el francés Pierre Joseph Proudhon (1805-1865), de origen muy pobre, fue un autodidacta,impresor en sus primeros tiempos, y alcanzó notoriedad con la publicación, en 1840, de su ensayo ¿Qué es la propiedad?, en donde realizó la crítica en el campo económico de la organización social de su época. Fue autor deuna enorme cantidad de libros y artículos difundiendo su ideal, en los defendía libertad y la justicia como principales valores humanos; entendía la “libertad recíproca” como la libertad, en principio absoluta, limitada únicamente por la libertad ajena, es decir, sin límite alguno mientras no afectara la de otro. Creía en la revolución, pero realizada espontánea y libremente por el pueblo, sin jefes ni planes elaborados previamente. Su ideal se sintetiza en la frase “todos asociados y todos libres".

Creía en la libertad del hombre y en la necesidad de evitar la dominación de los intereses y, fundamentalmente, del estado central; escribió que "la causa primera de todos los desórdenes que afligen a la sociedad, de la opresión de sus ciudadanos y de la ruina de las naciones, consiste en la centralización exclusiva y jerárquica de los poderes públicos" y "la delimitación de la función del Estado es cuestión de vida o muerte para la libertad, tanto colectiva como individual". Para él, “la república ideal es una anarquía positiva. No es ni libertad subordinada al orden, como en la monarquía constitucional, ni libertad presa dentro del orden. Es la libertad libre de todas sus trabas, supersticiones, prejuicios, falacias, de la usura y de la autoridad: es libertad recíproca y no libertad limitada; la libertad no es la hija sino la madre del orden”.

Aunque fue autor de una frase famosa en su tiempo, y que aún hoy se repite: “La propiedad es un robo”, se refería a la apropiación del fruto del trabajo ajeno como fuente de la propiedad moderna. No compartía la idea de todos los bienes en común, sino que defendía el acceso a la propiedad en función de la producción, en particular la rural, de acuerdo a las posibilidades de trabajo familiar. Creía en la economía natural, que tiende al equilibrio sin necesidad de autoridad alguna y entendía al estado como una fuerza, como un poder independiente y por encima del pueblo. Por eso proponía el llamado a una asamblea general constituyente donde el pueblo se pusiera por encima del estado y lo aboliera o, al menos, lo transformara.

Los socialistas libertarios, (a veces autodenominados sólo como “libertarios”, aunque para evitar confusiones los nombraremos de la primera forma) y conocidos también como anarquistas, que etimológicamente significa ausencia ("an" = no) de gobierno (arquía) o "ácrata", que significa no dominación, fueron los herederos directos de Proudhon.

Bakunín, que había traducido al ruso obras de Marx, a diferencia de Proudhon, sostenía la necesidad de la posesión colectiva de los medios de producción, aunque no en manos del estado sino directamente en las asociaciones libres de trabajadores, que retribuirían a estos por su participación en la producción (una especie de sueldo por su trabajo). Posteriormente Kropotkin –que en los últimos años del siglo XIX reemplazó a Bakunín como líder del anarquismo- rechazó esta concepción y se mostró partidario de la absoluta igualdad, donde cada uno retiraría un importe según sus necesidades. El anarquismo de Kropotkin se corresponde a la sociedad rusa, claramente agraria, mientras que Bakunín es un anarquismo urbano, compatible con el proceso de industrialización de su época.

Marx y Bakunin coincidieron en la formación de la Primera Internacional, aunque las diferencias entre los líderes y sus seguidores eran varias, lo que llevó a la separación:

1)Papel del estado. Para Bakunín es uno de los causantes de la opresión y de la explotación, por lo que el comienzo de la revolución debería implicar su abolición y la constitución de una federación de asociaciones libres de trabajadores. Marx, por el contrario, sostenía que el estado es el producto histórico de la explotación de una clase social por otra, y que persistirá mientras exista esa explotación; para él y para “Engels el estado es ordinariamente y sobre todo el estado de la clase dominante, pero reconoce que una vez formado y armado de un poderío propio, se vuelve autónomo y tiende a dominar él mismo a toda la sociedad, sirviéndose de los conflictos entre las clases para sus propios intereses y su propia autonomía”, dijo Harold Laski (“El estado en la teoría y la práctica”, Revista de Derecho, Madrid, 1936). De todas formas, contradiciendo lo que habitualmente se cree, Marx sostenía que, con la revolución, al tomar el poder el proletariado y no existir clase alguna por debajo para explotar, se eliminan las causas que lo originaron, por lo que el estado tenderá a extinguirse.

2)Bakunín estaba convencido de la acción espontánea de las masas y despreciaba la organización partidaria y toda acción política democrática. Para él el papel de la Internacional debía ser la agitación de las masas en pro de la revolución que destruyera el sistema y dejara a la capacidad espontánea de ellas la edificación del nuevo orden.

El anarco sindicalismo que, a partir de 1920 en la Europa occidental, industrializada, se separa del anarco-comunismo de Kropotkin. Pretendía alcanzar la revolución mediante la acción sindical: sabotajes, huelgas, ocupación de fábricas y, como arma preferida, la huelga general revolucionaria.

Los libertarios actuales, como los de Argentina, que procura reducir a su mínima expresión la presencia del estado, tanto en la economía como en la sociedad. Se autodefinen como anarco-capitalistay las funciones y controles que hace el estado actualmente, al suprimirlo, no serían realizados por la sociedad organizada, como ocurre con los socialistas libertarios, sino por el mercado.

Las libertades que les interesan son la “libertad de mercado” o la “libertad de empresas”, que lleva implícita la libertad de explotación a otro ser humano, la libertad de desforestar la selva y talar bosque nativos para sembrar soja y la libertad de contaminar ríos y mares, que van a matar la vida en la tierra; es la libertad que permite a los monopolios fijar precios exorbitantes, para obtener así enormes ganancias sin tener en cuenta el bien común, incluido lo que se hace con el ecosistema y las instituciones democráticas.

Esas libertades, como decía Karl Polanyi, entran en colisión con las buenas libertades, que interesaban a los antiguos libertarios, que son la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de asociación, la libertad de elegir el trabajo, libertades que se extinguen finalmente por la primacía de las malas libertades.

En resumen, todos los “libertarios” coinciden en la necesidad de reducción o eliminación del estado. Sin juzgar lo que esto significaría en la sociedad contemporánea, hay que tener en cuenta que es el único punto en común. Para Proudhon, para los socialistas libertarios y para otros es fundamental garantizar la vigencia de las libertades buenas, así como el control y distribución de la riqueza; en cambio, los nuevos “libertarios”, como los locales, son, a la vez, pro-capitalistas, neoliberales, y ponen al mercado como la institución la fundamental, para quien las llamadas libertades “malas” son esenciales.

Y, repetimos, según Polanyi, esta primacía de las malas libertades ahoga a las buenas, lo que va conduciendo a un nuevo totalitarismo.

29/07/2016

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