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Los discursos y acciones políticas que justifican los crímenes de la última dictadura argentina (1976/1983), tema que cobró actualidad a raíz del acto reivindicatorio de ese régimen genocida organizado recientemente por la candidata a vicepresidenta de Javier Milei, Victoria Villarruel, tratan de hacer creer a la sociedad que la violencia política en nuestro país fue iniciada en los años ‘70 por organizaciones armadas revolucionarias como Montoneros y ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
La trampa “argumental” -una forma generosa de denominar a esa operación de propaganda ideológica de la ultraderecha, y a veces también de la centroderecha- presume de impulsar una supuesta “memoria completa” y se puede resumir en una frase más o menos así: “Los que empezaron fueron ellos (la guerrilla de Montoneros y ERP); las fuerzas armadas solo respondieron”.
Ante semejante falsificación de la historia nacional, algunas consideraciones -muy mínimas y elementales- pueden contribuir eventualmente a reflexionar acerca de hechos de violencia perpetrados, desde hace casi 100 años, por parte de estructuras militares, policiales y de bandas civiles criminales que respondían a los intereses de las clases sociales privilegiadas, en contra de las clases populares y particularmente de sectores políticamente combativos.
Durante gran parte del siglo XX Argentina vivió sometida a dictaduras, o bien a gobiernos civiles elegidos por votación ciudadana pero bajo extorsión o amenaza militar. Esto último ocurrió cuando Juan Domingo Perón estaba proscripto y exiliado, y el conjunto del peronismo sufría persecución. En esos contextos ganaron la presidencia, respectivamente, Arturo Frondizi (1958) y Arturo Illia (1963).
Hace un siglo
Un hito fundamental de la violencia militar-oligárquica contras las instituciones democráticas fue el golpe de Estado de 1930 contra el presidente radical Hipólito Yrigoyen.
Previamente, durante ese mismo gobierno habían sido perpetradas gigantescas masacres para reprimir protestas sociales. Una de las más graves fue denominada por la historiografía como “Semana trágica”, y comenzó con una huelga de trabajadores/as de la fábrica metalúrgica Vasena, en el barrio porteño de Barracas.
En un artículo publicado al finalizar el año pasado, el historiador Esteban Pontoriero escribió: “La ‘Semana Trágica’, en la que murieron un estimado de 700 personas y decenas de niños fueron desaparecidos, se inscribió en un contexto de huelgas y marchas obreras masivas, transformaciones urbanas con trabajadores precarizados, oligarquía, hacinamientos, y la crisis de la Primera Guerra. La brutalidad de la represión ordenada por el gobierno y articulada por sectores propietarios contra los trabajadores fortalecieron el puño de hierro de la contrarrevolución de la que el Ejército salió fortalecido. En los años venideros esa institución tomaría tanto poder como para liderar el primer Golpe de Estado en 1930, justamente al mismo presidente que en enero de 1919 ‘ayudó’ a restablecer el ‘orden’ frente a las protestas obreras”. (Tomado del diario cooperativo Tiempo Argentino, texto del 31/12/2022).
En la misma época tuvieron lugar, entre 1921 y 1922, las matanzas que muchas décadas más tarde serían investigadas por el periodista, escritor e historiador Osvaldo Bayer, y que se incorporaron a la memoria colectiva con el nombre de la “Patagonia trágica” o la “Patagonia rebelde”.
Un siglo después de ocurridas las mismas, la secretaría de Derechos Humanos de la Nación impulsó en un juzgado federal de Santa Cruz un “juicio por la verdad” a fin de que se conociera oficialmente cómo fueron los hechos, y que además se los considerara “crímenes de lesa humanidad”.
Con motivo de dar a conocer esa información, el gobierno nacional publicó una nota que incluyó los siguientes conceptos: (comienzo de cita) “Los hechos de la ‘Patagonia rebelde’ o ‘Patagonia trágica’ se refieren a la persecución y represión entre 1921 y 1922 contra trabajadores rurales que realizaban protestas en el entonces Territorio Nacional de Santa Cruz”.
“Luego de varias huelgas en reclamo de aumentos salariales y mínimas condiciones laborales, a fines de 1921 el presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen, envió una formación del Ejército y Gendarmería para poner fin al conflicto”.
“En colaboración con civiles y empresarios, distintos destacamentos militares presionaron, persiguieron y atacaron a los peones. Muchos de éstos, que se entregaron al Ejército desarmados, fueron fusilados en las estancias donde trabajaban, como ‘Anita’ y ‘Bella Vista’, donde se cavaron fosas comunes para enterrarlos. Se produjeron cientos de detenciones, tratos brutales y torturas y se calcula que hasta 1500 huelguistas fueron asesinados”. (Fin de la cita). (Publicación del gobierno argentino, posteo del 07/12/2022).
Bombardeo sobre Buenos Aires
Yrigoyen fue derrocado el 6 de septiembre de 1930. Acaban de cumplirse 93 años del primer golpe de Estado contra las instituciones de la democracia política moderna argentina, entendiendo por tal al periodo que se abrió -en 1912- con la primera elección por votación considerada “universal”, es decir supuestamente de toda la ciudadanía, aunque en verdad el único voto permitido era el de los varones. El voto femenino llegaría en 1952, durante el gobierno de Perón y con el liderazgo de Evita como expresión de avanzada de los derechos de las mujeres.
Luego de ese primer asalto violento del poder estatal en el año ‘30 por parte de las fuerzas armadas y de los intereses oligárquicos, se sucedieron gobiernos conservadores surgidos del fraude electoral. Recién una década y media más tarde, en febrero de 1946, volvieron a realizarse elecciones libres, ocasión en la que Perón venció por primera vez.
A partir de allí, la violencia para combatir, derrocar y asesinar al fundador del justicialismo tuvo una escalada constante, hasta llegar al mayor crimen masivo perpetrado en cualquier parte del mundo -según distintas fuentes de acceso público- por fuerzas armadas de un Estado contra población civil del mismo país y por fuera de una situación de guerra: el bombardeo aéreo sobre Buenos Aires el 16 de junio de 1955.
El epicentro del ataque militar-terrorista fue la Plaza de Mayo, pero la extensión real abarcó distintos puntos de la ciudad. La matanza no solo quedó en la impunidad para siempre, sino que recién fue objeto de investigación por parte de organismos públicos durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner.
Como resultado, en 2010 se publicó el libro “Bombardeo del 16 de junio de 1955”. Fue elaborado porel Área de Investigaciones Históricas dependiente de la dirección nacional de Gestión de Fondos Documentales del Archivo Nacional de la Memoria, secretaría de Derechos Humanos, ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
En ese tiempo, nombrado primero por Néstor Kirchner y después confirmado por Cristina, el secretario de Derechos Humanos era Eduardo Luis Duhalde, un extraordinario militante y dirigente político formado inicialmente como abogado, y que además fue juez, jurista, historiador, académico, periodista y editor periodístico, hasta su muerte en 2012.
Cinco décadas y media posteriores al bombardeo, las/los autoras/es del documento reconstruyeron el nombre y profesión de las víctimas mortales. El imponente trabajo constató un total de 309 personas fallecidas. Pero “este listado está actualizado a la fecha de cierre de la presente edición. Más allá de estas cifras, hay un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones”, se aclaró en el texto. (Libro “Bombardeo del 16 de junio de 1955”).
Evita profanada, demócratasfusilados
Perón se puso a salvo de las bombas en junio del ‘55, pero de todos modos fue derrocado tres meses más tarde y debió exiliarse. A partir de allí, fue prohibida hasta la sola mención pública del nombre de Perón y de Evita, y asimismo la sola mención de las palabras “peronismo” y/o “justicialismo” y la exhibición de cualquiera de sus imágenes y símbolos.
El 16 de septiembre de ese año las fuerzas armadas asaltaron el poder y utilizaron el nombre de “Revolución Libertadora” para auto-denominar a tal masacre antidemocrática. Primero, usurpando el cargo de “presidente”, asumió Eduardo Lonardi. Pero fue desplazado en noviembre debido a disputas entre los golpistas, y se hicieron cargo del mando Pedro Aramburu (general del Ejército) como “presidente”, e Isaac Rojas (almirante de la Marina) como “vicepresidente”.
Desde el punto de vista jurídico, el mayor acto de violencia dictatorial fue la abolición de la Constitución Nacional, sancionada por la convención constituyente de 1949. Ese texto constitucional jamás volvió a estar vigente. En 1957 se realizó una reforma que fue fraudulenta, debido a que el peronismo no pudo participar por estar prohibido. La primera convención legítima se votó y reunió en 1994, y de allí surgió la Constitución actual.
La crueldad del régimen antiperonista cometería, a partir del 22 de noviembre de 1955, uno de los hechos de necrofilia más atroces de la historia: el secuestro, profanación y ocultamiento del cuerpo de Evita, quien había fallecido en 1952. El cadáver de la mujer líder fue escondido durante 15 años. Pasado ese tiempo, Aramburu confesó -durante un “juicio revolucionario” realizado por Montoneros- que los restos estaban sepultados en Italia con una identidad falsa. En 1971 la dictadura de Alejandro Lanusse le entregó el cuerpo a Perón, quien aún estaba exiliado, en ese momento en España.
(El historiador Felipe Pigna tiene escrita, en su sitio web “El Historiador”, una reseña del “Secuestro y desaparición del cadáver de Eva Perón”). Anteriormente, en 1995 se publicó el libro “Santa Evita”, de Tomás Eloy Martínez, en el cual está basada la miniserie web del mismo nombre difundida en 2022 por una plataforma de contenidos digitales).
Al año siguiente del derrocamiento de Perón, por orden del gobierno de Aramburu y Rojas, en tres días fueron asesinadas más de 30 personas que promovían un levantamiento popular contra la dictadura y el retorno del ex presidente a su Patria.
Entre las víctimas hubo al menos 18 militares y 13 civiles. En el hecho más emblemático de esa saga criminal, cinco militares demócratas fueron fusilados de noche y clandestinamente, el 9 de junio de 1956 en un basural de la localidad de José León Suárez (perteneciente al municipio de San Martín, al norte de la ciudad de Buenos Aires), mientras que siete lograron escapar. El jefe del grupo, general Juan José Valle, fue fusilado tres días más tarde, luego de haberse entregado a condición de que el régimen detuviera los asesinatos.
“Los hechos, ignorados por la Justicia y los principales medios de comunicación, se conocieron gracias a la investigación periodística realizada por Rodolfo Walsh, posteriormente publicada en el libro ‘Operación Masacre’, cuya primera edición data de 1957”, destacó la agencia de noticias Télam cuando en junio pasado se cumplieron 67 años de la matanza. (Reporte del 09/06/23). Por otra parte, en el sitio web del Canal Encuentro puede verse/escucharse un breve video informativo sobre los “Fusilamientos de José León Suárez”.
En los años posteriores al golpe militar-oligárquico contra Perón, desde las bases sociales y políticas que adherían al derrocado y exiliado líder se generó un proceso de lucha que fue denominado “Resistencia peronista”. (En el portal Educ.ar puede accederse a un video que formó parte de la serie documental “Historias de un país”, producida por Canal Encuentro. El capítulo dura 30 minutos y se titula “Revolución Libertadora y resistencia peronista”).
Guerrillas
En las cuatro décadas transcurridas desde el primer golpe de Estado (septiembre de 1930) hasta 1970, solo hubo comicios presidenciales sin condicionamientos en 1946 y 1952. En ambos ganó Perón, y su segundo mandato fue interrumpido por el golpe de 1955, con el antecedente del atroz bombardeo contra la capital del país tres meses antes. Durante 40 años, en menos de 10 hubo democracia política con elecciones libres.
Y recién en 1970 se crearon en Argentina organizaciones armadas que desplegaron métodos de guerrilla popular. Con distintas características político-ideológicas, y atravesando procesos complejos de articulaciones, reagrupamientos, fusiones, etcétera, las que finalmente lograron mayor trascendencia fueron Montoneros -identificada con el peronismo- y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
Las guerrillas eran en aquel momento un tipo de organización generalizada en muchos lugares del mundo. Por mencionar solo algunos ejemplos: en Cuba posibilitó a fines de los años ‘50 combatir a una dictadura y finalmente llevar a cabo una revolución; lo mismo ocurrió en Nicaragua a fines de los ‘70; en Vietnam las milicias populares permitieron ganarle una guerra a Estados Unidos, que había invadido el territorio nacional; en África fueron la forma que tomaron las luchas nacionales para lograr la independencia de países que estaban bajo dominio colonial europeo; etcétera. También existieron guerrillas en casi toda América Latina (casos Uruguay, Bolivia, Chile, Brasil, Perú, Colombia, la mayor parte de Centroamérica, etcétera).
Dentro del contexto internacional y nacional de aquellos tiempos, en Argentina específicamente las guerrillas fueron creadas en medio de dictaduras que impedían los procesos democráticos y descargaban contra el conjunto del pueblo múltiples formas de criminalidad, como las mencionadas (muy sucintamente) en esta columna de opinión.
“Demonios”
Hace 40 años, en junio de 1983, el entonces candidato Raúl Alfonsín, a la sazón presidente de la República, se expresó acerca de la violencia política en la década anterior. Las palabras con las que él se manifestó, y posteriores decisiones políticas suyas, fueron conocidas después como la “teoría (o metáfora) de los dos demonios”.
En un libro publicado por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), cuya última edición es de 2019, se interroga “¿Cuándo se comenzó a hablar de la metáfora de los demonios?”.
A continuación, el texto dice: (inicio de cita) “Lo que se tiene registrado es que fue enunciada por primera vez en el año 1983 por el candidato del Partido Radical y futuro presidente Raúl Alfonsín. En principio fue una respuesta a los dichos del Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, General Fernando Verplaetsen, que había declarado públicamente que no había diálogo posible. Días después Raúl Alfonsín le responde al presentar su programa de gobierno. Allí dice: ‘Estas ideas nos hacen regresar a 1976. (…) En ese momento quienes estábamos por la democracia y contra la subversión afirmamos que no se la podía combatir aplicando sus mismos métodos. Dijimos que al prescindir de la ley y de la justicia quizás se destruyera la subversión pero que también se sacrificarían inocentes y se destruirían las instituciones del país. Pero se combatió al demonio con las armas del demonio. Y sucedió lo inevitable: la Argentina fue un infierno’”. (Fin de la cita). El libro aclara que la fuente original de tales expresiones textuales es el diario Clarín, en su edición del 26 de junio de 1983.
Continúa el texto de la APDH: (nuevo comienzo de cita) “Con esta metáfora el Dr. Alfonsín intenta referirse a lo aterrador de lo sucedido. Vuelve a retomar la expresión varias veces. En una conferencia de prensa, ya presidente en enero de 1984, mantiene la equiparación de demonios en términos de responsabilidad histórica y es más, responsabiliza a los grupos insurgentes cuando dice: ‘el origen de lo demoníaco fue la violencia de la subversión’”. (Fin de la cita).
(Las palabras del candidato y luego presidente, así como el comentario del párrafo siguiente, fueron tomadas del libro “¿A qué llamamos Derechos Humanos?”, publicado por la APDH. Primera edición, 2012. Segunda edición, actualizada, 2019. Allí se indica que la fuente original de lo que dijo Alfonsín es el diario Clarín del 29 de junio de 1983. En esos días, habían sido secuestrados en Rosario y luego asesinados los militantes Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereyra Rossi, de la organización Montoneros. La cita aquí transcripta está en la pág. 8. Acceso el libro de la APDH).
(Por otro lado, la misma cita textual de Alfonsín y mencionado igualmente el diario Clarín como fuente original, puede recuperarse en un trabajo académico titulado “Sobre la dialéctica memoria-olvido: la Administración Alfonsín y la ‘teoría de los dos demonios’”, elaborado por Juan Pablo Angelone, docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Al realizar sus propias consideraciones, el autor destaca que “(…) La ‘teoría de los dos demonios’ asumió a su vez una expresión jurídica el 13 de diciembre de 1983 cuando, a tres días de su inicio, la Administración Alfonsín sancionó los decretos 157 y 158 por medio de los cuales fueron promovidas acciones penales respectivamente contra las cúpulas dirigentes de las principales organizaciones armadas revolucionarias, Organización Político-Militar Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y los integrantes de la junta militar que usurpó el poder en marzo de 1976, así como también a las dos que le sucedieron (…)”. El texto consta de 22 páginas, pero su numeración en la edición digital no comienza en pág. 1 sino que abarca desde la pág. 737 hasta la 758 dentro de la temática “Derecho político”, publicada en 2018 por la Revista Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional de La Plata. Accesible en formato PDF. La frase de Alfonsín aquí transcripta consta en la pág. 744. Ver texto de J. P. Angelone). (Insertar PDF “J. P. Angelone”).
Memorias
La auto-proclamada “memoria completa” a la que aluden nuevamente hoy, en 2023, los/las apologistas del terrorismo de Estado, oculta que las luchas sociales, la democracia política y los intereses de la Nación fueron violentamente atacados al menos desde las primeras décadas de la centuria pasada.
Pueden tomarse como referencia iniciales las matanzas de la “Semana trágica” y de la “Patagonia trágica”, y a partir de 1930 los golpes de Estado, lanzamiento de bombas sobre población civil, proscripciones, elecciones fraudulentas, persecuciones antidemocráticas y todo tipo de crímenes contra luchadores/as populares.
Al reflexionar acerca de la génesis de la violencia política los años ‘70, el periodista, escritor y militante Horacio Verbitsky, presidente del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) durante más de 20 años, ha destacado que el ataque militar aéreo en 1955 sobre Buenos Aires, con epicentro en Plaza de Mayo, provocó más muertos que el bombardeo contra la ciudad vasca de Guernica perpetrado en 1937 por la aviación de la Alemania nazi. Estas consideraciones formaron parte de un reportaje hace dos años, en el aniversario número 66 del horror desatado en la capital argentina.
Dijo Verbitsky: “Pablo Picasso hizo el famoso cuadro sobre Guernica, es muy impresionante, lo he visto en el Museo Reina Sofía de Madrid. Es la obra principal del siglo XX. Hay un diálogo histórico de Picasso con un oficial alemán que le dice '¿usted hizo eso?', y él le responde 'no, ustedes'. Ese acontecimiento de Guernica en España tuvo menos bajas que Plaza de Mayo. Eso no está asumido como tal. Es un tema que tiene que formar parte de la conciencia pública para entender la magnitud de la barbarie. Todo lo que vino después no se puede entender sin eso”. (Publicado en Perfil, entrevista del 16/07/2021).
Hoy, sectores políticos extremistas con chances de conseguir una mayoría electoral e implantar en Argentina un régimen de ultraderecha, pretenden justificar a la dictadura genocida (1976-1983).
Como aporte a la memoria colectiva quizás sea necesario reafirmar que quienes empezaron con la violencia y el terrorismo, y hace casi un siglo, fueron “ellos”: las clases sociales oligárquicas, las fuerzas armadas y bandas criminales que actuaron a su servicio, y el conjunto de los poderes antidemocráticos civiles, empresariales, eclesiásticos y de los medios de comunicación.
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