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27/08/2023

El Guasón

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Ciudad Gótica es una distopía. Las realidades paralelas no siempre reproducen con exactitud los originales que supuestamente estamos viviendo. Hay una suerte de caricatura, de exageración (Valle Inclán hablaría de esperpentos), pero muchos rasgos coinciden.

Gerardo Burton

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El tipo se llama Arthur Fleck y su única aspiración es llegar a un estudio de televisión para ofrecer a la audiencia su espectáculo de monólogo cómico. Va a encontrar algunos obstáculos en su camino, el primero una agresión en el subterráneo por parte de tres muchachos aparentemente salidos de una oficina glamorosa, en todo caso meritócratas. Fleck invierte la pelea y asesina a los jóvenes.

Este hecho ocurre en Ciudad Gótica, en una fecha no identificada. Es una sociedad masificada que descarta a los débiles y a quienes no se adaptan. Sus rasgos principales son el anonimato, el aislamiento, la soledad, la indiferencia y la deshumanización.

Los noticieros de televisión hablan del triple homicidio y, en un momento, se les ocurre darle una interpretación política. Fleck es brutalmente extraído de su nada, puesto frente a un espejo (deformado, pero espejo al fin) que le devuelve una imagen acaso épica. Es un narcisismo elemental, pero le sirve para levantarse y valorizar su absurdo disfraz.

Comienza a saborear la dulzura de la popularidad mediática, esa caricatura esperpéntica de lo auténticamente popular. Los medios tienen una nueva criatura y la insuflan de vida, sin evaluar (sin importarles) las consecuencias. Fleck no es un asesino común, no es un delincuente cualquiera. Ahora es una suerte de héroe de los desharrapados, de los descartados por esa sociedad de la abundancia situada en algún momento de la línea de tiempo entre los siglos XX y XXI.

Las autoridades, que al principio lo ven como una mascota, se asustan. Temen no poder controlarlo, sus increíbles desplantes se convierten en peligrosos anticipos de qué hará si se hace del poder. Y va consiguiéndolo: una manifestación masiva, en esta sociedad masificada, lo aclama y adopta su máscara para cuestionar el poder. No tomarán el Palacio de Invierno ni harán arder la Bastilla, no. Simplemente se quedarán allí, mirando cómo Fleck destruye toda institución que los neoliberales no sólo no han sabido defender sino que intentaron, por décadas, desmontar.

Ah, la trayectoria de Fleck comenzó en su infancia: abusado por su madre y su padrastro y luego negado por ellos; aislado de sus pares y ridiculizado por ellos; maltratado por los personeros de la asistencia social y rechazado por su presunto padre biológico, no halla ninguna salida salvo la violencia. Él ofrece esa violencia que los demás interpretan, también, como una posibilidad de venganza ante su propia frustración y resentimiento.

Ciudad Gótica es una distopía. Las realidades paralelas no siempre reproducen con exactitud los originales que supuestamente estamos viviendo. Hay una suerte de caricatura, de exageración (Valle Inclán hablaría de esperpentos), pero muchos rasgos coinciden. Ciudad Gótica no es Argentina, aunque algunos personajes pueden haber escapado de allí, saltado de la pantalla panorámica del cine y usurpado lugares en el espectro político actual. Ampliaremos.

29/07/2016

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