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Columnistas
06/08/2023

La guerra, el hambre y el mercado mundial de alimentos: realidades y propaganda

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Télam

La situación del hambre en el mundo se ha agravado desde 2019, producto de los efectos de la pandemia y el creciente dominio de la especulación financiera sobre los mercados de alimentos, denunciada ya por la FAO desde 2011.

Gustavo Crisafulli *

El 18 de julio de 2023, Rusia anunció la suspensión de la Iniciativa de Granos del Mar Negro, que vencía en esos días, desatando en la prensa occidental una orquestada indignación con “la condena a la hambruna a las naciones más pobres” por parte del malvado Vladimir Putin.

Se trata de los dos acuerdos firmados en Estambul el 22 de julio de 2022, por mediación del presidente Erdogan. La Iniciativa, que establecía condiciones para la exportación de cereales ucranianos y de cereales y amoníaco rusos, y el Memorando Rusia-ONU, para garantizar la exportación de productos agrícolas y fertilizantes rusos.

En teoría eran pactos humanitarios destinados a reducir la amenaza de hambrunas en Asia, África y América Latina.

Sumados, Ucrania y Rusia antes de la guerra, proveían alrededor del 50% de las semillas de girasol y el 25 % de la cebada y el trigo al mercado global. Además son exportadores importantes de aceites vegetales y Rusia un jugador clave en el mercado de fertilizantes.

En la medida en que la guerra se extendió crecieron las dificultades para su implementación. Ucrania utilizó varias veces los pasillos marítimos desminados, destinados al paso de cargueros con los granos del acuerdo, para atacar Sebastopol y el puente sobre el estrecho de Kerch, en Crimea.

Rusia denunció en varias ocasiones que el cereal ucraniano no llegaba a las naciones más necesitadas y quedaba en Europa. Aunque refutado por EE.UU. y Reino Unido, algo de razón parece caberle.

En Ucrania, por condicionamientos del FMI, se amplió el proceso de privatización de la tierra. Varios millones de hectáreas están ahora controladas por Cargill, DuPont y Monsanto, que prefirieron enviar buena parte del grano a la UE para su procesamiento y exportación desde Europa.

Entre abril y mayo de 2023, Polonia y Hungría bloquearon el ingreso de cereal ucraniano porque la caída de precios resultaba devastadora para sus propios productores.

Pero la razón rusa para cancelar el Acuerdo, prolijamente silenciada por Occidente y la ONU, es el incumplimiento por parte de esos actores de las condiciones establecidas. De hecho el Memorando con la ONU no se puso en ejecución.

EE.UU. y la UE nunca levantaron las sanciones a la exportación rusa de productos agrícolas, bloqueando las transferencias bancarias, los servicios de seguros para el transporte marítimo y los suministros de piezas de recambio.

El ducto de Amoníaco de Toliatti-Odessa, cuya reactivación estaba en la Iniciativa (muy importante para la producción rusa de fertilizantes) fue volado por Kiev el 7 de junio de 2023, ante el silencio cómplice de Occidente.

La decisión de Rusia era pues bastante obvia pero, una vez más, el aparato mediático/propagandístico de la OTAN le ha sacado el jugo.

La guerra sólo vino a agregar dificultades a un panorama alimentario mundial ya crítico.

La situación del hambre en el mundo se ha agravado desde 2019, producto de los efectos de la pandemia y el creciente dominio de la especulación financiera sobre los mercados de alimentos, denunciada ya por la FAO desde 2011.

Según su último Informe, en 2022 el hambre afecta al 9.2% de la población mundial, unos 200 millones de personas más que antes de la pandemia y alrededor de tres mil millones de personas no pueden asegurar ya una dieta saludable, la mayoría de ellas en África y Asia.

La única región del mundo que mejoró sus indicadores es Sudamérica, en tanto que situaciones alimentarias críticas han vuelto a aparecer en Europa y América del Norte.

En una línea en serrucho, los precios mundiales de los alimentos vienen en promedio a la suba desde hace más de una década. La guerra en el núcleo cerealero europeo sólo la empinó un poco más.

El control del mundo financiero –bancos, corporaciones y fondos de inversión- sobre los mercados de commodities, alcanza ya a más del 30% y en algunos sectores al 60%, convirtiéndolos en mercados especulativos y alterando profundamente los flujos comerciales, despegados de las necesidades reales

El resultado no es sólo el incremento desatendido de las hambrunas, sino una fuerte caída en la calidad de la alimentación (menos frutas y verduras) y una inseguridad creciente en su acceso.

El mayor peligro del fin de los Acuerdos de granos no radica en una reducción de la ya menguante exportación de granos de la región sino en la extensión de la guerra.

Todo el Mar Negro es ahora parte del campo de batalla. Los ataques ucranianos con misiles y drones al interior de Rusia (acciones sólo posibles bajo control operativo estadounidense), la movilización de tropas polacas a la frontera bielorrusa y los ataques rusos a la infraestructura portuaria en Odessa y al borde mismo de la frontera rumana, son indicadores de que la guerra llega a una nueva fase.

Cuando más necesitamos afrontar la terrorífica crisis climática, cuando millones de personas necesitan una acción internacional coordinada y efectiva para no morir de hambre, los poderosos del mundo caminan confiadamente al abismo de una nueva guerra mundial.



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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