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06/08/2023

Final para el “Consenso de Whashington”

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El Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos propone “abandonar el consenso de los años 90’ y forjar uno nuevo “ante el fracaso y las consecuencias negativas del anterior”.

Humberto Zambon

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En un interesante artículo del sociólogo Gabriel Merino, investigador del Conicet, publicado por “Academia.edu” en julio de este año, con el título de¿Un nuevo Consenso de Whashington?” analiza el discurso del Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Jake Sullivan, quien propone “abandonar el viejo “Consenso de Washington” de los años 90’ y forjar un Nuevo Consenso ante el fracaso y las consecuencias negativas del anterior”. Por su cargo, evidentemente, sus palabras representan la opinión del presidente Biden y su gobierno.

Cabe recordar que “Consenso de Washington” fue el término propuesto por el economista John Williamson en 1989, como resumen de la opinión de los principales académicos norteamericanos y de las recomendaciones que hacían para los países del tercer mundo, tanto el gobierno norteamericano como los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, etc.) en momentos de predominio del pensamiento neoliberal. Básicamente consiste en los siguientes principios: 1- El problema central de la economía es la inflación; 2- Para evitarlo se requiere disciplina fiscal (déficit no mayor al 1 ó 2 por ciento); 3- Reducción del gasto público; 4- Privatizaciones, ya que el estado es un mal administrador; 5- Liberación financiera (que el mercado determine la tasa de interés); 6- Liberación del comercio exterior, evitando la protección a las industrias locales; 7- Reforma impositiva para fomentar el ahorro (disminución de las tasas impositivas altas al ingreso); 8- Apoyo a la inversión directa extranjera; 9- Desregulación para fomentar la competencia; 10- Tipo de cambio fijado por el mercado, aconsejando un tipo alto para volver competitiva a la producción local.

Excepto por el último punto (y uno de los más sensibles: el tipo de cambio competitivo), con Menem, Argentina se convirtió en el ejemplo más ortodoxo en la aplicación de esos principios y en un alumno destacado de la política neoliberal, cosechando elogios y distinciones, como la invitación al presidente Menem para hablar en la asamblea anual del FMI. Fue continuado por De la Rúa y la experiencia terminó con la crisis del 2001. Entre 2015 y 2019 se intentó reestablecerlo con Macri y fue un fracaso, según reconoció su heredero político Rodríguez Larreta. De todas formas, sigue presente, en forma explícita o no, en el discurso conservador tanto de “Juntos por el Cambio” como de los mal denominados “libertarios”, seguidores de Javier Milei.

Hay que recordar que Argentina, con esas experiencias neoliberales (la pionera, de los años ’70, con Videla y Martínez de Hoz, y las que siguieron las normas del Consenso de Washington, en los ’90 y entre 2025 y 2019), que redujeron el control del estado y produjeron una avalancha de importaciones que generaron la crisis de la industria y de las economías regionales, con cierre de empresas, desocupación laboral y marginación social creciente. La experiencia se mantuvo varios años merced a un endeudamiento externo creciente hasta que la deuda, como una burbuja, estalló (crisis de la deuda de 1983, crisis del 2001 y “auxilio crediticio” del FMI, que embargó al país, con Macri).

En Estados Unidos pasó algo similar: con los principios del Consenso de Washington tiende a desaparecer la industria manufacturera y zonas enteras que otrora fueron emporios industriales entraron en crisis; los salarios reales han disminuido y aumentó la desocupación y la marginación social lo que explica el apoyo que aun hoy cuenta el expresidente Donald Trump con su propuesta de “primero Estados Unidos” y la reindustrialización del país. El consumo se mantuvo merced al endeudamiento creciente de la población, lo que ha llevado a la crisis de “las hipotecas” del 2008-2009 y a la “cuasi recesión” posterior. De todas formas, sin industria manufacturera, Estados Unidos paga con dólares e importa los bienes necesarios. Mientras se acepte los dólares como moneda internacional y haya paz no hay problemas. Aunque, en caso de conflicto, apunta Molinero, “los Estados Unidos sigan teniendo alta tecnología, dólares y tropas estadounidenses, todas estas cosas necesitan apoyo en términos de fabricación. Sin la manufactura, ¿Quién apoyará a su alta tecnología?”.

Por ello Sullivan rompe con el neoliberalismo y plantea la necesidad de la inversión pública para el desarrollo y sostiene que los mercados no necesariamente asignan en forma eficiente los recursos. Dice que la capacidad productiva de EE.UU.“ -fundamental para que un país pueda seguir innovando- ha sufrido un auténtico golpe”. Recuerda que, en la época de oro de la hegemonía norteamericana, entre el 45% y 60% del gasto en investigación y desarrollo provino del estado. Actualmente produce sólo el 4% del litio, 1,3% del cobalto y nada de níquel o grafito, minerales fundamentales en esta transición energética, mientras fabrica sólo el 10% de los semiconductores. En contraste, China produce el 15% de los semiconductores, procesa el 80% de los minerales críticos y produce el 36% de los autos eléctricos del mundo.

Es decir, por la situación de Estados Unidos, Sullivan está pidiendo un “Nuevo consenso”, pero esta vez alejado del neoliberalismo. Sería muy importante que nuestra derecha política, y la ciudadanía en general, tomen nota de esto y no pretendan repetir experiencias reiteradamente fracasadas, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo.

29/07/2016

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