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30/07/2023

Decime si exagero

Te amo, te odio, dame Barbie

Te amo, te odio, dame Barbie | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

¿Puede un producto empresarial del entretenimiento convertirse en una masiva expresión cultural crítica a nivel global? Sin dudas que sí: la película Barbie lo ha demostrado a solo una semana de su estreno. Incluimos las opiniones con perspectiva de género de Edith Galarza, Gimena González Eastoe, Maia Schijanovich y Mónica Reynoso.

Fernando Barraza

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Si hace diez años, en el fragor mundial de la militancia por la consolidación de los derechos de las mujeres en parlamentos, estrados, sindicatos y academias del planeta, alguien te decía que sería la Barbie quien iba a venir en la segunda década del siglo XXI a darle una buena patada global en el culo al patriarcado, seguramente te hubieras reído. Pero algo así está pasando en estas semanas cercanas al estreno de “Barbie”, la película de Greta Gerwig que los conglomerados empresariales Juguetes Mattel y Warner Brothers han financiado con un generosísimo presupuesto para su factura y para elaborar una de las campañas publicitarias de lanzamiento más grandes que la historia del cine norteamericano recuerde.

Que Barbie pique en punta en una polémica adyacente a su propio producto no es del todo nuevo. A lo largo de sus 64 años de vida la muñeca de Mattel se ha metido en más de un quilombo, y en todos los casos las polémicas tenían que ver con lo simbólico, con lo que su existencia como mujer/muñeca despertaba a través de los estereotipos que rompía o los que adoptaba.

La relación amor-odio con la que las mujeres se expresaron y expresan en torno a este ícono cultural es bastante especial y ha variado a través de las décadas en sus formas e intensidades; es que no podemos soslayar que las niñas que jugaron con la primera tanda de muñecas Barbie... ¡hoy tienen 70 años!. En todo este tiempo transcurrido, el agua que pasó debajo del puente de la reivindicación de los derechos de la mujer en las sociedades ha sido vastísima, y ha pasado de todo en torno a los cambios de paradigmas en torno al ser mujer, y con muchos más avances que retrocesos, se ha proyectado socialmente el femme power en el planeta todo.

Ahora ¿Barbie es tan importante? Socialmente: ¿tiene sentido amar u odiar a un producto comercial global? ¿Sirve para algo que se genere una corriente de simpatía o de desprecio en torno a una muñeca? Pareciera que sí, porque en la metáfora perfecta de ese juguete (¡esa jugueta!) idealizado tanto en sus formas como en sus contenidos, el mundo humano ha encontrado un espejo en el que mirarse de a ratos y poner en tensión uno de sus peores inventos: el patriarcado.

Por todo esto, presten atención a esta frase, porque es muy buena:

"Los juguetes que les damos a los niños y los rasgos que se les asignan pueden tener un impacto duradero en sus vidas"

Está muy bien, ¿verdad?, la dijo Melissa Hogenboom, comunicadora editora de BBC Reel y autora del ensayo periodístico “How your eyes trick your mind” (“Cómo tus ojos engañan a tu mente”) un interesante artículo en el que da cuenta de cómo las ilusiones ópticas demuestran cómo el cerebro humano asume rápidamente cosas sobre el mundo que muchas veces no son verdad. Es decir: suele comprar mentiras culturales y políticas con un gusto y una satisfacción impresentables.

Melissa también es autora de “The Motherhood Complex” (“El complejo de la maternidad”) otro ensayo, y en este analiza la casi anulación de la decisión propia y la imposición de una serie de mandatos culturales que empujan a una mujer a ser madre, modificando para siempre su psique y su propio cuerpo. Más material para pensar en los juguetes que nos forman ¿no?

Si bien Barbie rompió en 1959 el estereotipo de la muñeca para la “niña que está entrenando para ser madre”, la empresa que la fabrica no se quedó con la mera medalla de ese hallazgo social/comercial y, con mucho cuidado y esmero mercadotécnico, comenzó a forjar un imperio económico encontrando, lustro tras lustro, todas aquellas propuestas atractivas que mantuvieran a la Barbie en la cima del mercado internacional de muñecas. Probó de todo: la hizo multiracial, la hizo gordita, la hizo con discapacidades motrices, la embarazó, le dio trabajos múltiples, profesiones encumbradas y labores de oficio. Barbie fue y vino a través de las décadas navegando con las velas desplegadas para no perder la fuerza de los vientos de época. Por esto mismo no debería sorprender tanto que, para hacer una ficción sobre Barbie, la alianza entre Mattel -la casa creadora de la muñeca más famosa del planeta- y la Warner Corporation le dieran el visto bueno a una película inteligente, peleona, crítica, bien picante y muy pero muy revoltosa, y no a una pavada que solo se quedara en el estereotipo que se pretende de la Barbie.

“Barbie”, la película, es un film que fue tejido con mucha precisión y pericia artística por Greta Gerwig y Noah Baumbach, un dúo de directores y guionistas que hasta aquí han traído películas muy interesantes y que han aportado -juntos y por separado- asuntos poco convencionales dentro del cada día más repetitivo esquema del cine norteamericano comercial. En este caso, aceptaron el desafío de abandonar “las comodidades” del cine independiente -libertad creativa y discursiva- para hacer junto a dos empresas trasnacionales gigantes una de las películas con mayor presupuesto (de producción y de difusión) de estos tiempos. El resultado final es atrevido desde lo discursivo, con un guion sólido que respeta lo esencial de cualquier historia que quiera convertirse en clásica: el viaje de su protagonista y su transformación. Estéticamente es potente, cumple, porque la vara está altísima y tuvo que animar cinematográficamente a uno de los íconos con imagen más clara y definida de la post-modernidad. Cinematográficamente brilla por momentos, toma referencias del cine clásico y las resignifica con mucho ingenio. La mítica secuencia de “2001, Odisea en el espacio” que recrea al comienzo del film, en plan de parodia, plano por plano, es realmente potente. Las referencias (también paródicas) a Matrix en las oficinas de Mattel, también funcionan con fuerza y los planos y luces que empardan los pasillos del edificio de Mattel con los del súper ministerio del “Brazil” de Terry Gilliam son -para qué negarlo- una auténtica delicia. El casting es sólido: Margot Robbie lleva a la Barbie estereotipo a sitios notables (la pequeña secuencia con la anciana en la parada del colectivo es teatralmente brillante), el Ken de Ryan Gosling la descose en la tierna y torpe sumatoria de sus peores ideas, Will Ferrel cumple una vez más y te hace reír mucho con el más pragmático y estúpido insensible CEO de Mattel que se pueda componer. También esta perfecto Michael Cera como Alan y Kate McKinnon hace una “Barbie Rarita” (SIC) con matices interesantes.

Si ves esta película como un producto comercial generador de discusiones, se lleva un aplauso rotundo. Si la ves como un film dentro del concierto de todas las películas hechas en este siglo, va a pedir su lugarcito, eh.

La derecha global, que siempre está pendiente de qué derechos puede cercenar en nombre de la corrección moral y “la familia” (¿?) está completamente ardida con la película. Sus argumentos son los de siempre: ninguno. Todo reacción, todo pedido de cancelación, todo discurso violento, con poco o nada de lógica aplicada. Siguen repitiendo como loros que “la ideología de género” es un invento de los iluminati para hacerse con el poder del planeta desde las sombras mientras controlan a millones de zombies (nosotros y nosotras) que no militamos por la consagración de derechos esenciales, sino que -supuestamente- estamos lobotomizados y le hacemos el caldo gordo a estos degenerados que solo quieren destruir nuestros valores morales más sagrados.

Allá ellos...

Sobre el abordaje de género del film este cronista no piensa decir nada. He dejado ese lugar de análisis a cuatro mujeres de distintas edades y profesiones para que hablen. Que lo haga un tipo sería... ¡Muy Ken!

Les invito a leer entonces estas opiniones con perspectiva de género de nuestras invitadas de hoy

 

1. Barbie camina con toda la planta del pie

Por Edith Galarza, abogada y poeta, 57 años

A través del absurdo, “Barbie” hace visibles para el público masivo global, algunos aspectos del patriarcado que pese a estar frente a los ojos de cualquiera, resultan “invisibles” por la astucia de un sistema que históricamente somete a las mujeres a desigualdades desde el minuto uno de su vida, como si ello fuera “natural”. “Somos buenos en aplicar el patriarcado, pero más en disimularlo” dice uno de los personajes del mundo real.

La acción se inicia en Barbieland, un mundo regido por las Barbies donde los varones ocupan un lugar secundario y la vida parece perfecta. Las chicas desempeñan todos los roles con felicidad y armonía. Se llevan bien, se tratan con amabilidad y se divierten. En ese sentido la peli destaca las potencialidades de las mujeres que pueden decidir sobre su destino de acuerdo a su deseo: estudiar una carrera, ser deportista, presidenta, doctora o jueza de la corte. También muestra que las mujeres se relacionan con respeto y cuidado, contrariamente a los vínculos de competencia que suelen mostrarse y promoverse desde el patriarcado.

Nuestra protagonista es la Barbie estereotípica, quien un día apoya los pies en la tierra (literal, pues deja de caminar en puntas sobre tacones y por primera vez toca con la planta de los pies el suelo) y comienza a sentir y pensar como una mujer del mundo real. Para solucionar este “problema” Barbie decide ir al mundo real y Ken se le suma sin haber sido invitado. El viaje de Barbie y Ken al mundo real nos presenta el contraste entre el modo en que las personas se comportan con una mujer y con un varón. Mientras él se siente admirado y poderoso, ella se siente agredida ya que le gritan obscenidades y un extraño le toca el trasero en la vía pública.

Esto le provoca gran inseguridad por el entorno pero además inseguridad de sí misma, un sentimiento que le resulta muy extraño.

Otro momento desconcertante para nuestra Barbie tiene lugar cuanto ante la junta de Mattel plantea que necesita hablar con la mujer que dirige la empresa y se sorprende porque todos los directivos son varones, pregunta: ¿Hay alguna mujer aquí? Y el telefonista contesta: “soy un hombre sin poder, califico como mujer?”

El mundo feliz de las Barbie, donde ellas ocupan los roles principales de la sociedad y los varones están en un lugar secundario produce sorpresa en cierto público, aunque no es distinto de lo que se ve en las vidrieras de las jugueterías. Sin embargo la cándida imagen de ese mundo regido por mujeres en la pantalla de los cines parece haber despertado una ola de indignación de sectores conservadores. Tan perturbadora, tan subversiva resulta la idea de una sociedad en la que las mujeres sean las importantes. Señores: Es una película! Son muñecas! Dura 1.30hs.! No se asusten.

Nosotras vivimos lo contrario en la vida real, desde hace cientos de años, imagínense!! Y este asunto del patriarcado se lleva la vida de miles de mujeres en todo el mundo.

Todas las mujeres desde niñas hemos vivido el acoso callejero, como lo vive la Barbie cuando camina por la calle o cuando se acerca a una obra en construcción. Pero qué fuerte verlo en la pantalla del cine ¿verdad? Qué feo de ver ¡qué vergonzoso! La película solo hace eso, lo pone en la pantalla. Lo malo no es lo que la pantalla refleja, lo malo está en el mundo real.

Dos son los discursos fuertemente ideológicos y feministas que aparecen en el film y sus portavoces son dos mujeres del mundo real, madre e hija.

Una adolescente rebelde y empoderada que acusa -con mucha razón- a Barbie de ser la responsable de la difusión de un estereotipo físico distorsionado de las mujeres, el hiperconsumismo y la sexualización de las niñas.

Eso es muy cierto, pero también es cierto que ha contribuido a que las niñas puedan tener un juguete que no solo les entrene para su rol de madres y amas de casa. La otra poderosa voz del film es la de una mujer latina trabajadora que desnuda en un monólogo fantástico las trampas que el patriarcado les tiende a las mujeres para tenerlas siempre ocupadas e inseguras de sí mismas.

La molestia e incomodidad que la película ha despertado en sectores ultraconservadores de la sociedad, es una buena noticia. Ha cumplido su cometido. De lo que se trata es de ser espejo de una sociedad que se niega a ver sus inequidades y Barbie muestra algunas de ellas.

Es una película que está calificada para +13 o menores acompañados de persona adulta. No se comprende porque razón una película protagonizada por juguetes no sería apta para niñeces. ¿Será porque Barbie le contesta a sus groseros acosadores callejeros que ella no tiene vagina? Una mujer que se defiende y esa palabrita en boca de una muñeca puede incomodar a mentes obtusas. Sin embargo podría ser una buena oportunidad para una clase de ESI.

Desde algunos sectores advierten que la película no es para ir “en familia”. Opino lo contrario. No es más inquietante que cualquier dibujo animado en que un tierno cachorrito vive la muerte de su padre o vaga en la noche solito y con frío.

Hay personas que se sienten incómodas con algunas escenas. ¿Cómo que se ríen de un varón? ¿Cómo que un varón queda como un tonto en un gag? .

Vivimos en una sociedad que por años se ha reído de las mujeres, de sus cuerpos, de partes de sus cuerpos, de sus ideas, de su conducta, de sus reacciones por tontas o por locas o por desubicadas. Y que incluso ha sido tan perversa como para hacer que las propias mujeres se burlen de otras mujeres, las cuestionen o censuren.

En este punto, algo más a favor de la peli, las mujeres se llevan bien entre ellas, se ayudan, se empoderan entre sí colectivamente y se liberan de los varones que las tenían subyugadas.

He aquí otra cuestión interesante de la peli y es que las Barbies tienen un amigo (Adam) que decide estar con ellas y no con los varones patriarcales. Las acompaña, va en el asiento de atrás del auto mientras las chicas conducen y se la juega cuando ellas lo necesitan. Me gusta esa imagen. Sería el equivalente al personaje masculino que labra las actas de las reuniones de las mujeres (porque ellas no saben leer y escribir) en la hermosa película “Ellas hablan”.´Pienso también en el libro “Personajes secundarios” de la escritora Joyce Jhonson de la generacion beat (pareja de Jack Kerouac) que cuenta que a ellas se les asignaba el lugar de acompañantes de los jóvenes rebeldes, que ellas iban en el asiento de atrás del auto; aunque eran mucho más que eso. Así ha sido casi siempre contada la historia.

Que muchas niñas, niños y adolescentes vean esta peli en todo el mundo es una buena noticia. A los sectores conservadores que dicen que no es para las infancias, habría que decirles que una película con contenido feminista no va a arruinar a ninguna familia y una sociedad patriarcal si.

El feminismo puede salvar vidas y de hecho lo hace. La historia de las mujeres camina inexorablemente a su empoderamiento, a la igualdad de derechos y libertad. Y sorprendentemente, Barbie camina con ellas.

 

2. Tres puntos sobre Barbie

Por Gimena González Eastoe, peronista feminista, profesora de historia, comunicadora, 35 años

Partamos de una base: actualmente la mayoría de las producciones animadas, o que une pensaría que son para las niñeces, tienen guiños que son para gente más grande. Y está no fue la excepción.

Rescato o resaltó dos o tres cuestiones relevantes:

Que es cierto que la aparición de la muñeca Barbie tuvo un fuerte impacto positivo porque ponía a la mujer en otro lugar. Ya no niñas jugando a ser mamás, con bebotes, sino niñas jugando a ser mujeres independientes. Las más idealistas, dirán que posibilitó los sueños de trabajos y profesiones que hasta ese momento eran impensados para las mujeres. Y las más críticas dirán, que Barbie, reforzó los estereotipos de una forma de femineidad. Creo que las dos cosas son ciertas.

Sobre el "Poner los pies en la tierra"... Ahora bien, me parece que la película va hilando progresivamente un discurso político que tiene que ver con enfrentar la realidad. El hecho de que Barbie toque el piso con toda planta de sus pies como referencia a empezar a ver la realidad me parece hermoso. Cómo se aborda el feminismo sin nombrarlo y cómo se ridícula el patriarcado, sirven en este caso para difundir un buen mensaje. Es extremo pero real: en Barbieland, las mujeres son libres, se gobiernan a si mismas, tienen profesiones, y pueden divertirse, y están en armonía con los varones, que solo están ahí. Mientras que en el mundo real, dominado por los hombres, todo es caos. Se trata lisa y llanamente del patriarcado: hombres y caballos dominan el mundo. El absurdo en estás escenas juega un hermoso papel para incomodar masculinidades.

Arribar a la búsqueda del sentido de una femineidad que no necesita ser ALGUIEN para ser. Que puede representar a una mujer común, madre o no, laburante o no, con profesión o no. La simple existencia de la mujer en este mundo patriarcal debería ser representada en un juguete, en una muñeca. En este sentido hay un monólogo de América Ferrera sobre lo difícil de ser la mujer que se espera que seamos y creo que con eso logra llegar a un punto intermedio entre la idealización y la demonización de Barbie.

 

3. Una carta de amor

Por Maia Schijanovich, estudiante de un bachillerato con orientación audiovisual, 17 años

Me parece que barbie es una película que expresa la complejidad que implica ser mujer en esta sociedad en la que nuestras voces son silenciadas, cuando no nos sentimos suficientes, cuando la sociedad nos exige que seamos todo, pero a la vez que no seamos nada.

También es una carta de amor hacia todas las mujeres del mundo, diciéndonos que nosotras podemos ser lo que queramos ser.

Creo que reivindicar el significado de Barbie es algo muy importante porque Barbie fue la primera muñeca que no era un bebé, la única que no nos sentenciaba a que nuestra única función sea la de ser madres. Pero al ser hegemónica y femenina la convertimos en algo negativo. Nunca sentí que tuviera que ser como Barbie, pero sí sentí que podía hacer todas las cosas que ella podía hacer.

Greta Gerwig, la directora, logró emocionarnos y ayudarnos en esta lucha contra el mundo y nosotres mismes.

 

4. La vida en rosa

Por Mónica Reynoso, periodista feminista, 67 años

A mí Barbie ni fu ni fa. Raro, porque adoro los dibujos animados y colecciono muñecos, con fanatismo fuera de control por El Libro de la Selva, Toy Story, Totoro y Miyazaki completo. Parto entonces de equiparar a Barbie con seres de fantasía que colman de felicidad a quienes están o quedamos en situación de infancia. He sido muy feliz, ya adulta, topándome en el parque con los muñecos de Disneylandia en compañía de mi hija, volando sobre Neverland al lado de Campanita y Peter Pan y comiendo en Pizza Planeta con Woody y Buzz alrededor. Disneylandia es una metáfora al cuadrado, o al cubo, no sé: de criaturas en una realidad existente sólo en la imaginación, a una representación unidimensional en revistas y películas y de ahí a la materialidad de muñecos que evocan aquellos dibujos. Y el pacto de lectura sellado a besos de Mickey.

¿Y Barbie? Crecí en un mundo despojado de cosas. Poco entretenimiento, poco arte dedicado a la niñez, pocos juguetes. Diría que poco mercado. Cero mainstream. Cuando vi el tráiler de Barbie –es la película número 15, con actores esta vez- me abrumó la abundancia. De ropitas,de mohines, de ademanes, actores y actrices, de colores, de detalles y más detalles en la ciudad simulada toooodaaaa de rosa. No fui al cine a ver la película pero lo que alcancé a ver en copia fake (¿iré presa? ¿delataré a mi dealer?) me produjo algo como jetlag, y me bajé del avión rosa.

A diferencia de las criaturas de Disney, Barbie nació muñeca. Tiene hoy 64 años pero ni una arruga, ni una cana, ni una estría. Porque Barbie es, básicamente, un cuerpo. Un cuerpo perfecto de mujer inexistente, o existente una en cien mil, que ha podido mutar a chica árabe, astronauta, negra, hippie, japonesa, Shakira, Jackie Kennedy… con sus tetas a punto de estallar, su cinturita imposible, su culo a lo Kardashian, su rubio como corresponde, La Barbie, la que se nos representa en cuanto la pensamos, es una chica rubia de pelo largo, blanca, occidental, tan emancipada como nos lo permite la moda. Sorprende que ese cuerpo erotizado y erotizante carezca de genitales. Pero aun con esa falta, significativa por demás, ese cuerpo ha sido vehículo de aprendizajes y experiencias sexuales de las niñas. Hasta que apareció Ken para remediar su soledad, las chicas jugaron con una Barbie lesbiana que peinaron, pintaron, vistieron y manipularon a sus anchas. Barbie se deja. Fue creada para eso.

A Barbie la vistieron setenta diseñadores, desde Dior y Cardin hasta Armani y Gucci. En la primera semana de su estreno, la película lleva recaudados muchos más millones de dólares de los que esperaban recaudar sus productores y compite en público con “Oppenheimer”, otro tanque de Hollywood (es lo que hay, qué va a ser) de casi tres horas de duración. Desde cierta perspectiva optimista, Barbie dice a las chicas que son libres de elegir lo que quieran con sus vidas, que pueden prescindir de los muchachos, ganar su propio dinero y ser exitosas. Pero lo dice desde un cuerpo con 99 centímetros de busto, 55 de cintura y 86 de cadera.

Vi a Wanda Nara subida, como corresponde, a lo que la prensa haragana titula “el furor por la moda Barbie”. Está en las increíbles, bellísimas, islas Maldivas, un lugar para pocos, muy pocos.

Tiene puesta una malla de rosa rabioso, obra de Gucci, de unos cuantos miles de euros. Posa de varias formas, como bien sabe, sugiriendo. Debe tratarse de una foto vieja porque se ha dicho que está con problemas de salud estos días. Ustedes perdonen; pienso en Barbie y pienso en Wanda

¿Está mal?

29/07/2016

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