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25/06/2023

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¿Primero el ahorro o la inversión?

¿Primero el ahorro o la inversión? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
El gasoducto Néstor Kirchner es hoy una de las más trascendentes inversiones del Estado argentino.

Al rebatir a la ortodoxia económica, Keynes afirmó que siempre el ahorro es igual a la inversión. Las políticas conservadoras empiezan con el “ajuste” del gasto del Estado, la “libertad” de comercio y una reforma impositiva a favor de los más ricos. Así se reduce el consuno y eso lleva a la recesión.

Humberto Zambon

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Cuando Keynes enunció que siempre el ahorro es igual a la inversión se levantó una multitud de críticas: ¿Cómo podían ser iguales si el ahorro es la decisión de una multitud de ahorristas individuales y la inversión, por su parte, la decisión de muchos empresarios, también obrando independientemente? Su igualdad, en estas condiciones, sería una casualidad que, casi, violaría las leyes de la probabilidad.

La polémica se hubiera ahorrado si empezaban por definir a qué ahorro y a qué inversión se refiere cada uno. Keynes lo hace referido al ahorro e inversión pasados, ya concretados, que es lo que los economistas denominan “ex post”, mientras que sus críticos pensaban en valores “ex ante”.

En la teoría keynesiana la igualdad de ahorro e inversión es muy simple y provienen de la propia definición: mirando lo ocurrido, el ingreso está formado por consumo y por inversión mientras que, por otra parte, el ahorro es el ingreso no consumido; en consecuencia, ambos conceptos tienen el mismo valor numérico. Son, por definición, siempre iguales. En realidad, más que una igualdad, es una identidad.

Más importante que esa igualdad es preguntarse qué relación causal existe entre ambas, lo que significa preguntarse cuál de ambas tiene mayor importancia en la política económica. Para Keynes lo fundamental es la inversión y sobre esta hay que poner el acento, ya que el ahorro siempre se adapta al monto de la inversión.

La ortodoxia económica, por el contrario, sostenía (y los más conservadores siguen haciéndolo) que las decisiones de ahorro e inversión, al menos en gran parte, son tomadas por personas distintas que interactúan en el mercado financiero y donde cumple un papel fundamental la tasa de interés, ya que ésta es el incentivo para el ahorro y, a la vez, es uno de los costos fundamentales tomados en cuenta por el inversor, por lo que en el mercado tiene la función de nivelar la demanda y la oferta (el ahorro) de fondos. Repetimos; para la ortodoxia, la tasa de interés es el precio del dinero que en el mercado equilibra demanda y oferta, en este caso ahorro e inversión. Para la ortodoxia el más importante de la dupla es el ahorro, cuya existencia previa es necesaria para que exista inversión.

Esta última interpretación parece coincidir con el sentido común. Un individuo para poder realizar una inversión debe contar con los recursos necesarios, es decir, con el ahorro propio o ajeno (en este caso financiación bancaria o crédito del proveedor). Si se extiende esta experiencia a nivel macroeconómico, se puede pensar que aquí también es fundamental para el crecimiento económico la existencia del ahorro previo.

Por esa razón las políticas conservadoras privilegian la concentración de la riqueza en manos de quienes tienen posibilidad y vocación de ahorro y que van a formar el capital necesario para la inversión. Es, por ejemplo, el fundamento de la política seguida por los presidentes norteamericanos Reagan y Trump, que redujeron la tasa impositiva de los grandes ingresos con la intención de lograr el crecimiento del ahorro y, como consecuencia, de la inversión. O la idea que fundamenta la “teoría del derrame”: en un primer paso habría que concentrar el ingreso para incrementar el ahorro y, con la inversión resultante, habrá aumento de la actividad y del ingreso del resto de la población, de forma que todos sean beneficiados por el derrame de riquezas generado.

La respuesta keynesiana es que aquello que resulta verdadero a nivel individual o microeconómico no es necesariamente cierto a nivel macroeconómico. En el caso de la inversión y del ahorro el razonamiento es el siguiente: los receptores del ingreso tienen, como decisión fundamental, lo que van a gastar en consumo y lo que queda, el residuo, es el ahorro; ese consumo, cuyo nivel depende del ingreso, tiende a ser una proporción estable del mismo (un porcentaje del ingreso). Un aumento de la inversión genera, en el primer momento, un aumento similar en el ingreso; en un segundo paso, el aumento del ingreso dará lugar a un incremento del consumo, que también sumará al ingreso originando otro aumento del consumo y así sucesivamente, hasta alcanzar un nivel de ingreso que permita el consumo en la proporción deseada y un ahorro equivalente a la inversión incrementada. Es el efecto multiplicador del gasto, en este caso la inversión, sobre el ingreso.

Por esa razón las políticas económicas progresistas dan preponderancia a la inversión. Para la heterodoxia, la principal variable que determina la inversión no es la tasa de interés sino la existencia de demanda previa. Por eso, al aumentar el ingreso (por redistribución del mismo en favor de una mayor equidad o mediante el aumento del gasto del estado) se está impulsando el consumo y/o inversión (demanda global) y con ello nueva inversión. En cambio, la política ortodoxa de concentrar el ingreso, disminuye el gasto y resulta contraproducente para incrementar la inversión y el crecimiento económico.

Un ejemplo numérico sencillo puede aclarar la idea de Keynes. Sea:

Ingreso de 100 = 80 de consumo + 20 de inversión.

Es claro que la proporción del consumo es 80% del ingreso. Supóngase que la inversión aumenta en 10 unidades (ahora es 30) por lo que el ingreso aumenta también en 10, que da lugar a 8 de nuevo consumo, que incrementa el ingreso y que da lugar a 6,40 de nuevo consumo y así sucesivamente. El proceso sigue hasta que, finalmente, se logra un nuevo equilibrio:

Ingreso de 150 = 120 de consumo (80% del ingreso) + 30 de inversión.

El incremento de la inversión en 10 unidades generó un aumento del ingreso 5 veces mayor, de forma que el ahorro (ingreso menos consumo) ahora es de 150 – 120 = 30, equivalente al nuevo valor de la inversión.

Veamos ahora el papel del ahorro en forma de atesoramiento. Supongamos que los receptores del ingreso deciden disminuir durante un tiempo su consumo en 2 unidades para atesorarlos (por ejemplo, en dólares, guardados en cajas de seguridad o “bajo el colchón”) hasta reunir lo suficiente para una nueva inversión; es decir, la propensión a consumir del 80% ha bajado al 78%. De la situación inicial

Ingreso de 100 = 80 de consumo + 20 de inversión

Se pasa, en un primer paso, a la siguiente:

Ingreso de 100 = 78 de consumo + 20 de inversión + 2 de stock no vendido

Lógicamente, los empresarios, ante un stock de mercaderías no vendidas disminuirán la cantidad producida, con lo que baja el ingreso y el consumo hasta un nuevo equilibrio:

Ingreso de 91 = 71 de consumo (78% del ingreso) + 20 de inversión

En lo anterior hemos supuesto que la inversión es independiente y queda en 20. Más probable es que, ante la disminución de la demanda, la inversión también baje, agregando entonces el efecto de un multiplicador negativo. Con ese atesoramiento se ha entrado en una reducción mutua de consumo e ingreso hasta lograr el nuevo equilibrio. Es el camino a la desocupación de trabajadores y quiebra de empresas.

La reducción del consumo es la consecuencia de toda política conservadora, que empieza con el “ajuste” del gasto del estado, la “libertad” de comercio y la reforma impositiva que producen una redistribución de la riqueza en favor de los más ricos y que lleva, inexorablemente, a la recesión económica.

Hace 87 años de que Keynes lo demostró y existe una larga experiencia histórica acumulada en ese lapso, en particular después de la segunda guerra, que prueba que el razonamiento es correcto. Que, a pesar de ello, se siga insistiendo en la misma política económica, no tiene otra explicación que los poderosos intereses de una clase social.

29/07/2016

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