El 12 de junio de 2023, internado en el Hospital San Raffaele en su ciudad natal, Milán, murió Silvio Berlusconi.

Sin él, no hubieran existido Donald Trump, Boris Johnson, Mauricio Macri ni Georgia Meloni.

En su largo caminar por ese laboratorio que es la política italiana, Berlusconi cambió el perfil de las derechas en Europa y América.

Hijo de un abogado de bancos, fue el arquetipo del self made man alla italiana. Comenzando como cantante y animador en cruceros por el Mediterráneo y vendedor a domicilio de aspiradoras en la década de 1960, murió como el sexto hombre más rico de Italia.

En 1975 fundó el hoy gigante Fininvest, propietario de medios de comunicación en Europa y América Latina, además de negocios en la industria de la construcción y el mundo inmobiliario.

En 1994 creó su propio partido, Forza Italia(el popular lema de apoyo a la selección de futbol), con el que fue cuatro veces Primer Ministro del país, entre 1995 y 2011.

Berlusconi transformó la política de derechas, estableciendo un vínculo novedoso entre política y espectáculo.

Con su rostro burlón y aficionado a los chistes verdes y la jerga futbolera, utilizó la televisión como herramienta fundamental para una relación directa con los y las votantes.

Los medios y la vitrina de club de fútbol Milan, que presidió durante 30 años y obtuvo 29 títulos italianos y europeos, fueron sus plataformas para una nueva forma de hacer política fuera de las mediaciones tradicionales de los partidos.

Berlusconi encarnó el ocaso de los grandes partidos de masas -en Italia la Democracia Cristiana y el PC- y fue el creador del partido-empresa, una organización vertical pero flexible, aupada en los medios de comunicación.

Se dijo muchas veces que Forza Italia era más una agencia de publicidad que un partido. Pero Silvio fue también un político hábil e intrigante, en la peor tradición florentina.

Como Premier (primer ministro) o desde la oposición, fue un actor imprescindible de la tormentosa política peninsular y un maestro de la manipulación entre bambalinas, en un estado parlamentario con partidos fragmentados y crisis recurrentes.

Quizás su legado más importante y problemático sea la relación con la extrema derecha y su “naturalización” en las instituciones. Desde la década de 1990 Berlusconi trabajó estrechamente con el fascista Movimiento Social Italiano (luego Aleanza Nazionale) y la Lega Nord.

Mateo Salvini y Giorgia Meloni, actuales cabezas del gobierno italiano, son, en gran medida, sus criaturas.

Berlusconi se movió siempre en una zona gris entre sus negocios y los del estado, una relación nunca aclarada con la mafia y una vida privada salpicada de escándalos de orgías y prostitución.

Pero su habilidad para empujar reformas legales y manipular jueces le permitió eludir o diluir la multitud de causas de corrupción que cosechó a lo largo de tres décadas.

Con esta pesada impronta en la política contemporánea, el 12 de junio, a los 86 años, Il Cavaliereha dejado el campo de juego.