Columnistas
18/06/2023

Sobre la racionalidad del mercado

¡Dios nos libre de los CEOs!

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Tanto Menem como Macri buscaron a directores de empresas -hoy llamados CEOs- para dirigir la economía del país, con los resultados conocidos. En el mundo hay ejemplos de quiebras causadas por dos “premios Nobel” o estafas de financistas que asesoran a grandes bancos.

Humberto Zambon

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A fines del siglo XVIII Adam Smith sostuvo que los hombres, con su accionar egoísta y al defender cada uno sus propios intereses, hacían posible lograr un óptimo social. Esta es la famosa mano invisible del mercado y base de la ortodoxia económica que, en su versión contemporánea, parte del supuesto que los actores económicos se comportan racionalmente, teniendo información y conocimiento completo y motivados por el interés individual y el deseo de riqueza. Suponen que, con recursos limitados y con restricciones conocidas, efectúan las decisiones racionales tanto como consumidores como empresarios.

No es que no cometan errores, sino que estos, al ser aleatorios, tienden a compensarse y promedia el camino correcto. Además, el mercado se encarga de corregir los errores y castigar a los responsables.

La conclusión de la ortodoxia es que al mercado hay que dejarlo actuar libremente ya que cualquier interferencia estatal producirá necesariamente peores resultados. En otras palabras, a las decisiones económicas hay que dejarlas en manos de los que saben y que están motivados por su propio interés, que vienen a ser los directores de empresas, hoy llamados CEOs.

Inclusive desde el estado, contagiados por esa admiración hacia ellos, se ha intentado buscar a empresarios exitosos para que dirijan la economía del país desde el Ministerio de Economía y desde áreas relacionadas. Por ejemplo, lo hicieron tanto Menem como Macri, con los resultados conocidos.

Claro, podrá pensar usted, el estado no es el campo de trabajo normal de un CEO y su fracaso en esa área no dice nada respecto a su idoneidad en la economía privada.

Sin embargo, existen también muchos ejemplos que ponen en duda tanto al postulado de la racionalidad de los mercados, como al supuesto que los CEOs son quienes saben y están preparados intelectualmente para tomar las decisiones correctas e, inclusive, que las decisiones que toman ellos y los demás actores económicos en función de la información económica disponible conduzcan a un óptimo social.

Sobre este tema, el economista coreano Chang Ha-Joon ha publicado un libro muy interesante que es, al mismo tiempo, de lectura amena y sencilla, que tituló “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”. Hoy quiero compartir con ustedes un caso que se expone en ese libro.

Los economistas Robert Merton y Myron Scholes recibieron en el año 1997 el llamado Premio Nobel de Economía que otorga el Banco de Suecia por sus aportes a la teoría de los derivados financieros y a su valuación. Ambos eran directores del fondo especulativo (“hedge found”) de enormes dimensiones “Long-Term Capital Management” (LTCM), uno de los más grandes de su tipo. Es decir, participaban activamente en las decisiones del fondo, que usaba el modelo premiado en Suecia. En 1998, a raíz de la crisis rusa, el fondo entró en debacle y la Reserva Federal de Estados Unidos, para evitar el contagio a todo el sistema financiero, exigió a los bancos que capitalizaran sus acreencias. A pesar de todo, el fondo quebró dos años después.

Ni Merton ni Scholes escarmentaron. En 1999 Scholes creó al fondo especulativo Platinum Grove Asset Managent, que en el año 2008 se fue a pique, mientras que Merton se convirtió en el asesor principal del Trinsum Group que quebró en el 2009.

Si esto ocurrió con las decisiones “racionales” tomadas por dos de las personas que, se supone, por haber recibido el Premio Nobel, eran quienes más información tenían y que más sabían sobre el tema, ¿qué se puede esperar de los demás actores?

No es el único ejemplo que trae el libro. Bernard Madoff es un financista que creó una de las principales firmas de inversión en Estados Unidos, con la que realizó uno de los mayores fraudes financieros de la historia; fue detenido en el año 2008 y condenado a 150 años de prisión. Lo interesante es ver la lista de quienes tomaron la decisión de confiar y de mantener sus inversiones con él y que se convirtieron en sus víctimas, que incluye a conocidos financistas y economistas en forma individual y a instituciones que dirigen y asesoran, como los bancos HSBC de Londres y el Santander de España que, precisamente, ofrecen aconsejar y administrar las inversiones que los ciudadanos comunes del mundo puedan realizar. Y también a la Universidad Nueva York, donde se forman renombrados economistas, financistas y CEOs de diferentes países.

A esta altura uno está tentado de pedir ¡Dios nos libre de los CEOs!, aunque no estoy seguro que el ruego dé resultado. Lo que sí se puede desear es que el estado regule, intervenga y controle la economía y no la dejarla al albur de la mano invisible del mercado. Y también se puede luchar para que la economía no esté organizada en función de la libertad de empresas y de la ganancia de unos pocos, sino que funcione sobre una base de colaboración solidaria para la mayor igualdad y bienestar de todos.

29/07/2016

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