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El fuerte apoyo electoral a dirigentes y partidos políticos de ultraderecha en diversos países del mundo es una constante desde hace varios años, pero en Argentina presumiblemente podría tener una traducción explícita en votos por primera vez este año en la figura del actual diputado nacional Javier Milei.
En América Latina y durante la segunda mitad del siglo XX, para defender los intereses de las clases dominantes locales y la hegemonía de Estados Unidos (EU) en el sur del continente, el principal instrumento era la violencia militar contra los procesos democráticos en general, y contra los gobiernos, fuerzas políticos y líderes populares en particular. Así, se sucedían golpes de Estado que instalaban dictaduras pro-oligárquicas y pro-estadounidenses.
Entre 1976 y 1983, durante la dictadura genocida nuestro país sufrió una de las manifestaciones más extremas de esa estrategia violenta, al utilizar el terrorismo de Estado y particularmente el método de la desaparición de personas para enfrentar los avances populares y destruir todas las formas de lucha del pueblo, incluidas las organizaciones armadas revolucionarias.
Por esa vía, el objetivo fue restablecer el poderío de las clases dominantes locales -especialmente de lo que entonces era una nueva élite financiera- y del capitalismo trasnacional con epicentro en EU.
Hace casi 40 años, que exactamente se cumplirán el 10 de diciembre próximo, una abrumadora mayoría social adoptó a la democracia como régimen político. Sin embargo, pasadas cuatro décadas, el sistema de toma de decisiones que afectan al conjunto de la población está en plena transformación.
Actualmente los poderes democráticos están sometidos al asedio de los sectores empresariales que conforman el núcleo del capitalismo local, y de las corporaciones mediáticas y judiciales que forman parte de su mismo bloque de poder. Esos intereses tienen a su vez determinadas fuerzas político-electoralres que los representan: se trata de los partidos, coaliciones y dirigentes de derecha, la más importante de las cuales se denominó en 2015 “Cambiemos” y luego adoptó el nombre de “Juntos por el Cambio”.
Sin embargo, durante la pandemia se produjeron en la sociedad argentina y mundial no solo grandes tragedias humanitarias y también económicas y laborales, sino que además en la política surgieron nuevos referentes y sectores que llevan a niveles más extremos y violentos las posiciones y planteos de la derecha.
Dentro de ese proceso está en pleno auge la ultraderecha representada por Javier Milei, quien hasta 2019 era solo un personaje mediático con discursos ideológicos contrarios a los bienes públicos y las autoridades estatales, a la vez que propagandizaba las supuestas virtudes de las empresas privadas, mediante el tramposo recurso de hacer creer -con perversa inteligencia- que el Estado y la política están en contra de la “libertad” económica y personal.
La aceptación que ese dirigente suscita hoy en una parte de la sociedad se pondrá a prueba en las elecciones PASO (primarias abiertas simultáneas y obligatorias) del 13 de agosto próximo, luego en la elección general del 22 de octubre, y eventualmente en un balotaje presidencial que debería realizarse el 19 de noviembre. (El detalle de las fechas anunciadas por la Cámara Nacional Electoral en base a la legislación vigente, consta en un reciente artículo del diario La Nación. Nota del 30/05/23).
¿Qué “rebeldía” frente a cuál “sistema”?
En un contexto de mucha banalidad y superficialidad en el debate público referido a la política nacional, desde las fuerzas democráticas y populares solo se le reprochan a Milei sus exabruptos conceptuales más alevosos -por ejemplo, negar la criminalidad de la dictadura genocida, promover el armamentismo de la ciudadanía o estar a favor de la comercialización de órganos humanos- pero raramente se le reprocha el trasfondo de su proyecto político.
Más aún: pasó largo tiempo hasta que los medios de comunicación que son independientes de las grandes corporaciones y de la derecha ideológica (tales los casos del canal televisivo C5N, el diario Página 12, la emisora radial AM-750, o medios alternativos como El Destape y la radio FutuRock) dejaran de llamarlo “libertario”, con lo cual increíblemente reforzaban el contrabando semántico de revestir a ese personaje y a su sector con un término de profundo trasfondo humanista, como es la “libertad”.
Recién desde hace apenas unos meses, y cuando el crecimiento político del dirigente se hizo evidente como un peligro para la paz social, los valores democráticos, los derechos de las mujeres y la diversidad de géneros, y en general el bien común de la población, dichos medios se dieron cuenta de que debían mencionarlo por lo más sobresaliente de su perfil ideológico: como un político de ultraderecha.
Sin embargo, los cuestionamientos de fondo permanecen ajenos a la discusión pública.
El discurso generalizado dice que Milei representa una “rebeldía” frente al “sistema”. ¿A cuál “sistema” se refieren esas interpretaciones? El sistema económico y social que domina al mundo, nuestro país incluido, es el capitalismo.
Y los planteos de Milei están destinados a defenderlo de forma fanática y con discursos extremistas, instigando a destruir los poderes públicos que a través del Estado actúan como contrapeso de los sectores empresariales y sus corporaciones asociadas, para reforzar en cambio el poderío de los grandes conglomerados capitalistas del país y del exterior.
Es por eso que el dirigente ha repetido en muchas ocasiones, casi siempre hablando a los gritos y de manera desquiciada, que hay que “dinamitar” el Banco Central. De ese modo oculta que su plan es otorgarle la totalidad del poder a los bancos y demás empresas locales y extranjeras, responsables de saquear diariamente a la Nación argentina y a las familias que la habitan.
La trampa de “dolarizar”
En el orden internacional, la extrema derecha del siglo XXI llegó a lo más alto del poder político mundial cuando Donald Trump fue presidente de EU (entre enero/2017 y enero/2021), periodo en el cual América Latina sufrió tremendos retrocesos en su soberanía política y paz regional, y corrió riesgos de guerras impulsadas por el imperio norteamericano.
Así ocurrió, por ejemplo, con los intentos para bombardear o invadir Venezuela y asesinar al presidente Nicolás Maduro (quien fue atacado con drones el 5 de agosto de 2018, ver información de Telesur), y con el agravamiento del bloqueo criminal que sufre Cuba desde hace más se seis décadas, cuando Trump dejó sin efecto las medidas de alivio dispuestas durante el gobierno de Barack Obama tras la mediación del papa Francisco.
Esa violencia imperial de EU contó con el apoyo de los entonces presidentes Jair Bolsonaro (Brasil), Mauricio Macri (Argentina) e Iván Duque (Colombia), entre otros. La escalada agresiva contra las naciones del sur del continente se detuvo, aunque solo parcialmente, porque Trump fue derrotado en su intento reeleccionista. Sin embargo, tras la votación de finales de 2024 la ultraderecha podría volver al gobierno en EU con una nueva presidencia de Trumpo o con el ascenso de su desafiante en la interna del Partido Republicano y actual gobernador de Florida, Ron DeSantis.
Sea como fuere el futuro político norteamericano, Milei pretende que Argentina deje de ser estrictamente un país y se convierta en una provincia monetaria de Estados Unidos. Esa sería la consecuencia más drástica si nuestra Nación cayera en la trampa de eliminar la moneda nacional y en su lugar se adoptara el dólar, como propagandiza el mencionado dirigente.
(El tema de la “dolarización” fue analizado días atrás por Andrés Wainer y Mariana Fernández Massi, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Conicet, así como del Instituto para el Desarrollo Económico y Social de Buenos Aires, Idesba, integrado a la Central de Trabajadores de Argentina-CTA de la provincia de Buenos Aires. Publicado en Página 12, artículo del 21/05/23).
En la América Latina de la tercera década del siglo XXI, “ultraderecha” no solo implica retóricas agresivas y destructivas, fomento de la violencia social y política, eliminación de derechos civiles y conquistas sociales, y además fomento de sentimientos y acciones antidemocráticas, sino que significa promover un tipo de capitalismo cada vez más cruel e inhumano, y someter más todavía al país bajo la dominación estadounidense.
La ultraderecha es todo lo contrario de la rebeldía. Es un fanatismo extremo, ultra-capitalista y pro-Estados Unidos.
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