El acto del 25 de mayo del FdT dejó mucho para pensar y comentar. A mí me impresionó la magnitud del acto en sí.

Enrique Pavón Pereyra, el biógrafo de Perón, comentaba en su libro sobre el ex presidente, que cuando éste se hallaba en Italia como agregado militar en la embajada argentina en ese país, fue testigo de las masivas manifestaciones convocadas por Mussolini al pueblo italiano. El manejo que de las mismas observó Perón en Mussolini, lo colmó de admiración y probablemente mucho debió haber aprendido de ese manejo.

Esa nueva realidad asombró a Occidente y no se tardó en vincular la relación coloquial entre la masa y el líder como un hecho entre asombroso y amenazante, en la visión de la oligarquía. Era la época inaugural del protagonismo de las grandes masas como expresión y demanda de derechos.

Cristina, a esta altura del siglo XXI es capaz de convocar a miles y miles de simpatizantes y admiradores que estoicamente se acercan a la plaza de Mayo resistiendo horas de espera mientras una lluvia por momentos torrencial arreciaba sobre la humanidad de más de 500.000 personas.

El acto tiene una apariencia de unanimidad increíble. Claro que no estaban allí todos los que sinceramente aman a Cristina pero la cantidad de gente que concurrió tiene poca semejanza con otros actos, a no ser que estemos pensando en otras convocatorias de la misma Cristina. Para sopesar la magnitud que entraña la realización de semejante acto masivo, hay que pensar que Cristina fue y está perseguida por armados judiciales y difamaciones de los medios masivos de comunicación social, desde 2015 por lo menos, que acompaña a un gobierno que se ha visto atado de pies y manos por el desastre heredado de la gestión macrista, y que no pudieron dar un cambio de rumbo significativo a la gestión del gobierno que ella ayudó a configurar porque careció de mayorías legislativas y de una mayor cohesión interna para lograrlo.

Aun así, la mujer que había convocado a semejante muchedumbre estaba ahí impecable en su aspecto y en su oratoria, basada en un contenido de enorme densidad política de más de una hora de duración.

El espectáculo brindado fue entonces más que emocionante y se recordará por mucho tiempo la imprecación de la masa para que ella acepte ser candidata de la coalición.

Semejante manifestación merece un triunfo electoral pero ya sabemos que después los votos se cuentan de uno en uno y no por solo por la capacidad de convocatoria de los líderes. Y los argentinos somos ya 47 millones de habitantes. No obstante, el gigantesco esfuerzo de reunir a tanta gente en un acto político en esta época, el impacto de casi unanimidad que representó y finalmente la esperanza implícita del mismo, hablan de una presencia popular poco menos que arrolladora, y si solo hiciera falta para ganar una elección poder contar con la consabida respuesta que apreciamos, en un acto partidario emocionante, forjador de fe en la patria, anhelante de seguir pese a las enormes dificultades que aún aguardan a lo largo del camino, aún así el FdT podría alzarse con el triunfo en octubre próximo.

Una vez más digo que tengo claro que lo simbólico no alcanza para ganar una elección, pero aunque no se pondera a la hora de contar los votos semejante respuesta popular, el FdT puede asentar su fe en una porción muy considerable del pueblo como para que el primer envión de la campaña esté pletórico de fe en el triunfo.