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La aparición de la derecha auspiciada por la propia democracia, ha logrado sorprender a cierto statu quo social en que las ideas de centro izquierda con todos sus matices predominaban a pesar de que sus avances concretos por desbaratar la estructura de poder de las sociedades occidentales fuesen poco menos que nulos en los últimos 20 años. No obstante contaba con el memorable antecedente de haber sido los impulsores del estado de bienestar después de la guerra, que mejoró mientras duró, 30 años de mejoras a las naciones rezagadas del mundo.
Lo cierto es que esa pasividad, en que está incluida la seguridad del sostén democrático, se quebró por el avance de las preferencias por la derecha de un electorado decepcionado.
La iracunda derecha, la expeditiva, la autoritaria, la que no quiere el debate de las ideas ni que se instalen nuevas ideas, la que se niega a aprender de la Historia, a la que más vale deplora. Una derecha que se hace humo cuando hay que consensuar o mediar en medio de los conflictos porque justamente ama la conflictividad y odia por considerarlo una manifestación de debilidad, cualquier atisbo de solidaridad con los que son menos poderosos, más pobres o menos favorecidos por la distribución social de los bienes materiales o de la igualdad de oportunidades.
Porque anhela una hegemonía y como lo hicieron históricamente otros regímenes, odian a los partidos políticos, que llaman despectivamente, burgueses, los envuelven en epítetos irreproducibles y exageran su adhesión a la antipolítica que no incluye justamente la propia entidad solo la de quienes los cuestionan.
La derecha se amoldó muy bien a la normativa del estado de Derecho al punto que la ha manipulado impunemente a favor de sus intereses inconfesables. Apelaciones judiciales al infinito, traslados discrecionales de procesos a manos de jueces y fiscales adictos, licitaciones distribuidas entre empresas amigas, incorporación descarada de funcionarios en cargos claves sin antecedentes de idoneidad probada, desprecio visceral a las masas que expresan públicamente sus necesidades y reclaman por sus derechos, opositores políticos a los que hay que destruir mediante los mecanismos del fake news y del lawfare, según quien sea el que los protagonice, si la prensa o los jueces, omisión de apoyo a los países hermanos de Latinoamérica si no comulgan con una ciega adhesión al imperialismo norteamericano.
La derecha se ha autoexcluido de la escena pública aunque paradójicamente victoree por la “república” cuando se niega a concurrir al parlamento, a dar quorum o a votar leyes que hacen a la necesidad de gobernar, es que no quieren que la realidad cobre de pronto, por sus mejoras sociales y económicas, el prestigio que le atribuye la buena gestión. No hay en sus dirigentes amor por el progreso colectivo cuando quienes lo auspician son las mayorías populares. Prefieren el atraso y el dolor porque esas calamidades les darán los argumentos que justifiquen su oposición y por reacción la adhesión del electorado. Son amigos del lema cuanto peor, mejor, hasta la destrucción del adversario político y el reinado único de su poder plutocrático.
Quien podría ignorar este perfil de la derecha política en la Argentina encarnada en la alianza Pro-UCR y a sabiendas le extendería el favor de su adhesión electoral. Llamarlo suicidio social es poco elocuente, porque, si cabe, requiere una denominación más dura. Está claro que la insatisfacción por la gestión del progresismo es un buen motivo para no votarlo, Pero ir de Guatemala a guatepeor es el dilema. Las fuerzas del progresismo recibieron un fuerte sacudón en el 2015, a pesar de que habían desendeudado al país, los niveles salariales eran los más altos en mucho tiempo, se proclamaba la igualdad de derechos, volvieron las jubilaciones a hacer manejadas por el estado. etc. Muchos de todos esos logros están aún en vigor porque el progresismo asumió su defensa.
El país que nos dejó el macrismo fue un desastre que llevará años arreglar, pero una cosa es intentar sanear la república y otra muy distinta es terminar de hundirla.
El peligro para vastos sectores de la sociedad argentina de un nuevo período de gestión de la derecha es inmenso. Profundizar lo que hicieron en cuatro años de gestión significa lisa y llanamente, si no fuera una abierta provocación y como queda dicho, hundir a la Nación, y eso es lo que explícitamente, hoy día, proponen.
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