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En Argentina, los discursos políticos de este año 2023 están/estarán referidos a dos grandes temas: las elecciones y la inflación. Tales asuntos, muy relacionados entre sí, dominan y dominarán la agenda que prevalecerá en medios de comunicación y redes digitales.
Aclaración: el párrafo anterior alude solo a lo que tiene que ver la competencia por espacios de poder en instituciones del Estado, y su relación con la economía del país y la situación económica de las personas comunes del pueblo. Se refiere unicamente a los discursos “políticos”. La mención excluye a cualquier hecho que suscite interés en la sociedad, por ejemplo de los deportes o los espectáculos, escándalos que giran en torno de figuras famosas, crímenes u otros delitos resonantes, fenómenos climáticos, sucesos internacionales de alto impacto, etcétera.
En sentido contrario, también cabe aclarar que “elecciones” pasó a ser un campo temático que incluye el accionar judicial para desgastar y perjudicar a Cristina Kirchner y, en el reverso de la moneda, encubrir a delincuentes que pertenezcan a la derecha partidaria, empresarial y corporativa en general. De esto también habrá mucho durante el año, pero su trasfondo será parte de la temática electoral.
Hechas estas salvedades, por fuera de las elecciones y la inflación, los demás asuntos vinculados con disputas de poder resultarán ajenos en gran medida a las discusiones y acciones de los propios actores políticos y de los medios de comunicación que imponen su agenda a la sociedad.
El fenómeno no es nuevo pero remarcar su vigencia puede ser útil para la reflexión. Los discursos dominantes le hacen creer, incluso a las dirigencias y militancias populares, que solo hay que ocuparse de aquello que “le importa a la gente”. Es decir de la economía y, específicamente en el contexto nacional de estos tiempos, de la inflación.
Y de las elecciones se habla porque son la razón de ser de los/las dirigentes, por lo cual la definición de candidaturas y los infinitos conflictos que giran alrededor de ellas provocan un frenesí inigualable que se traslada al periodismo político y a las audiencias politizadas.
Sin embargo, ocuparse unicamente de aquello que “le importa a la gente” es una trampa de los sectores dominantes para imponer como temas de la discusión pública solo los que convienen a sus intereses y excluir al resto. Esto quedó demostrado una vez más con motivo de la VII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), realizada el reciente 24 de enero en Buenos Aires.
Importa o no importa, esa es la trampa
Las deliberaciones entre representantes de las 33 naciones de América Latina y el Caribe fueron una muestra extraordinariamente valiosa del intento que tratan de llevar a los hechos distintos gobiernos de la región, para construir o reconstruir espacios de integración para la paz y la cooperación que fueron arrasados cuando predominaron gobernantes de derecha o ultraderecha (como ocurrió bajo los regímenes encabezados por Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, Lenín Moreno en Ecuador, entre otros).
Pero además, la cumbre de la Celac también fue expresión de una política exterior soberana del gobierno de Alberto Fernández, que nadie reivindica por dos razones fundamentales: porque gran parte del peronismo tiene internalizada la concepción economicista de que son asuntos que “no le importan a la gente”, y porque el Frente de Todos sufre las consecuencias de su propia crisis interna que no le permiten siquiera capitalizar aspectos virtuosos de la gestión presidencial.
En cambio, la derecha comunicacional, político-partidaria y empresarial tiene muy en claro que el poder se disputa en todos y cada uno de los ámbitos y terrenos que influyen en la vida de los países y sus poblaciones, y por eso durante la cumbre tuvo un relato y una estrategia para manipular a la opinión pública.
Por un lado la derecha afirma -y muchos/as le creen desde otros posicionamientos políticos- que una reunión internacional como la realizada por Celac en Buenos Aires “no le importa a la gente” (el autor de este artículo pide disculpas por repetir la frase hecha), y a la vez se ocupa de banalizarla, frivolizarla, descalificarla, atacarla y destruir sus reales o potenciales beneficios para los pueblos. La trampa está a la vista de quien quiera verla.
Durante la cumbre, la sociedad fue intoxicada por la campaña de propaganda ideológica que las distintas derechas realizaron en contra de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lograron que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, desistiera de viajar a la reunión en Argentina. Tampoco vino el mandatario nicaragüense.
(Cabe aclarar y recordar que el gobierno de Venezuela anunció un día antes de la cumbre que Maduro no vendría, pero lo atribuyó a razones aún más graves, no necesariamente desligadas de la campaña propagandística realizada desde nuestro país: denunció que “hemos sido informados, de manera irrebatible, de un plan elaborado en el seno de la derecha neofascista, cuyo objetivo es llevar a cabo una serie de acciones de agresión en contra de nuestra delegación” encabezada por el presidente. En su lugar, la representación fue liderada por el canciller. Reporte de Telesur, nota del 23/01/23).
Posteriormente, la estrategia para atacar a la reunión de la Celac y así desgastar a los intentos de integración y cooperación por fuera de la dominación de Estados Unidos, tuvo una segunda parte: poner en el centro de la atención social al presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, quien en la cumbre representó -aún con sobriedad y decoro- los intereses estadounidenses y de las derechas latinoamericanas y caribeñas.
(Esa operación mediática de acción psicológica sobre la opinión pública quedó reflejada en las tapas de los diarios Clarín y La Nación al día siguiente de la reunión que tuvo lugar en la capital argentina, como la muestra la siguiente imagen).
(Para quien tenga interés y posibilidad de leer un texto extenso, puede acceder al documento lanzado el 24 de enero por representantes de los 33 países integrantes de la comunidad latinoamericana y caribeña, difundido por la Cancillería argentina. Acceso a la “Declaración de Buenos Aires” de la Celac).
Rumbo argentino histórico
Las relaciones internacionales, aunque las dirigencias populares poco o nada debatan ante la sociedad sobre ellas -excepto lo que la derecha impone en la agenda pública-, constituyen una parte indispensable para cualquier proyecto político que intente representar los intereses de la Nación y del pueblo argentino.
La recuperación de una política exterior soberana y multilateral es un logro del gobierno actual que, aún con sus errores y rasgos criticables, abreva en las mejores tradiciones históricas de los gobiernos y las fuerzas políticas populares del país.
Alberto Fernández ha retomado el rumbo trazado por presidentes como Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Arturo Illia -a pesar de su origen ilegítimo por haber sido elegido con el peronismo proscripto-, Héctor Cámpora -en su efímero pero trascendente gobierno-, Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
No obstante, es un logro que nadie reivindica desde el propio peronismo y el conjunto del Frente de Todos.
Mientras tanto, la oligarquía local y los intereses de Estados Unidos, a través de sus poderosísimas cadenas mediáticas, imponen en el imaginario social un relato tramposo y mentiroso que es contrario a la paz y la cooperación en América Latina y el Caribe, y en general contrario al desarrollo soberano de las naciones del mundo.
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