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Con la inhabilitación a perpetuidad para ocupar cargos públicos de Cristina a raíz del juicio de Vialidad, el peronismo vuelve a estar proscripto en la Argentina.
Lo fue durante 18 años cuando el nombre de Perón ni siquiera podía pronunciarse, 18 años realizándose elecciones viciadas por ausencia de representatividad plena, 18 años a los tumbos por la pendiente antiperonista y antidemocrática.
Cristina en este momento está en la isla Martin García, se ha aislado, está fuera del alcance de sus propios adherentes. La pregunta que parece ser la justa, ¿cómo hacemos para traerla?
Con Perón fue más sencillo, la intermediación del Hospital Militar central, permitió saber que estaba al alcance de las masas y estas al movilizarse en un acto casi unánime y hacer presencia en la Plaza del pueblo, dijo claramente cuál era su propósito, el rescate de su figura.
Cristina está en su casa, se ha llamado a silencio y a retiro, sin embargo podremos inferir que, por ejemplo, una unánime movilización, la pone otra vez en escena.
Podrá ser una movilización o cualquier otro movimiento que de producirse dará origen a la respuesta unánime de la que hablamos y con la que contó Perón el 17 de octubre de 1945.
Como en un acto impulsivo Cristina acaba de decirle a sus deudos: “Arreglense, dejo de ser el mascarón de proa de esta lucha”. “Ahora es el turno de ustedes como pueblo, sola no puedo y está claro que en el corto lapso me han vencido, más que nada porque estoy sola y la pelea se ha hecho muy desigual. Está bien que ese fallo tenga todas las características de una vigencia de corto plazo porque está viciado de verdad, pero cuando venza ese plazo, quizás sea tarde volver para mí. Por eso es ahora o cuando el pueblo quiera o pueda, que quiera desigualar este ensañamiento, como que enfrente mío hay un ejército de cobardes manipuladores.
El doctor Beraldi afirma que no hay que desalentarse porque la razón está de nuestro lado y más temprano que tarde, se impondrá. Hay que seguir sosteniendo la lucha”.
En cambio Cristina dice quiero que mi renunciamiento les duela a todos, a los propios que no me ayudaron y a los ajenos que se han empeñado en destruirme. Quiero que el espectáculo de mi destrucción sea público, para que el sacrificio que cometen los denuncie por sí solos.
Si todo intento de justicia es por el momento imposible, que se vea el rostro de los jueces venales y de los gestores intelectuales y financiadores de este delito, fundando otra vez una épica mitológica en esta tragedia argentina.
La heroína palpita la última esperanza sin apartar la mirada sobre su pueblo.
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