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Ayer, viernes 25 de noviembre, se cumplieron 5 años del día en el que un integrante del Grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina fusiló por la espalda al peñi Rafael Nawel Yem. Ese mismo día, a 1400 kilómetros del lugar de aquel crimen de estado, se realizaba el funeral de Santiago Maldonado, asesinado de manera aun no esclarecida durante una redada viciada de ilegalidades efectuada por la Gendarmería en territorios del Lof Cushamen.
Hoy, a apenas un lustro de aquel crimen, cuatro mujeres mapuche aun siguen presas tras la redada militar que en octubre de este año ordenó el Ministerio de Seguridad de la Nación sobre el rewe del Lof Lafken Wigkul Mapu y la casa de la machi Betiana Cojwan (prima de Rafael). Aquella mañana de octubre nadie murió, pero instantes de zozobra represiva y posibilidades de que eso ocurra, no faltaron.
La semana pasada, por primera vez desde la madrugada de la represión, la lamgen Betiana contó a un medio como sucedió todo a las 7 AM de aquel día del operativo, que incluyó a 250 hombres pertrechados para ir a la guerra, que bajaron de dos aviones provenientes de Buenos Aires. Esto le dijo la lamgen a Ana Cacopardo, Agustina Frontera, Cora Magarnick y Florencia Werchoesky para el Diario AR:
“- Sí, primero llegaron ahí. Era temprano a la mañana. Justo el día anterior había lavado la ropa del bebé (de apenas meses), entonces no tenía nada de ropa limpia. Terminé de vestir a Lemu (hijo de 4 años) y le dije que baje y vaya con el resto de las chicas, las lagmen (hermanas). Ahí ya se escuchaban los tiros y los gases. Baja él solito y todavía al bebé lo tenía acostado en la cama, porque estaba preparando el bolsito con sus pañales y sus cosas y en eso escucho al piso o las matamos, entonces bajé para ver a Lemu y cuando veo por la ventana ya estaban entrando, así que subí a buscar al bebé corriendo y en eso escucho un ruido, como que alguien destroza la puerta. Ahí tiran una bomba de estruendo y un gas lacrimógeno, que cayeron en el piso cerca de la cocina a leña. Escuché que hizo un ruidito pip pip y lo primero que hice fue agarrar al bebé y taparle los oídos. Explotó con un ruido enorme. Y de repente miro para abajo y veo que algo se estaba quemando. Se llenó la casa de humo, no se veía nada. Y ahí sube enseguida un policía de fuerza especial y nos apunta con el arma y me dice bajá rápido y yo no alcancé a agarrar el bolso y lo único que hice fue agarrar al bebé que estaba en la cama, lo bajé todo envuelto. ¡¿Qué tenés ahí?!, me gritaba, y ya estaba a punto de pegarme con el arma y con toda esa humareda y el gas tuve que descubrir la cara del bebé: esto es un bebé, le dije, y me dice sacalo para afuera rápido.
- ¿Y entonces?
-No vi muy bien, pero parece que se estaba quemando la cuna. No midieron, me tiraron dos bombas a la casa sin pensar nada. Ya afuera le digo que necesito una manta, una mantita, una manta, algo para tapar a mi bebé. Y había una colgada y me la tiró pero me dijo ¿no son mapuche, a ustedes no les gusta vivir al aire libre?”
Pero volvamos cinco años atrás:
La madrugada del 24 de noviembre de 2017, el día anterior al fusilamiento de Rafael, comenzó el operativo de represión, una cacería que es narrada en primera persona en el libro “Reunión: Lof Luken Mapu (Puel Mapu 2019)” editado recientemente en la colección “Cuadernos de las Lenguas Vivas” por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. En su página 18 un testimonio en primera persona nos cuenta:
“(...) Ahí fue que nos encontró a nosotras la represión. Los escuchábamos gritar: '¡agarren a uno, hagan mierda a uno!'
Una niña se le paró a un policía y le dijo:
- ¿Me vas a matar?
- No.
- Entonces haceme upa.
Y ahí empezaron a aparecer unos terribles monos, fuertemente armados con armas de guerra, con la cara cubierta con pasamontañas. Nos empezaron a arrinconar, golpeándonos a nosotras y a las nenas con las armas. Empezaron a rajar con cuchillos las carpas donde estaban resguardados los nenes. Y unos agarran a los niñitos, los agarran de la ropa, del cuello. Y otros nos agarran a nosotros y nos precintan,nos atan las manos con precintos. No se veía nada. El ruido de las balas seguía. Solo se escuchaban gritos. Estábamos todos atontados y sordos por el ruido, porque los cerros hacen eco. O sea que balas, eco, balas, eco. Y los nenes llorando porque les tiraban gas pimienta en los ojos. Solo por gusto. Solo por maldad”
Al día siguiente de lo que aquí se acaba de testimoniar, las fuerzas conjuntas de policías y prefectura subieron los cerros acechando y cercando a quienes habían escapado para arriba. En esa redada fusilan a Rafael.
Los peritajes realizados en el campo dan cuenta de al menos 140 agujeros de bala -de distintas armas- en árboles y rocas cercanas al lugar en el que se determinó que cayó abatido el cuerpo de Rafael. La crónica de como sus peñi bajaron a Rafa herido de muerte, cerro abajo, está en las páginas 21/35 del libro antes citado:
“(...) Había tres kona heridos (…) Fuimos corriendo a ver a todos, los otros dos no habían sido letales, pero el de Rafa sí. Dijo 'Siento que me estoy muriendo' . 'Tranquilo peñi, te vamos a bajar'. 'No, déjenme acá, en esta tierra yo vine a pelear por este territorio, por nuestro pueblo, por nosotros, por ellos, por nuestro ser mapuche'. Eso dijo para todos, en voz alta, y después nos llamó uno por uno y nos dijo a cada uno unas palabras en voz baja. No las podemos decir. Ellos siempre dicen que es en autodefensa, que todo lo que hacen es en autodefensa, pero le dispararon con un fusil de repetición y pistolas desde bien cerca, a un chico de 22 años, que guardaba un mate, en el medio del monte. Creemos que queda bien claro que autodefensa no fue. Armamos una camilla de madera bien rápido, con unas tablas de madera seca que estaba ahí. Lo subimos a Rafa a la camilla, y lo empezamos a bajar corriendo, corriendo. Lo llevábamos de a cuatro, nos íbamos turnando. El muere ahí, unos pocos metros después ya estaba muerto. Todos estábamos llorando, pero seguíamos bajando sin parar, bien rápido. A los veinte minutos estábamos en la tranquera. Estaba lleno de Prefectura, todos apuntándonos con los fusiles. ' Hijos de puta, mataron a un hermano y nos siguen hostigando!' les gritamos un montón, un montón de cosas, de todo. Y ahí dos kona lo sacan a Rafa hacia afuera. Eran dos kona de otra comunidad, que se acercaron a ayudar. Lo hicieron como un gesto de cooperación a esta comunidad y a la autoridad que se levanta en este lugar, la machi (…) Los dos kona lo sacan a Rafa para afuera, y los Albatros los agarran a los dos, de forma muy, muy violenta. Y se los llevan a la rastra en medio de la ruta. En ese momento el tráfico estaba cerrado, pero solo acá en la entrada, así que habían camionetas que llevaban turistas que justo se quedaron frenadas. Esa gente vio todo esto. Vio todo esto en ese mismo momento. Una de las personas quiso ser testigo, con nombre y apellido. Un laburante que no tiene nada que ver con nosotros, o que quizás tiene mucho que ver. Pero el Estado no lo dejó. Lo que más lo shockeó a él es que vio cuando agarraro el cuerpo de Rafa y lo arrastraron. Muerto. Cincuenta metros por el costado de la ruta. Eso de acá no se vio, porque lo taparon los árboles, pero lo vieron las personas de los autos, y los dos peñi. Y el juez Villanueva, y al fiscal Little. Ellos vieron todo esto con sus propios ojos”.
A cinco años de aquel fusilamiento, seguir alimentando o tolerando como naturales los discursos de racismo que justifican un crimen de estado así, que avalan la intervención del aparato represivo sobre las comunidades mapuche, es -potencialmente- un segundo crimen en sí mismo.
La justicia plena debe llegar, reactivando estas causas, plagadas de agujeros negros, de peritajes llenos de desidia, cerradas a los empellones con argumentos que más que apelables son jurídicamente repudiables. Todas las causas, no solo la de Rafael, también la de Santiago y la del peñi Elías Garay Yem. Y la inexplicable situación procesal de las cuatro lamgen detenidas debe ser vista y tratada con la seriedad jurídica que hasta aquí no ha tenido.
Hay una palabra en mapuzugun, el idioma mapuche, que se usa para expresar el deseo de que algo suceda. En español se dice “ojalá”, pero en mapuzugun la expresión es “pewmagen” que se puede traducir a duras penas, porque es filosóficamente profunda, pero puede llegar a ser algo parecido a una expresión que de cuenta de una acción del tipo: “que el espíritu de los sueños sea”.
Bueno: pewmagen la justicia llegue.
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