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Columnistas
09/10/2022

Lula puede volver, Bolsonaro llegó para quedarse

Lula puede volver, Bolsonaro llegó para quedarse | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El líder del Partido de los Trabajadores ganó la primera vuelta y tiene chances de vencer finalmente en la elección. Pero el actual presidente obtuvo legitimidad y poder político con un inesperado apoyo popular, que lo instala como referente de una derecha agresiva, más allá de las fronteras brasileras.

Leandro Etchichury *

Con un alto nivel de participación, de casi un 80%, las elecciones llevadas a cabo una semana atrás en Brasil dejaron una sensación contradictoria. Si bien el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, hizo una muy buena elección que lo dejó a menos de dos puntos de ganar en primera vuelta, la diferencia con el segundo no fue tan holgada como pronosticaron las consultoras y se convencieron los militantes. El actual presidente, y ex militar, Jair Messias Bolsonaro quedó a poco más de 5 puntos de Lula, lo que no sólo le dio oxígeno para la segunda vuelta (que tendrá lugar el próximo 30 de octubre), sino que lo posicionó como referente central de la derecha en Brasil, e inclusive en América del Sur. Al igual que en Argentina, la política en el país vecino se ha polarizado y no ha quedado lugar para una “tercera vía”. Y en eso los números son más que claros.

A priori, para la segunda vuelta, Lula está a las puertas del triunfo y se presupone que los votos de las lejanas tercera y cuarta fuerzas (unos 8,4 millones), en su mayoría se volcarán al PT. Según algunos analistas locales, las fugas de votos anti PT desde esos espacios políticos (en particular desde el Movimiento Democrático Brasileño de Simone Tebet) ya se dieron el domingo pasado. Y si bien Ciro Gomes, candidato presidencial del histórico Partido Democrático Trabalhista, se hizo por un largo rato el zonzo, el vicepresidente nacional del partido, el diputado federal Pompeo de Mattos, remarcó que el PDT “siempre fue aliado del PT en un segundo turno”.

Tal vez, la principal incógnita sean las más de 32 millones de personas que no fueron a votar, y por lo tanto se han transformado en una piscina interesante, pero con limitaciones, para ir de pesca. Si bien el nivel de abstención se incrementó uno o dos puntos respecto a elecciones pasadas, se mantiene en los niveles históricos de la nueva democracia brasileña. Por otro lado, los datos señalan que, en elecciones anteriores, a la segunda vuelta concurrieron menos votantes que en el primer llamado. Así que la primera tarea de los equipos de campaña del PT será no perder votos propios y, a la vez, enviarles un claro mensaje a los votantes de Simone Tebet (MDB) y Ciro Gomes (PDT).

El debate en el que se encuentran las fuerzas progresistas es si la receta para el éxito radica en moderar el discurso, dentro de una prédica de por sí ya moderada, o confrontar duramente con un bolsonarismo que, algunos suponen, radicalizará su verba.

La grieta brasileña

Basta observar el mapa pintado con los colores partidarios surgidos tras las elecciones, para descubrir, a primera vista, un país prácticamente partido de manera geográfica entre el Norte y el Sur. Pero, como en todo, existen matices. Los estados que concentraron el mayor porcentaje de apoyos a los candidatos Lula y Bolsonaro están geográfica y socialmente muy distantes. Piauí y Pernambuco, en el Nordeste brasilero; Rio Grande do Sul y Paraná, en la región sur del país.

Si bien la división es entre estados ricos y pobres, trasladar esta idea al plano social de manera mecánica es más compleja. Algunos estudios ya venían señalando que son más propensos a votar por Lula el 55% de las personas que cobran menos de dos salarios mínimos, el 60% de aquellos que se consideran negros o mestizos y el 70% de los que manifestaban tener una preferencia homo o bisexual; pero una encuesta del Instituto Datafolha divulgada en agosto pasado, reveló un cambio (leve aún) en el perfil del electorado de los dos principales candidatos. Las intenciones de voto por Bolsonaro aumentaron entre las personas consideradas “vulnerables” por la encuesta, parte de la población brasileña con bajos ingresos e inestabilidad financiera. El candidato del PT, en cambio, se ganó a una parte de la población con mayores ingresos y estabilidad financiera. Algo que ya le ha sucedido a las izquierdas europeas, donde el votante que se siente amenazado económicamente se ha volcado a las ofertas de la ultraderecha.

En Minas Gerais ganó Lula para las presidenciales, pero el nuevo gobernador es un personaje afín a Bolsonaro. En el estado de San Pablo, Bolsonaro obtuvo una muy buena elección (para sorpresa de encuestadoras y el propio PT), pero en la rica ciudad homónima, que oficia de capital, ganó Lula por una diferencia de casi diez puntos. Algo similar ocurrió en Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul, y cuna del “presupuesto participativo”. Respecto a las elecciones de 2018, Bolsonaro perdió votos en el distrito federal de Brasilia y en casi todos los estados do Sudeste, pero ganó adhesiones en estados del nornordeste como Pará o Bahía.

Otro dato curioso y a la vez significativo, en el sentido de lo que se viene planteando: de los cinco indígenas electos, solamente uno es de la región Norte, que concentra la mayor población indígena del Brasil. Se trata de Silvia Waiãpi, que es del partido del presidente Bolsonaro y es una activa defensora del mandatario en el estado de Amapá.

Lo que es innegable, es la consolidación del bolsonarismo y su líder. Jair Bolsonaro obtuvo más de 51 millones de votos, 1,3 millones más que en 2018. De esta manera pasó de ser una figura marginal, payasesca y aventurera, a liderar por extrema derecha la lucha contra la hegemonía del PT en los sectores populares.

En caso de ganar, Lula deberá gobernar con minoría en Senado y Diputados. En esta última Cámara se renovaron la totalidad de las bancas (513), con mandato de cuatro años. El partido del actual presidente se consolidó con la bancada más numerosa. Creció de 76 a 99 diputados federales. A su vez, la alianza formada por el PT, PC do B y el Partido Verde cuenta con el segundo mayor número de diputados, 80. União Brasil, partido que se originó de la fusión entre el Partido Social Liberal y Demócratas, quedó como tercera bancada, 59. Los Progressistas (sic) de Ciro Nogueira, ministro de la Casa Civil de Bolsonaro, están en cuarto lugar, con 47. O sea, que la bancada que va de la centro-derecha a la derecha extrema es dominante.

Por su parte, el Senado federal está compuesto por 81 legisladores, que cada cuatro años pasa por una recomposición, alternada, de un tercio (27) o dos tercios (54) de los parlamentarios. En este año, 27 fueron los políticos electos que ocuparán sus bancas a partir de 2023. El partido del actual presidente tendrá la mayor bancada en el Senado con un total de 15 miembros. El Partido Social Democrático, si bien perdió una banca, queda como segunda fuerza con 11 senadores. União Brasil quedará como el tercer mayor grupo con 10 senadores. El PT pasó de 7 a 9 senadores, al igual que el MDB, siendo la primera vez que la bancada emedebista no es la mayor del Senado desde la vuelta a la democracia.

¿Y si gana Lula?

Para ganar, todo parece indicar que la estrategia de Lula será la moderación y además mostrarse como el candidato que garantice la continuidad democrática en Brasil. Así lo adelantó la diputada federal Tabata Amaral, quien salió a pedir el voto remarcando las posturas económicas moderadas de Lula. La tentación de volcarse al centro moderado, frente a un supuesto Bolsonaro más radicalizado, puede sumar votos mientras no se pierdan por izquierda. Tal vez ese dique de contención sea la amenaza antidemocrática que representa el bolsonarismo. La interpelación hacia los sectores evangélicos es otro tema. Lula ya tuvo que aclarar que no tienen ningún pacto con el demonio.

De todas maneras, el actual presidente, que no es ingenuo, no mostró su peor rostro en esta campaña, y es probable que se contenga en los próximos días, poniendo el énfasis en aquellos tópicos que interpelen al voto anti PT.

El voto anti PT, si se lo compara con el anti peronismo en Argentina, es un fenómeno relativamente nuevo, pero tiene el mismo sustrato: el odio a una fuerza que bregó por ampliar el arco de los derechos sociales hacia una población sumergida históricamente en la más absoluta marginación. Y las piedras arrojadizas de ese discurso son términos como “corrupción”, “ignorancia”, “violencia”, “manipulación”. Seguramente a lo largo de ese proceso se produjeron hechos reñidos con la ética y las normas, pero no fueron esquemas de acción novedosos en la política brasilera, y sin embargo antes de la llegada del PT al Ejecutivo no generaron ningún “anti”.

Ahora, si el ex líder sindical ganara en segunda vuelta, para gobernar tendrá que entrar en negociaciones con las fuerzas de centro y centro-derecha abiertas al diálogo, sabiendo que el apoyo en el Congreso brasilero se paga caro. La experiencia de Dilma Rousseff está muy cerca.

Los diarios de negocios ya destacaron los comentarios de Alberto Ramos, director de Investigación Macroeconómica para América Latina de Goldman Sachs, quién señaló que existen expectativas en “los mercados” respecto a que Lula se mueva más hacia “el centro” y detalle sus propuestas económicas. En su mirada, destaca de esta primera vuelta al bolsonarismo como una "fuerza política relevante", que en el Congreso puede actuar como una "barrera de contención" ante propuestas radicales, en un escenario de victoria de Lula.

Otra incógnita es el rol que ocuparán las Fuerzas Armadas, las cuales cobraron un protagonismo muy poco sano para la vida democrática del vecino país.

Los gloriosos años de gobiernos populares en América del Sur han quedado atrás. Los actuales, y por venir, están seriamente condicionados por un sistema con terminales más allá de nuestras fronteras regionales. Los discursos de la derecha extrema se han fortalecido por doquier, mientras el poder a nivel global se está reconfigurando, y en esa disputa una cosa es segura: nuestra región ya no pasará desapercibida.



(*) Antropólogo y miembro del Observatorio de Pensamiento Estratégico para la Integración Regional (Opeir).
29/07/2016

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