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Es inevitable que los hechos traumáticos en la vida de las personas y de las sociedades demoren largamente en ser procesados, y así está ocurriendo tras el intento de asesinato contra Cristina Fernández de Kirchner.
La propia víctima del ataque criminal no ha hecho, hasta el momento, manifestaciones públicas acerca del estado emocional y anímico en que se encuentra. Muy probablemente, la fe religiosa que ella misma refirió muchas veces le permitirá agradecer a Dios y celebrar inmensamente por estar sana y salva. Lo mismo su familia y otros seres queridos de su intimidad personal.
Además, millones de argentinas y argentinos que desde ese día continúan afectados por la conmoción y por sentimientos o sensaciones como el estupor y la indignación, ante todo celebran y agradecen que ella esté con vida y sin el menor daño físico.
Más allá de lo estrictamente humano, y humanitario, Argentina llevará las marcas del fallido magnicidio en el devenir de los asuntos políticos, económicos y sociales. El presente y el futuro de la Nación están/estarán determinados por las consecuencias del suceso. Aunque resulte complicado interpretar lo que ocurre en estos días y semanas, y aunque sea directamente imposible conocer lo que ocurrirá más adelante.
En una primera observación, el fenómeno colectivo más destacado es la solidaridad popular hacia Cristina, en la gran mayoría de los casos unida al amor y la lealtad política hacia ella, todo lo cual se manifestó y tiende a repetirse en multitudinarias marchas, actos, debates, etc. en decenas de ciudades y localidades del extenso territorio nacional (de lo cual informan solo los medios locales y regionales, y prácticamente nunca los medios porteños, ni siquiera los que tienen afinidad con el kirchnerismo o el gobierno). Y por supuesto en Buenos Aires, epicentro político del país.
Otro aspecto relevante lo constituye, obviamente, la investigación del delito en sí mismo (y eventualmente de los delitos conexos). Las novedades en este sentido se actualizan de forma continua. Pero de entrada nomás quedó en evidencia la escasa o nula eficacia de las actuaciones judiciales, policiales y de los servicios de inteligencia, empezando por el desempeño de la custodia personal de la ex presidenta de la Nación y actual vicepresidenta.
Es particularmente inexplicable y sospechosa la muy probable pérdida de la información que había en el celular del agresor detenido, Fernando Sabag Montiel. Según dijeron fuentes de la investigación, el personal a cargo de extraer el contenido se encontró con que el dispositivo había sido “reseteado”, lo cual (en este caso) equivale a que todo el contenido fue borrado y entonces se perdería un material probatorio esencial. (Reporte de la agencia Télam publicado tres días después del ataque contra la vicepresidenta. Nota del 04/09/22).
En cuanto a las reacciones desde ámbitos de poder en general, se observan ciertas diferencias entre el país que existía antes del atentado y el de los últimos días, pero a la vez se comprueban fuertes continuidades.
Desde el punto de vista de frenar, al menos momentáneamente, los discursos de odio y el fomento de la violencia, ha sido positivo que muchos/as dirigentes políticos/as y representantes empresariales enfrentados con el kirchnerismo expresaran su condena al intento criminal y se solidarizaron con la víctima. (Valga como ejemplo el decoroso mensaje de Mauricio Macri por Twitter en la misma noche del atentado. Tuit del 01/09/22). También se pronunció el gobierno de Estados Unidos y jefes parlamentarios de ese país.
En cambio, se mantuvo la beligerancia y la agresividad de una parte fundamental de las cadenas mediáticas de derecha o ultraderecha, así como de referentes y legisladores/as de Juntos por el Cambio (JpC) y otros sectores de similar orientación ideológica. (Pueden tomarse como referencia las declaraciones del diputado nacional Martín Tetaz, la diputada provincial santafecina Amalia Granata y la dirigente Florencia Arietto, del Pro bonaerense, quienes le restaron gravedad e incluso veracidad al intento de asesinato. El diario Clarín, aunque con previsible condescendencia, se refirió a los tres casos. Nota del 02/09/22).
En el Congreso, la principal coalición político-institucional opositora actuó con un comportamiento ambiguo muy peligroso. El Pro -no así sus aliados-, en la Cámara de Diputados puso condiciones para elaborar una declaración de repudio, y después de votarla de mala gana se retiró del recinto. (En un reporte del diario Ámbito consta esa información y otras repercusiones sobre el tema. Nota del 05/09/22).
Mucho peor resultó la actitud de la totalidad de JpC -no solo del Pro- en el Senado, donde el interbloque completo se negó a participar de la sesión especial convocada para pronunciarse contra el intento de magnicidio. El Frente de Todos, que está en minoría en esa Cámara (igual que en Diputados), logró la valiosa adhesión de senadores/as de partidos provinciales para poder aprobar una declaración de repudio. (Crónica de Página 12, nota del 08/09/22).
Si se evalúan los aspectos esenciales del accionar político-institucional opositor, así como del aparato comunicacional dominante, muy poco cambió luego de la fallida agresión contra la líder del kirchnerismo. Esto es así al menos en lo inmediato, y difícilmente ese tipo de conductas se modifiquen a medida que la conmoción inicial por el ataque se vaya disipando.
De todos modos, el país que quedará políticamente después del terrible atentado, nadie lo conocerá hasta que la realidad lo vaya mostrando a través del tiempo.
Con alta probabilidad, seguirán sin mayores variantes el posicionamiento y la estrategia de los sectores políticos y corporativos que tratan de sabotear y desestabilizar al gobierno nacional y a la coalición política liderada por el peronismo.
Pero la mayor incógnita, que cuando casi matan a Cristina se convirtió en estremecedora advertencia, es si el clima violento engendrado por las fracciones dominantes de la derecha y por la ultraderecha, llegará al extremo de asesinar a personas públicamente influyentes e iniciar así un seguidilla criminal que quizás marcará la vida de varias generaciones.
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