Columnistas
11/11/2021

Una agenda totalitaria en el interior de la democracia

Una agenda totalitaria en el interior de la democracia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La ultraderecha reacciona contra los derechos conquistados y las políticas que desafían y debilitan las jerarquías sociales, de género y sexuales. Conciben estas agendas como una “carga” intolerable que avanza y atenta contra sus libertades y sus derechos.

Mariana Gallo *

En los últimos años, asistimos al ascenso de una extrema derecha que se esparce a nivel global y se manifiesta en distintas regiones y países con diversos grados de intensidad y matices. El auge de la ultraderecha - en forma de gobierno o coaliciones gobernantes, presencia en bancas parlamentarias o partidos políticos que, aunque no gobiernen, influyen -, es preocupante.

Preocupa porque esta derecha radicalizada ya no es marginal, sino creciente y seduce a jóvenes. Porque pone a prueba y corre los límites de lo pensable, lo decible y lo discutible. Porque tiene una mirada instrumental de la democracia, juega en su campo y según sus reglas, al tiempo que se alimenta de cierto desencanto de la política, canaliza miedos, frustraciones e incertidumbres, los articula y devuelve en forma de discursos de odio hacia distintas identidades sociales.

Estos discursos de odio que circulan en la esfera pública contemporánea -especialmente en la digital- se anudan con retóricas anti-estatitas y anti-política, generando un ambiente de intolerancia que debilita la convivencia democrática, e incluso habilitan la violencia social y política, casi sin inhibiciones.

Cuando hablamos de estas retóricas de fuerte contenido discriminatorio y violento, hablamos de Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría, Salvini y La Liga en Italia, Modi en la India, Alternativa por Alemania, el Partido de la Libertad en Austria, Vox en España, por nombrar algunos de los más conocidos. Sin olvidar las versiones autóctonas más visibles, encarnadas por Milei y Espert.

Si bien estas identificaciones y mapeos ayudan, como sostiene el psicoanalista y escritor Jorge Aleman, la ultraderecha no es un partido, ni un representante político - que son aleatorios o circunstanciales -. Su fuerza tampoco reside en el caudal de votos tras una elección concreta. La ultraderecha es una agenda totalitaria en el interior de la democracia. Allí radica su verdadera fuerza, eficacia y capacidad de daño.

De los fascismos históricos, de entreguerras, conservan el odio a un exterior - el extranjero, el inmigrante -. Y se traducen en formas extremas de nacionalismos etnicistas y en iniciativas tendientes al cierre de fronteras. Pero las actuales ultraderechas también diseminan ese odio hacia adentro, hacia los propios gobiernos progresistas y múltiples formas de agencia colectiva. Reaccionan contra los derechos conquistados y las políticas que desafían y debilitan las jerarquías sociales, de género y sexuales. Conciben estas agendas de ampliación de derechos como una “carga” intolerable que avanza y atenta contra sus libertades y sus derechos , que jamás percibirán como privilegios.

Lo expresó Bolsonaro al asumir, y lo ratificó recientemente Santiago Abascal, el líder de Vox: se rebelan “contra la dictadura de la corrección política” impuesta por la izquierda, en todos los terrenos. Así, la incorrección política de la que se jactan estaría dada, según Abascal, por manifestarse abiertamente nacionalista, por defender las fronteras y las tradiciones, por oponerse al lenguaje inclusivo. Incluso, por querer derogar la Ley de Violencia de Género, sosteniendo que no sirve para combatir la violencia contra las mujeres y convierte en víctimas a muchos hombres que padecen denuncias falsas.

En este mismo sentido, la filósofa estadounidense Judith Butler, en un artículo publicado recientemente - ¿Por qué el “género” provoca tantas reacciones en el mundo? - describe medidas que se están tomando en varios países europeos - como la creación de zonas libres de trans, en Polonia; o la decisión del Parlamento húngaro- de eliminar de las escuelas públicas toda enseñanza relacionada con “la homosexualidad y el cambio de género”. Estos, y otros ejemplos, dan cuenta del avance de un movimiento nacionalista, transfóbico, misógino y homofóbico, cuyo principal objetivo es revertir la legislación progresista ganada en las últimas décadas por los movimientos feministas y LGBTIQ.

En nuestro país, proliferan las frases o términos que circulan frecuentemente en la opinión pública, y que generan o propician las condiciones para la construcción de un otro diferente y negativo: feminazis, aborteras, planeros, zurdos, bolitas, pibes chorros, mapuches terroristas, los que viven del estado, los que adoctrinan con la “ideología de género” . Un “otro” que actúa como chivo expiatorio de los males sociales -desempleo, inseguridad, corrupción-. Paradójicamente, suelen ser los grupos sociales más postergados y vulnerables; las vidas y cuerpos que menos importan.

El representante local más conocido de este fenómeno global es Javier Milei, candidato a diputado de Libertad Avanza, quien obtuvo en las PASO el 13,6% de los votos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, porcentaje que lo instaló como la tercera fuerza. Milei corre por derecha a Juntos por el Cambio, define a los kirchneristas como socialistas o comunistas, y denuncia a todos por igual en tanto gozan de los privilegios de la “casta política”, mientras “los argentinos honestos viven cada vez peor”. Allí radica la grieta para este economista mediático.

Milei se autodefine “anarcocapitalista” y responde prácticamente a todo partiendo de la defensa irrestricta del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Así, por ejemplo, se manifiesta en contra del derecho al aborto - en cualquier circunstancia, porque siempre es un asesinato, agravado por el vínculo -; en contra de la ley de alquileres, del control de precios, de la ley de góndolas, del impuesto a las grandes fortunas porque avanzan sobre la propiedad privada. El Estado, con sus regulaciones e intervenciones, todo lo arruina, oprime y cercena libertades. Por tanto, debe ser reducido a su máxima expresión, al tiempo que el individuo y su potestad ilimitada está por encima de todo mientras no genere costos a los demás ciudadanos. En Milei se sintetizan los rasgos de “los libertarios”, el “grupo de choque” más agresivo y reaccionario del neoliberalismo - tal como lo definiera el economista Julián Zícari -.

De cara a las elecciones del próximo domingo, más allá de los votos que logre efectivamente el líder de “Libertad Avanza”, el problema y el peligro seguirán siendo los debates que dejan estas derechas radicalizadas, las agendas que construyen y que penetran en el sentido común.

Naturalizan discursos de odio que causan mucho daño y debilitan el tejido social. Nada puede construirse ni proyectarse desde el odio. No hay lugar para argumentos ni explicaciones con pretensiones de verdad. No permite la lectura de la historia o la consciencia del contexto. Allí, no es posible la empatía, la ética, la solidaridad. Desde el odio no es posible un “nosotrxs” porque no hay amor por lo común ni lo público. Ante esta cruzada individualista, el desafío será cómo articularnos para oponer y sostener la capacidad de agencia colectiva sin retroceder en derechos, ni en humanidad.


 

 


 



(*) Licenciada en Ciencia Política y Relaciones Internacionales
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]