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Columnistas
23/09/2016

La corrupción y la derecha en el cono sur

La corrupción y la derecha en el cono sur | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Tras repasar casos de delitos económicos en Brasil, y cuáles en Argentina se investigan o no, el autor acude a fuentes doctrinarias del liberalismo, y así razona de qué modo los actuales gobiernos usan al poder democrático, con los jueces y los medios de su lado.

Francisco Camino Vela *

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Lula Da Silva, el padre de la transformación social brasileña y ex presidente del vecino país entre 2003 y 2010, ha sido formalmente implicado desde la justicia en el escándalo de los sobornos de Petrobras, empresa fundamental en Brasil. La trama de sobornos y desvíos llevó a la cárcel a una figura mítica del partido, el ex ministro José Dirceu, ex jefe de gabinete de Lula y hombre fuerte del Partido de los Trabajadores (PT), acusado de organizar la trama de corrupción. Otras figuras como el ex tesorero nacional del partido, João Vaccari Neto, tuvieron un destino similar.

Entre los innvolucrados en las denuncias de corrupción está también Eduardo Cunha, acusado de recibir sobornos de cinco millones de dólares de proveedores de Petrobras. Desde la presidencia de la Cámara de Diputados, este líder del PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) diagramó la hoja de ruta que terminó con la destitución de Dilma y el acceso ilegítimo de Michel Temer, del mismo PMDB. Para esta destitución, recordemos, sumó su voto en el senado Fernando Collor de Melo, presidente de derecha destituido por corrupción en 1992 e inhabilitado para el ejercicio de cualquier cargo público durante ocho años.

Interrumpido el gobierno elegido del PT y su supremacía de más de una década, destituida Dilma, el líder natural era y es Lula Da Silva, y como era previsible en este dominó judicial-político, su figura está siendo interpelada para dejar fuera de carrera al mejor candidato de ese partido en un hipotético y pronto retorno electoral.

Nadie puede negar que gobiernos que habitan el poder por más de un decenio suelen tener casos de corrupción, y que esto es negativo para cualquier Estado, pero aquí presenciamos otro fenómeno.

La derecha moderna, amante de un formal estado de derecho, y de un respeto a normas y reglas de juegos que siempre benefician al poder concentrado de la economía, dice seguir principios que fueron formulados desde el inicio del liberalismo, y sobre todo desde mitad del siglo XX en adelante por una versión de él. Nos referimos a la corriente neoliberal y neoconservadora inspirada en autores, varios de ellos premios Nobel de economía, como Friedrich Hayek o Milton Friedman.

El mercado y un Estado no regulador son los protagonistas de esta corriente que dice construir un Estado aséptico, el cual facilita la actividad económica que debe beneficiar a todos. Eso sí, la búsqueda por la igualdad sustantiva es considerada un error. De la libertad del individuo y su talento en un mercado enaltecido, dependen los buenos resultados para el conjunto de la sociedad.

Esta es la receta que hoy mejor se distribuye en el cono sur y que cuenta con adeptos y gobiernos, tanto elegidos por el voto ciudadano, como el nuestro, o logrados sin apoyo electoral, como el brasileño. Hay mucho capital en juego y muchos intereses que ya saborean su retorno extractivo a nuestras latitudes.

No obstante, estamos acostumbrados a leer parcialmente todo lo que viene de afuera, o mejor dicho, a tomar de la teoría y la experiencia externa solo lo que conviene. El propio Milton Friedman afirmaba que “La combinación de poder político y económico en las mismas manos es una fórmula segura para llegar a la tiranía”. Pues bien, en nuestro querido continente y frente a gobiernos populares, a esta combinación las nuevas administraciones de derecha suman además al poder judicial, y también al cuarto poder, el de los medios de comunicación.

Es así que se explica porqué seguimos sin profundizar judicial y políticamente en los escandalosos resultados de los papeles de Panamá y los clientes de Mossac-Fonseca y sus sociedades off shore, caso de Mauricio Macri. Es así como se torna mediáticamente irrelevante las inconsistencias en las explicaciones de la actual vicepresidenta de la Nación sobre los supuestos fondos de su fundación.

Pero eso sí: de cualquier causa que implique al anterior gobierno y que logre inhabilitar a la anterior presidenta, sabemos mucho. También de cómo los derechos procesales se cumplen estrictamente para algunos, y a su favor, y por el contrario perjudican arbitrariamente a otros, caso de Milagro Sala, justo en la provincia más asistida financieramente por el gobierno nacional.

Si tenían alguna duda de los peligros de esta combinación de poder, analicen los cambios que ya anunció el gobierno sobre la ley de medios. En este sentido, tanto Brasil y la actualidad de Lula, como Argentina y las políticas de su gobierno, forman parte de un modo de operar que no es ni casual ni ajeno a nuestra historia. Es simplemente la forma brutal en la que se puede ejercer el poder democrático, blandiendo banderas democráticas con los mismos palos con los que luego destruyen todo lo demás. 



(*) Dr. en Historia. Profesor e investigador de FAHU-UNC. Profesor UNRN. Codirector de la Red de Estudios Socio-Históricos sobre la Democracia (Reshide).
29/07/2016

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