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Columnistas
18/09/2016

Las puertitas del diputado López

Las puertitas del diputado López | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La campaña del legislador del Pro para derogar el precio diferenciado de los combustibles en la Patagonia se inscribe en el hábito de decir cualquier cosa, tan propio del actual oficialismo. Si lo hacen Macri, Esteban Bullrich y tantos otros, ¿porqué no él? Cinismo, banalidad y complicidad mediática en la Argentina de hoy.

Sergio Fernández Novoa *

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"El bruto es siempre peor que el malo, porque el malo suele tener remedio, el bruto no”, solía decir Juan Perón con un tono afable pero implacable. No se puede negar que el general de política entendía, y bastante. La sentencia cobra actualidad con las nuevas andanzas del diputado nacional Leandro López (PRO-Cambiemos), un experto en abrir las puertas del escándalo. Por estos días se esmera en explicar lo inexplicable: por qué debe quitarse el beneficio del precio diferenciado en los combustibles en la región que representa (o que debería representar).

La provocación levantó polvareda. El senador Guillermo Pereyra, por ejemplo, lo acusó de decir cosas para “salir en los diarios”. Puede ser que algo de eso exista. Tal vez inspire a López el consejo de Dalí: “Lo importante es que hablen de tí, aunque sea bien”. Algo que no se puede descartar en épocas donde el show televisivo suele primar sobre el debate de ideas. Ejemplos sobran: Lanata se asemeja más a una estrella del stand up norteamericano que a un periodista de investigación. Pero ese es otro tema. O no.

El espíritu de época neoliberal y el trasfondo cultural de esta etapa de la política argentina son las condiciones de posibilidad de las “torpezas” de López

El espíritu de época neoliberal y el trasfondo cultural de esta etapa de la política argentina son las condiciones de posibilidad de las “torpezas” de López. Es que con el macrismo se inició un ciclo donde se puede decir cualquier cosa, aún desde la Casa Rosada. La parafernalia comunicacional se encarga de maquillarla (incluso de banalizarla) para que tampoco lo aberrante levante sospechas.

Ejemplos sobran. El propio presidente, haciendo gala de la demagogia punitiva de la que habla Eugenio Zaffaroni, acaba de justificar la “justicia por mano propia” abogando por la liberación del carnicero de Zárate (algo que finalmente ocurrió), el cual mató a quien le había robado. Lo mismo que ocurrió el mes pasado, cuando su ministra de Seguridad, la inefable Patricia Bullrich, pidió por el médico que ejecutó a un ladrón en Loma Hermosa. 

Los medios de comunicación hegemónicos articulan sobre estas definiciones del gobierno y las despliegan. En lugar de que el debate gire en torno a la relación entre modelo económico-cultural e inseguridad (que en buena parte de los casos se expresa en una guerra de pobres contra pobres), se estigmatiza y retroalimenta la violencia que se pregona erradicar, se instalan rótulos y consignas, como por ejemplo “entran por una puerta y salen por la otra”, “hace falta mano dura”, “la justicia por mano propia forma parte del hartazgo social”, etc.

Se controlan las instituciones públicas y privadas, que adoctrinan a la sociedad en forma más o menos encubierta y a ritmo sostenido

En la misma dirección de decir cualquier cosa, con impunidad pero sin ingenuidad, no podemos dejar pasar lo que acaba de decir el ministro Esteban Bullrich en Choele Choel. Durante la inauguración de un hospital, el funcionario aseguró que estamos ante una “nueva Campaña del Desierto, pero no con la espada sino con la educación”.

Mientras las declaraciones de Macri abordan la coyuntura, las de Bullrich evocan su proyecto histórico. Falta de sinceridad no se les puede reprochar. Pero para ello, como venimos diciendo, hay que leer estos discursos a la luz del día, sin maquillaje.

Es en este contexto en que la falta de ideas (incluso la ignorancia) se convierte en fortaleza del discurso político. Se puede prometer “la revolución de la alegría” en el mismo momento en que se anuncian políticas que generan incertidumbre, angustia y dolor. Se puede augurar “pobreza cero” mientras crecen el desempleo y la inflación (“una borrachera que provoca cierto placer”, según el presidente) y cae el poder adquisitivo.

En esa línea, Macri puede decir que no tiene “ni idea” sobre la cantidad de víctimas que produjo nuestro mayor drama histórico, la dictadura cívico-militar que vio la luz el 24 de marzo de 1976 y durante la cual su familia amasó su fortuna.

Sería un error creer que las puertitas del diputado López sólo conducen al escándalo y la provocación. También llevan a los votos

Estamos en la época de los “filósofos de peluche”, al decir de Angelina Uzín Olleros. “Alejandro Rozitchner se presenta como el filósofo del presidente, que se especializa en temas motivacionales, brindando cursos sobre el entusiasmo y la alegría”, explica Olleros. Y advierte que “en contra de la tradición crítica de la ilustración, Rozitchner afirma que hay que abandonar la actitud crítica porque los que entienden la filosofía así están en contra de todo”. “A Macri no le interesa un filósofo de verdad”, concluye.

Así, “los Leandro López” saben que en este tiempo esquivo para los que menos tienen, se pueden decir pavadas sin que nadie se sorprenda. Total, todo vale. Para ello se controlan las instituciones públicas y privadas, que adoctrinan a la sociedad en forma más o menos encubierta y a ritmo sostenido. Todo sea para que el paradigma neoliberal (apoyado en la TV-basura y la anti-política) se reproduzca con naturalidad (es decir, sin que parezca forzado, una opción entre otras tantas posibles).

Desde esta misma lógica se construye al enemigo, algo que resulta funcional al desgobierno que se observa. Se pueden transferir miles de millones de dólares a los sectores acomodados de un plumazo porque ese no es el problema, sino que el problema es “la corrupción” de los gobernantes anteriores.

La “pesada herencia” dañó la economía y las posibilidades de crecimiento para que el gobierno ponga al zorro a cuidar el gallinero. Aranguren tutela las políticas energéticas sin escandalizar a nadie, porque para eso están los malos de verdad: Lázaro Báez, José López, Milagro Sala, Amado Boudou. O Cristina, la más mala de todas.

Por eso, Macri puede realizar un “mini Davos” y decir que su gobierno comenzó a “someter” a la inflación, (o Prat Gay afirmar que este mes las paritarias le ganaron al aumento del costo de vida), o que iniciamos “una etapa de reglas de juego claras, de sensatez, que buscamos mejorar día a día”.

Es en este contexto en el que se explican los personajes menores que se esfuerzan en el máximo de la obsecuencia para asomar ante los que hoy tienen las riendas de la Argentina.

Sin embargo, sería un error creer que las puertitas del diputado López sólo conducen al escándalo y la provocación. También llevan a los votos. Hay votantes para estos personajes. Esto es parte de la lógica que deben entender quienes desean volver a un país en el que la política sirva para transformar la realidad y mejorar la vida de las mayorías.



(*) Periodista. Ex Vicepresidente de Télam y ex presidente del Consejo Mundial de Agencias de Noticias y de la Unión Latinoamericana de Agencias de Noticias.
29/07/2016

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