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07/02/2021

Decime si exagero

Todas las décadas danzan con el gran Héctor

Todas las décadas danzan con el gran Héctor | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Se acaba de editar “Fabricante de sueños”, autobiografía del nonagenario guionista, productor y director Héctor Olivera. Su confesión de amor sexoafectivo con su amigo Fernando Ayala se ha convertido en el nuevo bocadillo de la prensa. Los tiempos pasan, y Héctor sigue siendo vanguardia.

Fernando Barraza

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Es tanta la información circundante y es tan implacable su llegada hasta nuestros umbrales de lectura, que –inundados- creemos tener una opinión bien fundada de todo, a pesar de boquear confundidos en medio de esta maroma de datos que no para de llegarnos, minuto a minuto, a través de nuestros teléfonos y dispositivos hogareños. Boqueo virtual, por supuesto…

Que macana ¿no? Porque con toda esta información circulando, podría esta ser una época gloriosa para la humanidad. Al menos así pensaría una persona del Siglo XIX a la que le contáramos cómo es el cotidiano nuestro. Pero eso no pasa –está clarísimo, ¿no?- y, lejos de estar viviendo en una era de gloria por el entendimiento generado a través de la circulación del conocimiento, estamos potenciando globalmente ciertas necedades, contradicciones y pensamientos retrógrados (muchas veces plagados de ignorancia) como si fuéramos una ola que va a romper y morir contra el barranco.

Toda esta perorata que estás leyendo hasta aquí puede sonar derrotista… pero invito a nuestro universo de lectores y lectoras a desdecir la tesis si opinan lo contrario. Además de perogrullero, el autor de esta nota también es cocorito…

En medio de esta ola de terraplanismo, antiestatismo básico, conspiranoia y antivacunismo muchas personas que pensamos de otra manera, vamos surfeando las olas, intentamos reflexionar frente a los cambios, buscamos encontrar sabidurías en el pasado y queremos formarnos más no sea básicamente en los temas que se nos presentan como problemáticas de vigencia actual, pero –más a la corta que a la larga- terminamos siendo vapuleados y tildadxs de “progresistas”, dicho esto como un insulto, claro está.

Todo esto –este runrún despectivo- nos desanima, nos bajonea, muchas veces nos “saca del medio” y retrocedemos en el cotidiano frente a los embates de miles de personas antiderechos y frente al discurso dominante de lxs amantes de la mano dura y la cerrazón mental, población que -por desgracia- sigue creciendo.

Pero la historia pone las cosas en su lugar, y demuestra claramente que los avances, las conquistas y los progresos sociales más importantes desde el Medioevo hasta esta parte de la historia SIEMPRE han sido motorizados por personas con mentalidad y cosmovisión progresista y/o revolucionaria. Así –pensando como progresista o como revolucionario- se han construido civilizaciones, se han salvado de nuestro propio daño a varios ecosistemas, se han consolidado sistemas políticos de tendencia igualitaria, se han construido filosofías y corrientes del pensamiento superadoras y hasta se han inventado objetos y servicios que nos hacen más felices como humanidad.

Sin esa pizca de bien-pensar que actualmente tanto se critica como “garantista” o “nocivamente idealista”, nada de lo que tenemos (como elemento social humano) hubiera sido concebido.

¿Y ahora quién es el tonto, eh?

Bueno, no más digresiones. Más de unx se debe estar preguntando “¿Y qué tiene que ver todo esto con Héctor Olivera?”

MUCHO, les diría yo…

En una época en la que importantes movimientos de partidos políticos conservadores, iglesias, ONG’s y asociaciones civiles se esfuerzan en hacer campañas en contra de la implementación de la Ley Nacional de Educación Sexual Integral en nuestro sistema educativo (la reacción actual, conservadora y anti derechos, a la conquista de una serie de derechos humanos que el progresismo impulsó durante décadas) llega un hombre de 90 años a instalar en redes y en los programas de la televisión y la radio de verano este tema que inquieta por lo fuerte en el planteo de una nueva masculinidad bien pero bien práctica:

UNA RELACIÓN SEXOAFECTIVA ENTRE DOS AMIGOS VARONES.

Lejos de cualquier estereotipo pedorro, retrógrado, de cualquier acusación de “gay desviado” o “artista libertino”, o cualquier estupidez al estilo que pueda hacerse sonar, tenemos aquí el testimonio vivencial de un tipo que ha acompañado durante 70 años a la sociedad argentina desde una de las disciplinas artísticas más fuertes y populares: el cine.

Desde la semana pasada, cuando se publicó “Fabricante de sueños”, el libro con las memorias de don Héctor Olivera, se supo –y en la propia voz de Héctor- que durante mucho tiempo él mantuvo una relación de amante con Fernando Ayala, su gran socio en la vida y en el laburo, el hombre con el que inscribió mucho de los hitos importantes del cine argentino en la segunda mitad del Siglo XX.

Desde que esto se supo, no más de cinco días antes de que esta nota se publique, la manera en la que los medios trataron y tratan el tema (cada vez más, y con más énfasis) demuestra que puntería tiene Don Héctor para “estar ahí”, siempre sintonizando el espíritu de época que pone a una sociedad a pensar sobre sus propios discursos, sobre lo que hay reflexionar acerca de nosotros mismos y sobre la moral imperante. ¡Implacable!

Si esperaban este sacudón temporal de un joven o una joven trapera, o de un nuevo artista de vanguardia nacido y criado en este siglo, cumplimos en informarles que no, que no es así, que lo acaba de dar un hombre “de otro siglo”, un “viejito” de 90 años.

Héctor: un verdadero experto en darnos estos sacudones desde su propio y laborioso arte (muchas de sus películas nos han hecho reflexionar y nos conmovieron década a década), ahora deja esta última pincelada desde lo vivencial, contando una propia experiencia para que nos pongamos a hablar como sociedad sobre temas que –a pesar de lo que hemos avanzado- aun nos causan urticarias, como por ejemplo: nuevas masculinidades.

Esto cuenta Héctor en sus memorias sobre su amigo Ayala, el hombre que lo introdujo en el mundo de la industria del cine y luego sería su mejor socio, amigo y amante:

(Fernando) hacía todo lo posible por mantenerse en el closet, su homosexualidad era evidente para quien lo conociera de cerca. Un buen día, almuerzo en el restorán Riobamba y luego una película en el cine Grand Splendid. A la salida, un té y después de comentar el film, muy sutilmente Fernando me propuso iniciar lo que entonces se llamaba una amistad particular”

¿Y qué le contestó Héctor a esta propuesta?:

(Yo) no tenía ninguna tendencia homosexual, sino un rechazo proveniente de mi educación militar decididamente machista” pero dice que se dio cuenta de que si aceptaba y probaba esa relación propuesta “solamente podía ser para bien, pero la decisión no surgía fácilmente a pesar de que me atraía la curiosidad de vivir una experiencia distinta y sentir que por primera vez en mi vida le podía aportar felicidad a alguien que me necesitaba”.

Entonces aceptó. Y durante muchos años fueron amantes felices. Dos hombres. La posibilidad de una natural y fluida relación sexoafectiva que -por homosexual- no corriera el eje de sus vidas a ningún infierno. Ni mucho menos. Sobre eso ha puesto a hablar este hermoso abuelo a más de unx en redes y medios ¿no es fantástico?

Por este golazo social inesperado de un director longevo, de una persona que ha realizado su –hasta ahora- última película hace diez años -cuando cumplía en el set ochenta- vamos a dedicar la columna de hoy a la obra de Héctor, un productor “desparejo” para muchos críticos de paladar negro, pero un laburante que –década a década- jamás ha dejado de danzar la danza del compromiso con su tiempo.

Todas las recomendaciones que vamos a hacerte son largometrajes en los que él ha participado, casi todos como director, salvo el primero y el segundo. Todos estos films están disponibles en YouTube, gratis, sin necesidad de suscripción alguna. Solo el penúltimo (“Antigua vida mía”) es el que tendrás que verlo en una página a la que te linkearemos.

Pues bien: manos a la obra, que setenta años no es poco…

Década del cincuenta

Aquí te dejamos “Ellos nos hicieron así” un film en el que Héctor trabajó como asistente de dirección. Cuando se rodó, él tenía 21 años. A la luz de las décadas puede parecerte naíf, pero el revuelo que armó en su estreno fue mayúsculo, pues es la película que llegó en el momento en el que la generación que sería joven/adulta en los sesentas debía romper el mandato de sus padres, discutiendo la tradición de progreso personal ligado al mandato familiar que hasta ese entonces NADIE podía discutir. La crítica del momento la destrozó desde lo moral, es decir: ladraron Sancho…

Excelentes actuaciones de Alberto de Mendoza y de la gigantesca Olga Zubarry. Dirige el tano Mario Soficci, otro nombre para analizar y revisionar en la historia del cine argentino.

Década del sesenta

Ésta es la década en la que Héctor funda la productora Aries Cinematográfica Argentina junto a Fernando Ayala. Los dos jóvenes, los dos vinculados con una nueva manera de entender el cine, la que decantaba después de la caída de “los años de oro” del cine nacional (40’s y 50’s).

Hay mucho material para poner aquí, pero hemos elegido la apuesta más rupturista del dúo, la película que produjeron y co-guionaron con el genio del por aquel entonces Nuevo Teatro Argentino: Pedro Escudero.

Se trata de “Huis Clos (A puertas cerradas)”, un film de 1962 que en realidad es doble, porque existe una versión hablada en inglés por actrices y actores norteamericanos y –por motivos de financiación- está también esta inmensa versión nacional protagonizada por Duilio Marzio, Inda Ledesma y María Aurelia Bisutti, con un cameo secundario de Frank Nelson (el botones cancerbero) que debería contarse como una de las mejores actuaciones del cine argentino de todos los tiempos.

El film está basado muy pero muy fielmente en “Huis Clos”, la obra teatral que Jean Paul Sartre publicó en 1944 y en la que cuenta como tres personas son condenadas a pasar la eternidad en el infierno de un cuarto de hotel. De esta obra surge la célebre frase existencial de Jean Paul que asegura que el infierno son los otros.

La película generó gran revuelo en la crítica del momento, pero de ella se habló mucho y su repercusión nacional fue muy interesante.

Antes de verla, te dejamos un mini-reportaje alucinante que Fernando Martín Peña le realizara en 2015 a Héctor, minutos antes de pasar “A puertas cerradas” en su ciclo televisivo “La joven guardia”

Y ahora sí, aquí está “Huis Clos (A puertas cerradas)”, para que la disfrutes:

Década del setenta

De esta década hay mucha tela para cortar. Los vaivenes de producción que Aries dio como productora, muchas veces estuvieron sujetos a los designios de las dictaduras militares que gobernaron casi toda la década entera. Sin embargo alcanzaron a meter un par de hitazos que quedarán para siempre en la historia del cine argentino de todos los tiempos, como “Las venganzas de Beto Sánchez”, “La Nona”, la borgeana “El Muerto” o ésta que vamos a dejarte aquí: “La Patagonia rebelde”, adaptación cinematográfica de las crónicas de la Patagonia Sangrienta que Olivera y Ayala coescriben junto a Osvaldo Bayer para reflejar con nitidez cuales fueron los procesos socio políticos que el ejército argentino, los empresarios ingleses y sus socios vernáculos interrumpieron al organizar la captura y la matanza de cientos y cientos de obreros que laburaban en Chubut y Santa Cruz durante la década del 20 del siglo pasado.

Genial, testimonial y precisa de inicio a fin. Un film se inició en dictadura, se terminó en pleno camporismo y que –pasen los años que pasen- quedará en la historia de los más grandes del cine argentino.

Década del ochenta

Regresada la democracia a la Argentina, y con la primavera democrática en ciernes, a Olivera y su productora Aries les debemos varias películas que son como huellas dactilares de aquel momento histórico nacional, y también fue la década en la que la productora más se expandió en co-producciones con productoras pequeñas y medianas de Hollywood para producir films tan diversos y heterogéneos como “Barbarian Queen” o “Wizards of the lost Kingdom” (bizarras historias de aventuras producidas por Roger Corman y actuadas por la modelo Lara Clarkson o el sueco Bo Svenson de protagonistas) o films de acción como “Cocaine Wars” en el que Federico Luppi comparte protagonismo con el rubio Duke de Hazzard Jihn Schneider en una historia de agentes de la DEA y latinoamericanos golpistas escrita por el escritor de policiales Steven Krauser bajo una idea original de (¡quiero ver esas caras de asombro!) David Viñas.

Pero no todo fue este coqueteo con Hollywood, para nuestro país quedaron films como el documental “Buenos Aires Rock”, “Los viernes de la eternidad”, “La noche de los lápices” y esta genial adaptación de la picantísima nouvelle de Osvaldo Soriano “No habrá más penas ni olvido” que Olivera y Ayala co-escribieron junto a Osvaldo.

La película fue de las más taquilleras en la historia argentina y –casi 40 años después- sigue siendo un cañón…

Década del noventa

A pesar del marcado apogeo del NWO y del vernáculo menemismo neoliberal, la década del 90 dejó un par de películas importantes producidas por Aries. Para Hollywood se filma la más “seria” co-producción (las comillas van como muestra de respeto a las producciones peep que la productora había hecho en los ochenta) que se haya hecho hasta ese entonces desde “Huis Clos”: en “Play me for murder” (“Negra medianoche” aquí) Tracy Scoggins (la Mónica Colby de la serie “Dinastía”) comparte set con Gerardo Romano y Rodolfo Ranni para darle vida a un guión de policial negro escrito por José Pablo Feinmann.

Para nuestro país, Héctor y Aries motorizan dos películas importantísimas: “El caso María Soledad”, testimonial, necesaria, y ésta que te dejamos: “Una sombra ya pronto serás”, una nueva co-participación con Osvaldo Soriano para contar la historia de un ingeniero gringo que debe bajar trescientos cambios para poder decodificar personajes bien pampeanos que se le cruzan en el camino en esta Argentina dormida en el menemismo. Bella, quizás la más poética película de un director explícito.

Década de los dos mil

Aquí, con la llegada del nuevo siglo, Olivera se le anima en 2002 a una co-producción con España para poner en pantalla un tema que recién (¡y por suerte que al fin!) sería tendencia social en la segunda década del siglo: la violencia de género. En “Antigua vida mía” Héctor se vale de la fuerza actoral de Cecilia Roth y Ana Belén para contar la historia del devenir de dos mujeres que deben sobrellevar la acusación de homicidio de una de ellas tras años y años de sufrir violencia doméstica por parte del asesinado. Delicada pero expresa, bien llevada en su complejidad, la película ha añejado bastante bien y no estaría nada mal –por ejemplo- que docentes la apunten para compartirla con alumnxs de nivel medio. Bien por Héctor, volviendo a sintonizar con lo que la sociedad necesitaba reflexionar…

Este es el tráiler del film:

Y podés ver la película completa entrando en [ este sitio ]

Década del diez

Para terminar esta saga, vámonos a la película que lo agarró a Héctor a punto de cumplir los ochenta años. Se trata del que hasta ahora es su último film y -¿cómo iba a ser de otra manera?- encuentra al bueno de Olivera intentando hacernos reflexionar sobre un suceso histórico del arte contemporáneo que dispara muchas aristas socio políticas en medio de una historia aparentemente biográfica. Se trata de “El Mural”, un film coproducido con México en el que se cuentan las circunstancias que llevaron al pintor David Alfaro Siqueiros a realizar el ya famosísimo mural en la quinta “Los Granados”, del ejecutivo de los medios Natalio Botana, con la colaboración de pintores locales como Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino y el uruguayo Enrique Lázaro. La película no le esquiva a las complicaciones y contradicciones ideológicas de sus protagonistas y esas entrecruzadas relaciones entre todxs y cada unx de los personajes de la historia. Buen punto, porque allí está lo poderoso de esa historia.

Para finalizar este recorrido una sola reflexión que –de alguna manera- se concilie con el principio de este informe. Si algo habremos de agradecerle a Héctor Olivera es su recorrido todo como verdadero compañero de danza de la realidad a través de las décadas. Lo suyo, su recorrido profesional artístico, no es una brújula ni un oráculo. Su aporte no es el de la genialidad creativa que muchos adoran per se. Su aporte es la sensibilidad, la consecuencia, la empatía y el talentosísimo empeño que este fantástico Fabricante de Sueños ha traído hasta aquí para nosotros.

Tomate una semanita, mirá una a una las películas y… ¡decime si exagero!

29/07/2016

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