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Mauricio Macri asistió a la reciente cumbre del Grupo de los 20 (G-20), uno de sus primeros compromisos internacionales de relevancia. Tuvo que sortear primero la difusión del evento en la que al lado del Brasil de Temer, lucía Argentina con la foto de su padre. Lo que pareció un error de mal gusto, que lamentablemente no pueden atribuir al “kirchnerismo chino”, fue en realidad un error del inconsciente asiático que además del parecido físico entre padre e hijo, referencia a nuestro país por las actividades que hace tiempo desarrolla el empresario Franco Macri y que pretenden profundizar claramente en los años venideros.
¿Qué mejor oportunidad que tener como presidente al hijo del empresario, que además viene formado en el mundo del mercado y la ideología política neoliberal? Así lo deben ver en China, sobre todo sabiendo que empresas textiles de ropa infantil argentina cercana a la familia del presidente tienen prácticas laborales peores que las que pueden observarse en el gigante asiático, y sobre todo, que la actitud general de este gobierno en relación al mundo del trabajo es firme y contundente a la hora de bajar el salario real, impedir manifestaciones y realizar los despidos “necesarios”.
Argentina, elegida además para organizar en el 2018 la cumbre del G-20, tuvo una felicitación especial, no por este hecho organizativo sino por las políticas económicas adoptadas en el corto mandato macrista. Políticas consideradas como correctas para evitar “recetas proteccionistas y populistas”. La sentencia pertenece a Obama pero es compartida por los mandatarios de las potencias capitalistas más desarrolladas. El placer que les produce el nuevo mapa de presidentes americanos dispuestos a entregar las riquezas de sus países, virarlos hacia el Pacífico, y abrirlos a la producción con valor agregado de aquellos, debe ser muy grande.
En el plano interno, el gobierno acaba de recibir una gran noticia de la Corte de Lorenzetti: un respaldo a los aumentos que habían sido jaqueados judicialmente por instancias inferiores. No obstante, la alegría oficial por este fallo está siendo empañada, al menos en los medios no oficiales, por el destape de una justicia que no es tampoco la que el presidente nos prometió. Vivimos hace pocos años críticas permanentes y cotidianas hacia una justicia amiga del anterior gobierno, mientras que en los hechos los poderes mediáticos concentrados lograban la no implementación de la ley de medios en tribunales adictos. Aún así, Cambiemos y sus líderes nos prometían un futuro de venda y balanza, de justicia realmente ecuánime y constituida en un poder del Estado separado del Ejecutivo. Pero la realidad muestra otro camino.
Primero, y aunque algunos se asombren, no existe la justicia alejada de la política, pero sí jueces con mayor capacidad para resistir presiones y apegarse a las normas. Jueces y miembros del Poder Judicial menos corruptos, o no corruptos, que fallan y trabajan a conciencia y ajustado al marco normativo que rige su actividad. Pero la idea de una justicia separada totalmente del poder político de turno, investigando al Ejecutivo y tomando decisiones asépticas, no existe. Como tampoco existe la política entendida como armonía en lugar de conflicto.
En este marco, las presiones que ejerce el actual gobierno son permanentes e incluso superiores a las que criticaban respecto al gobierno anterior. ¿Porqué un gobierno al que no le tembló la mano en despedir miles de empleados públicos, aumentar las tarifas en forma insensata, enriquecer a las viejas corporaciones, o intentar mandar jueces a la Corte por decretos de necesidad y urgencia, tendría mejores prácticas sobre el personal judicial?
El despido del abogado Gabriel Macaggi, esposo de la jueza federal Martina Forns (de San Martín, provincia de Buenos Aires), la misma que frenó el tarifazo, puede ser visto solo como una muestra. Hablar de “caza de brujas”, de persecución a jueces díscolos con el poder, de disciplinamiento, no es del agrado del Pro y sus líderes, pero las presiones son reales y no nuevas. Es decir, la justicia siempre tiene presiones, pero este gobierno hizo bandera de su funcionamiento imparcial y no lo está cumpliendo. Una promesa más que no llega. Por eso muchos añoran la Corte que se instituyó en el kirchnerismo y que merecería dedicarle otra columna.
Mientras tanto y en la vida cotidiana, la asfixiante inflación, el retroceso del consumo, la retracción de la economía y el empeoramiento del nivel de vida que ya no puede ocultarse, impone una agenda y una percepción general muy alejada de las felicitaciones que recibió nuestro presidente.
De hecho, cuando desde los países desarrollados felicitan a los mandatarios de naciones no incluidas en ese grupo, lo hacen por aplicar determinadas recetas, y en consecuencia hay que ponerse triste. Porque en realidad aplauden la apertura a sus negocios y esto suele traducirse en desempleo y descenso de la producción en nuestro territorio. Ya lo vivimos con Carlos Saúl, quien fuera tan laureado en el extranjero. Por eso, lo mejor que nos podría pasar es que a nuestro actual presidente no lo felicitaran en el exterior, porque eso significaría que nos está yendo mejor frontera adentro.
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