Columnistas
24/07/2020

120 Caballos de Troya

120 Caballos de Troya | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Durante la guerra de Malvinas la Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA) escuchaba y descifraba todas las comunicaciones argentinas, conocía todos los pasos que se iban a dar y se los retransmitía instantáneamente al Reino Unido. Publicado en el portal Panamá.

Marcos Lohlé

El capítulo argentino de la Operación Rubicón no ha quedado relegado al olvido a pesar del tiempo, casi único, que toma la trágica pandemia. Ocupa un espacio destacado en varios canales de televisión extranjeros y en parte de los diarios más leídos del mundo.  Basándose en dos informes secretos, periodistas y productores señalan que durante la guerra de Malvinas la Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA) escuchaba y descifraba todas las comunicaciones argentinas, conocía todos los pasos que se iban a dar y se los retransmitía instantáneamente al Reino Unido. También se enteraba en detalle y tiempo real  –cuentan las mismas fuentes- de las gravísimas violaciones a los derechos humanos que iban cometiendo todas las dictaduras militares latinoamericanas.

Una historia larga y compleja con una conclusión difícil de asimilar por todas las implicancias que contiene. Los servicios de inteligencia de los EE.UU. y de Alemania, se apoderaron de un sistema basado en la confianza y ubicaron sus ojos y oídos en las oficinas más secretas del mundo: despachos presidenciales, cancillerías, embajadas, consulados, centros de inteligencia, y en unidades y equipamientos militares de más de 120 países. La llamaron Operación Rubicón.  Veamos cómo lo hicieron.

El ingeniero mecánico sueco inventor de máquinas que cifran información

Boris Hagelin nació en 1892 en Bakú, Azerbaiyan, región que en aquellos años formaba parte de la Rusia zarista. Su padre era parte de la clase alta sueca y trabajaba en relación con la familia Nobel, que fueran fabricantes de armamento a gran escala, inventores de la dinamita y finalmente creadores del Premio Nobel. Hagelin se recibió de ingeniero mecánico en la Universidad Real de Estocolmo en 1914 y comenzó a trabajar en una empresa de máquinas criptográficas –que ocultan información- de la que su padre era accionista y que abastecía al estado sueco.

En 1932 el ejército de Francia se interesó por uno de sus equipos y le solicitó 500 máquinas portátiles con circuitos cifradores alimentados a batería. El día que las tropas de Hitler ingresaron a Noruega en 1940, Hagelin puso dos máquinas cifradoras en su valija y portando un pasaporte diplomático cruzó Europa hasta Génova donde abordó un barco en el que llegó a los EE.UU. Le entregó las dos máquinas al Ejército de los Estados Unidos, que a su vez las hizo llegar al Servicio de Inteligencia de Señales, el descifrador de códigos establecido en la ciudad de Arlington.

Transmitir un mensaje seguro en medio de la guerra no era un asunto sencillo, se debía marcar letra por letra, cifrarla, y generar una cinta perforada en papel que era transmitida por código morse a un destino donde se generaba otra cinta papel idéntica, que se descifraba en otra máquina del mismo tipo por el camino inverso, para lo cual hacía falta una clave. Hagelin ofreció un aparato liviano, similar a una caja metálica de música, fácil de transportar, de acción manual, no requería alimentación de energía eléctrica y podía encriptar un caracter cada dos segundos. Así fue como se ganó la confianza y acordó el uso de su licencia por una cifra millonaria a los servicios secretos estadounidenses. La empresa de máquinas de escribir Smith-Corona fue la encargada de fabricar 140.000 cifradoras que los soldados aliados portaron en sus mochilas de combate y que utilizaron durante la segunda guerra mundial.

Con el dinero obtenido Hagelin compró una propiedad en una villa suiza que a su vez era paraíso fiscal. La relocalización de su empresa tenía varios motivos. Las autoridades suecas, finalizada la segunda guerra mundial, consideraron las máquinas encriptadoras de información como armas de guerra y prohibieron su exportación. Por otra parte, nada mejor que radicar una empresa que relacionaba la actividad comercial con el sensible mundo del tráfico de información secreta, en un país europeo como Suiza que históricamente se reivindicaba como neutral. Finalmente, todo su negocio de criptografía se trasladó y comenzó a funcionar en el pueblo de Zug, Suiza, en 1952.

La revelación realizada el 11 de febrero de 2020

120 países -que durante muchos años, pagaron millones de dólares para comprar máquinas que protegieran sus mayores secretos- confirmaron el 11 de febrero pasado la identidad de los verdaderos dueños de su proveedor CRYTO AG. Eran nada más y nada menos que la CIA, dependiente del gobierno y del presidente de los EE. UU., y el Servicio Federal de Inteligencia de Alemania (BND), la agencia de inteligencia extranjera de la República Federal de Alemania, institución que estuvo y está bajo el control directo de la oficina del Canciller alemán.

Ambas centrales de inteligencia filtraron los informes que narran la historia, y que confirman que, el 4 de junio de 1970 le compraron la empresa CRYPTO AG a su único dueño, el ciudadano sueco con residencia en Suiza, Boris Hagelin. Los alemanes la asociaron secretamente para obtener insumos tecnológicos, y funcionarios, a la firma Siemens, mientras que los estadounidenses lo hicieron del mismo modo y con el mismo fin, con la firma Motorola.

Llamaron a la operación con el nombre de Rubicón, apelando al río que atravesó el emperador romano Julio César la noche del 11 al 12 de enero de 49 a. C. En la antigüedad se sabía que cruzarlo significaba cometer una ilegalidad e iniciar una guerra civil. Julio César dio la orden a sus tropas de cruzar el río pronunciando en latín la frase «alea jacta est», «la suerte está echada». El nombre elegido en el siglo XX demuestra plena conciencia de que EE.UU. y Alemania se encontraban quebrando los principios fundamentales de una convivencia civilizada entre los países, cruzando una barrera de la que no retrocederían y que les abría las puertas al espionaje mundial en gran escala.

Tanto el diario estadounidense The Washington Post como la cadena de televisión alemana ZDF publicaron sus informes en una acción coordinada en febrero pasado. La CIA lo hizo a través de un escrito de 96 páginas y la BND por medio de un informe oral. Ninguno de los soportes originales de la revelación tomó estado público. En ambos, nuestro país es varias veces mencionado de acuerdo a lo que informa el artículo del Washington Post, el documental de la cadena de televisión alemana ZDF, la radio VPRO de Hilversum, Holanda y un canal de televisión de Suiza que sugieren haber tenido acceso a las fuentes primarias. Se describe el tipo de equipamiento que le fue interceptado a la Armada argentina durante la guerra de Malvinas. Se reconoce que ambos gobiernos se encontraban permanentemente informados del accionar del terrorismo de Estado tanto en la Argentina como en otros países de América Latina.

El capítulo argentino de la Operación Rubicón

El equipamiento tecnológico argentino para cifrar información, y transmitirla, se realizó históricamente a través de máquinas manuales, eléctricas y electrónicas que se le compraban primordialmente a la firma suiza CRYPTO AG. Así puede corroborarse en los equipos en desuso que todavía se exhiben en el Museo de la Diplomacia del Palacio San Martín, sede protocolar de la Cancillería argentina.

A su vez, son varias las resoluciones secretas desclasificadas del período de la dictadura militar y que en la actualidad son de acceso público, en las que se dispone el pago por la compra de equipamiento y repuestos a CRYPTO AG por un importe cercano a los 5 millones de dólares actuales. 

Henry es un matemático sueco, hombre mayor jubilado que vive actualmente en Estocolmo. Su nombre y apellido es complicado – se llama Kjell Ove Widman- por ese motivo dijo que se hizo llamar Henry. Trabajaba en un puesto jerárquico en la proveedora de nuestro país CRYPTO AG. Durante la guerra de Malvinas habría llegado a la empresa una queja de los responsables de la dictadura argentina cuestionando la fiabilidad de los equipos transmisores y encriptadores. Estaban en el convencimiento de que las transmisiones eran escuchadas. La empresa envió urgente a Henry a Buenos Aires para dar explicaciones.

A su vuelta, según el medio estadounidense, contó que le explicó a sus interlocutores en nuestro país que era muy probable que la CIA haya escuchado las comunicaciones emitidas en el equipamiento Datotek DC-505 (producido en EE.UU.) pero que consiguió convencerlos de que el equipo Cag 500, producido por ellos en Suiza era plenamente confiable, y que además obtuvo nuevos pedidos de compra. Por su parte, el informe del servicio de inteligencia alemán señala que el resultado de la guerra estuvo significativamente influenciado, sino determinado por la operación Rubicón.

El artículo del Washington Post puede ser leído en un celular sin suscripción. Algunos lectores escriben: asombroso como la CIA fue capaz de mantener a la operación escondida durante décadas, probablemente dejando al congreso de los EE.UU. en la oscuridad (…) mientras el Post cuenta con información para verificar la historia el público no la tiene (…) ¡por favor! la CIA no necesitaba espiar desde una ventana para conocer las violaciones a los derechos humanos en América del Sur. Las estimulaba y participaba en ellas.

¿Cuántas películas y libros se estarán produciendo, y escribiendo, ahora mismo contando esta historia?  Por el momento la pandemia sólo permite encontrar en internet producciones realizadas con animaciones más sencillas de hacer respetando el distanciamiento social. Son diversas las interpretaciones publicadas hasta el momento. Son tantos los países y gobiernos involucrados que llama la atención el esfuerzo que hay que hacer para atender el silencio general. 

Alemania se retiró de la sociedad en 1994, permaneció durante 24 años. Algunas de sus autoridades, que testimonian en un documental justifican plenamente la acción con tono culposo. La CIA habría permanecido en el manejo de CRYPTO AG hasta 2018, es decir 48 años. Desde hace mucho tiempo se venían divulgando sospechas, sobre la verdadera propiedad de la empresa, que circularon en diarios británicos, noruegos y franceses.  

La historia interna tiene además mucho misterio, una larga nómina de víctimas conocidas y desconocidas. Algunas surgen en diversos artículos publicados. El hijo de Boris Hagelin, que era el encargado de atender los clientes en América del Sur, y eventualmente el heredero formal de la empresa, murió como resultado de un accidente automovilístico en una autopista en Washington cinco meses después de la venta en 1970. Se sugiere que pudo haber sido asesinado por la CIA que no lo consideraba confiable, o que se pudo haber suicidado. Hagelin padre falleció en 1983 y acordó previamente que fueran retirados de su casa todos los papeles comprometedores. 

La inmensa mayoría de los 230 trabajadores, empleados administrativos, técnicos y vendedores de la empresa no sabía que estafaban a los clientes. Los menos, como Henry que vino a mentir a la Argentina, sí sabía, y se justificó con el argumento de que era parte de una patriada para salvar al mundo occidental.

En Suiza se sugiere quitarle la licencia de exportación a la empresa buscando remontar su imagen de país neutral.

Los 120 caballos de Troya, que aparentemente no son leyenda sino realidad, no dejan tiempo para pensar cómo es la convivencia del mundo en que vivimos.

29/07/2016

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