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La pequeña y mediana empresa (pyme) fue uno de los sectores más perjudicados por la apertura de las importaciones, la caída del consumo, los tarifazos y el tándem devaluación-alta inflación, marcas registrada de la política económica del macrismo.
Por eso el Plan Moratoria 2020 que anunciaron el jueves último el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y la titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Mercedes Marcó del Pont, fue como una lluvia en medio de las sequías para las pymes.
La medida se da en el marco de la reactivación económica e incentivación de la producción y el consumo que busca el gobierno de Alberto Fernández para enfrentar la pobreza, el desempleo y la profunda crisis social que heredó el gobierno de Mauricio Macri.
Con las medidas anunciadas la semana pasada el Estado resigna recursos, que en realidad transfiere al conjunto social a través de un sector con fuerte incidencia en la generación de empleo y en las posibilidades de recuperación del mercado interno.
El anuncio también pone en evidencia un debate largamente postergado en la Argentina: la necesidad de una profunda reforma tributaria donde la carga impositiva recaiga en mayor medida en quienes más poder contributivo tienen. Acompañado con esto, la necesidad de recuperar una cultura tributaria en el que pagar impuestos sea parte del compromiso con una sociedad más equitativa.
48 Pymes menos por día
El programa anunciado el jueves establece una moratoria para pymes con planes de hasta 10 años en el caso de deuda tributaria y hasta cinco años en caso de mora por aportes previsionales.
La moratoria, a la que se podrá acceder entre el 17 de febrero y el 30 de abril próximo, establece hasta 120 cuotas para las obligaciones tributarias y aduaneras y hasta 60 cuotas para aportes y retenciones.
Además, fija la condonación parcial de intereses y total de multas y una tasa del 3% mensual fija por un año. A partir de ese momento, la tasa será variable.
"La moratoria habilitará una reducción de la deuda promedio que sería de 42% sobre el total", señaló Marcó del Pont en la conferencia de prensa que brindó junto a Kulfas en Casa de Gobierno.
Kulfas explicó que las pymes tienen dificultades de pagos por la situación económica, por lo que consideró que "no se les puede pedir nada más", ya que 2es fundamental detener la caída". "No podemos seguir perdiendo 48 pymes por día", destacó el ministro.
De acuerdo con datos de la AFIP, el total de deuda de las empresas es de más de 400 mil millones de pesos. De ese total un 36% es por deuda de seguridad social, otro 36 % por deuda de IVA y un 22% por Ganancias.
Cultura tributaria o la ley de Darwin
“¿Con factura o sin factura?” “Si me pagás en dinero cash es un 20 menos”. “Sí, débito tenemos, pero hoy no funciona el posnet”. “Si hago todo blanco no me queda un mango”. “Para qué voy a pagar impuestos si se la llevan toda”.
La falta cultura tributaria en la Argentina se asienta en el sentido común. También en una historia de esquemas regresivos, desiguales y complejos. Así, no pagar impuestos, o “tratar de zafar” de ellos, se convirtió en un verdadero deporte nacional.
“La cultura de no pagar impuestos está presente desde hace mucho tiempo pero hay que pagarlos, es la forma más genuina que tiene el Estado de afrontar las necesidades que tiene la sociedad”, explica a Silvio Rizza, presidente de la Federación Argentina de Consejos de Ciencias Económicas.
“Muchas veces se dice ‘yo no pago porque no sé para qué se usa’ la plata y esto ocurre aunque estemos viendo el resultado del tributo, por ejemplo en la salud pública. Lo que ocurre es que si yo voy en la ruta que hizo el Estado pero me cobran peaje, ponen multas con criterios fiscalistas y encima agarro un bache que me rompe una cubierta me quedo con esto último, no con la ruta en sí”, sugiere.
Ver para creer
“Suele decirse que en Alemania se pagan más impuestos que en Argentina pero la diferencia está en cómo perciben los ciudadanos el resultado de lo que tributan, y esto hace a la cultura tributaria de un país”, dice Marcelo Di Ciano, economista y titular de la cátedra de Microeconomía de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Para el académico “en la Argentina pagás impuestos para tener educación, salud y seguridad pública pero terminás pagando educación, salud y seguridad privadas porque las primeras perdieron calidad, situación que alienta la cultura del no pago”.
En tanto el especialista en impuestos Santiago Sanz Valente asegura que “nunca se implementó un régimen serio para inculcar la obligación de pagar”, por lo que resulta “ser más piola, más inteligente, el que se aleja del cumplimiento”, lo que se suma “a una baja percepción de riesgo y a una alta carga fiscal”.
A esto el especialista agrega que usualmente “tributar no se ve reflejado en mejores servicios públicos”, lo que el contador vinculada “al tamaño excesivo del Estado” y “a una corrupción que, por lo general, no se castiga”.
La naturalización de que es mejor no pagar impuestos que hacerlo “llega incluso a que mucha gente ni siquiera considere el costo impositivo real que implica cumplir”, explica Sanz Valente.
“Es necesaria una reforma impositiva que promueva un cambio cultural -propone el experto-, que evite la superposición de impuestos y la obligación de tributar más allá de la capacidad efectiva”.
Una reforma a fondo
Los alcances que debe tener una reforma tributaria profunda suele ser materia de controversias, según a quienes se exija un mayor esfuerzo. Rizza cree que se necesita “una modificación amplia que no genere tantas desigualdades y evite la superposición en el pago de tributos, como por ejemplo pasa con Ingresos Brutos, que se termina pagando varias veces”.
Para Di Ciano una reforma profunda tiene que incluir una simplificación del sistema. “No puede ser que en la Argentina haya 163 impuestos que encima constituyen un régimen regresivo, donde no paga el que más tiene, porque esto construye una cultura de ver cómo zafo de lo que muchas veces no puedo pagar”.
“Que el tributo sea justo, acorde a la capacidad de pago de cada contribuyente, hace a un cambio de valores”, explica, ya que “muchas veces se dice que a los que más tienen no hay que cobrarles más porque generan trabajo, lo cual es un error. El trabajo que generan es lo que debe hacerles ganar más dinero, no pagar menos impuestos, que deben estar acordes a su capacidad contributiva”.
“En nuestro país el 53 % de los ingresos de la gente se va en impuestos, lo cual es injusto, dado que estos no son directos ni simples, ni gravan más a los que más tienen, lo que fomenta una injusticia que termina alentando la evasión”, agrega el economista.
Lo que hace falta
A la hora de las propuestas para alcanzar una verdadera cultura tributaria Sanz Valente pide un rol activo del Estado “en la comunicación acerca de la necesidad de pago”, acompañada por una amplia difusión pública sobre “en qué se gasta el dinero”.
“Creo que el impuesto –agrega Rizza- no lo tenemos separado del costo de un producto y eso hace pensar que ese dinero es del que hizo ese producto, algo que no es así. Me parece que separar eso sería paso importante no sólo desde lo normativo sino también en el plano cultural”.
La cultura tributaria, como todas las prácticas que hacen a la vida social, no es estática e inmodificable. Puede cambiar. Los especialistas coinciden en que estos cambios llevan tiempo para encarnar en la vida cotidiana.
Para eso reclaman una práctica estatal basada en valores como la equidad y la progresividad, controles adecuados que incluyan a todos los contribuyentes (y no solo a los más pequeños) y una amplia campaña de educación sobre el impacto social que tiene cumplir con el pago de los tributos.
“El Estado debe controlar a todos los contribuyentes, porque si sólo paga el más débil, el que menos tiene, se fomenta una inequidad que elimina toda cultura tributaria”, explica Di Ciano.
“Con educación, valores y ejemplo se puede cambiar las conductas”, agrega, para avanzar hacia una cultura tributaria en la que predomine la solidaridad sobre el sálvese quien pueda.
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