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Panorama Político
14/08/2016

No fue un error, el presidente piensa así

No fue un error, el presidente piensa así | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Macri ya dijo cuando era candidato que se iba a terminar “el curro de los derechos humanos”, pero ahora que es presidente y representa los intereses de una minoría, que hable de “guerra sucia” y niegue los desaparecidos es mucho más grave.

Héctor Mauriño

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El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) informó que en el primer trimestre del gobierno de Cambiemos se sumaron 1,4 millones de personas a la pobreza.

El diputado nacional del Frente Renovador Marco Lavagna, un exponente moderado del opoficialismo, sostuvo que el aumento de tarifas lanzado por el gobierno nacional “fue brutal” y se hizo “sin medir el más mínimo impacto”.

El índice de precios al consumidor del Congreso, conocido como IPC-Congreso y tenido por bueno cuando el actual gobierno era oposición,  reflejó un avance de 2,4% respecto de junio, echando por tierras las expectativas, cada vez más flacas, de que la inflación baje al menos un poquito.

El ex presidente del Banco Central y miembro del equipo económico del Frente Renovador Aldo Pignanelli, advirtió que la inflación es del 45% anual y comienza a haber “un estado de frustración muy grande en la población”, porque “están aplicando las mismas políticas que llevaron a la crisis de 2001”.

El semanario británico The Economist, considerado poco menos que por palabra sagrada por la clase gerencial que hoy gobierna la Argentina, advirtió en su último número que "la luna de miel de Mr Macri está llegando a su fin" tras un "torpe manejo del tarifazo”.

También esta semana, el presidente fue interpelado en Mar del Plata por un grupo de manifestantes que quería acercarse al lugar donde habló para plantearle que “los más humildes no pueden afrontar el ajuste feroz". El asunto terminó, una vez más, como en Cresta Roja o en La Plata, en una violenta represión con gases y balas de goma.

Por si faltaba algo, la vicepresidenta Gabriela Michetti quedó imputada por las sospechas sobre el origen del dinero que le robaron de su casa el día del balotaje presidencial.

No hay duda de que no fue una buena semana para el gobierno. Al analizar el devenir de los acontecimientos, todo parece indicar que fue tan rápida la ofensiva antipopular y antinacional que encabeza Mauricio Macri como vertiginoso parece ser su deterioro.

Esta semana, también, Macri se prestó a una entrevista para el portal norteamericano BuzzFedd en la que dijo que no sabe si los desaparecidos “fueron 9.000 o 30.000, si son los que están anotados en un muro o muchos más” y rindió homenaje a la teoría de los dos demonios, al aludir al terrorismo de Estado bajo el apelativo de “guerra sucia” creado justamente por la dictadura.

En su liviandad, Macri recuerda aquello que dijo -en aquel caso injustamente- Sarmiento sobre Rosas: “hace el mal sin pasión”.

 Con la gravedad que le confiere ser presidente, plantea algo tremendo como si se tratara de una banalidad, una puja por el resultado de un partido de fútbol. “No me quiero meter en ese debate”, dice en relación a los desaparecidos como si recién bajara de un plato volador y ese tema le fuera totalmente ajeno.

Relativizar, desde la primera magistratura de la Nación, la mayor tragedia de la historia argentina, así como al pasar, sin mayor énfasis ni pasión, ¿no es hacer el mal?

La condena al terrorismo de Estado es fundacional en esta democracia. Junto con la subordinación del poder militar al poder civil -que Macri también relativiza-, la defensa irrestricta de los derechos humanos y la condena a todas las formas de opresión, forma parte indisoluble del acervo cultural argentino desde 1983.

Por cierto hay una minoría, cuyos intereses expresa entre otros el diario oficialista La Nación, que pone en duda esos valores porque sus integrantes son en buena medida por los que auspiciaron el golpe cívico militar y se sienten por encima del conjunto de la sociedad.

En realidad, Macri ya dijo cuando era candidato que se iba a terminar “el curro de los derechos humanos”, pero ahora que es presidente y representa los intereses de una minoría, que hable de “guerra sucia” y niegue los desaparecidos es mucho más grave. Suena a severa advertencia.

El negacionismo de Macri no es un error de los muchos que comete a diario en su sorprendente desconocimiento y desprecio por las cuestiones que preocupan a la gente. Es un acto deliberado. Todos en su gobierno expresan lo mismo, desde el ex secretario de Cultura de la municipalidad de Buenos Aires Darío Lopérfido, eyectado precisamente por sus temerarias declaraciones, hasta el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj, interesado en poner en un pie de igualdad a los familiares de las víctimas con los de los victimarios.

Macri, desearía “no entrar” en este debate que la sociedad argentina ya tiene saldado -sólo aguarda que se haga justicia-, porque si entra tendría que admitir que está del lado de los represores y no de sus víctimas, como buena parte de los de su clase.

No puede decirlo con todas las letras porque el grueso de la sociedad lo condenaría. Pero mientras tanto no renuncia a correr el arco un poquito cada día. No hay duda de que si lograra imponer su proyecto retrógrado, apelaría a la mentada reconciliación o a cualquier otro argumento falaz para dar por cerrada la etapa de la justicia. No lo hace porque no puede.

Cada vez que Macri trata de avanzar sobre esta sólida conquista moral de los argentinos, miles de personas se movilizan espontáneamente para cerrarle el paso. Como ocurrió cuando un juez servil intentó humillar a Hebe de Bonafini -que para el presidente es “una desquiciada”-, o al día siguiente se sus insólitas declaraciones al portal estadounidense, con la multitud que acudió a acompañar a las Madres en la ronda 2.000 de la Plaza de Mayo.

Como se puede advertir por las malas noticias que el gobierno tuvo que digerir esta semana, sus políticas devastadoras tocan límites concretos.

Puede ser que, a diferencia de lo que planteaba Alfonsín, con la democracia de Cambiemos no se cure, no se coma, ni se eduque, pero si ni siquiera se condena el terrorismo de Estado es probable que la gente empiece a pensar que no sirve para nada.

29/07/2016

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